Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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hacerlo. No recuerdo exactamente si Rogers estaba en la habitación en esos momentos,<br />
pero los demás sí que estábamos pre<strong>se</strong>ntes.<br />
<strong>De</strong>spués de un silencio continuó:<br />
—Ocupémonos ahora de la muerte de la mujer de Rogers. En este caso los dos principales<br />
sospechosos son el marido y el médico; tanto el uno como el otro reúnen todas las<br />
probabilidades.<br />
Armstrong <strong>se</strong> levantó tembloroso.<br />
—¡Protesto de esa insinuación! Juro haber administrado tan sólo la dosis necesaria para que<br />
descansara...<br />
—¡Doctor!<br />
La voz del juez invitando al doctor a que no continua<strong>se</strong> sirvió para interrumpirle, mas<br />
continuó:<br />
—Su indignación me parece natural, pero admito, sin embargo, que nosotros debemos<br />
tomar en consideración todos los aspectos que los hechos pre<strong>se</strong>ntan. Usted o Rogers son<br />
los que tuvieron más facilidad de hacerlo. Ahora consideremos la posición de los otros<br />
invitados. ¿Qué posibilidad teníamos Blove, miss Brent, miss Vera, Lombard y yo de echar<br />
el veneno en el vaso? ¿Puede alguno <strong>se</strong>r inocente? No lo creo.<br />
Vera exclamó furiosa:<br />
—No me encontraba cerca de la mujer, ustedes <strong>fueron</strong> testigos.<br />
El juez Wargrave reflexionó un instante.<br />
—Por lo que recuerdo, he aquí cómo ocurrió. Si me equivoco, les ruego que me<br />
rectifiquen. Marston y usted, Lombard, dejaron el cuerpo sobre el sofá y el doctor vino a<br />
examinarla. Mandó a Rogers en busca del coñac, y entonces nos inquietamos por saber de<br />
dónde provenía la voz acusadora y nos dirigimos todos a la habitación contigua, a<br />
excepción de miss Brent, que permaneció sola con la mujer desvanecida.<br />
Los colores aparecieron en la cara de miss Brent, la cual dejó su labor y declaró:<br />
—¡Es monstruoso eso!<br />
El juez, implacable, continuó:<br />
—Cuando volvimos a esta habitación, usted, miss Brent, estaba inclinada sobre la mujer.<br />
Emily Brent replicó:<br />
—¿La piedad es, pues, un crimen a sus ojos?<br />
—Yo me ajusto a los hechos. En e<strong>se</strong> momento Rogers regresaba con el coñac que podía<br />
haber envenenado antes. El vasito con el licor le fue dado a la enferma y poco después,<br />
entre el doctor y Rogers ayudaron a acostarla, dándole Armstrong un <strong>se</strong>dante.<br />
—Eso es lo que pasó —confirmó Blove—. El juez, Lombard, miss Vera y yo estamos a<br />
salvo de toda sospecha.<br />
Estas palabras las había dicho con fuerza y aire triunfante, pero el juez le miró fijamente y<br />
murmuró:<br />
—¡Ah! ¿Usted lo cree así? <strong>De</strong>bemos tener en cuenta cualquier eventualidad.<br />
—No lo comprendo —respondió Blove, sorprendido.<br />
Wargrave <strong>se</strong> explicó de esta forma:<br />
—Arriba, en su habitación, la <strong>se</strong>ñora Rogers estaba en su cama. El <strong>se</strong>dante administrado<br />
por el doctor comienza a producir su efecto; está adormecida y sin voluntad alguna,<br />
supongamos que en este instante alguien ha llegado trayendo digamos un comprimido o<br />
una poción diciéndole: «El doctor quiere que <strong>se</strong> tome usted este medicamento.» ¿Dudan<br />
ustedes que ella no <strong>se</strong> lo hubie<strong>se</strong> tomado sin reflexionar?<br />
Hubo un silencio. Blove movía los pies y en su frente aparecían gotas de sudor. Lombard<br />
tomó la palabra:<br />
—No puedo aceptar esa versión. Nadie <strong>se</strong> fue del salón sino unas horas después de que<br />
mistress Rogers fue conducida a su dormitorio. En <strong>se</strong>guida acaeció la muerte fulminante de<br />
Marston.<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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