Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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había oído tan distantemente los pasos, pues el viento <strong>se</strong> había calmado y el cielo <strong>se</strong><br />
despejaba. Por la ventana del pasillo un pálido rayo de luna iluminaba el vestíbulo y vio una<br />
figura humana que salía por la puerta principal.<br />
Bajó los peldaños de cuatro en cuatro en su per<strong>se</strong>cución, pero <strong>se</strong> detuvo en <strong>se</strong>co. ¡Una vez<br />
más iba a conducir<strong>se</strong> como un imbécil! ¡No iba a caer en la trampa que te preparaba el<br />
fugitivo para atraerlo fuera de la casa!<br />
Pero ¡el otro sí que acababa de hacer una bobada! Sólo tendría que examinar cuál de las tres<br />
habitaciones ocupadas por los hombres estaba vacía.<br />
Corriendo volvió al pasillo y llamó a la puerta de Armstrong. Ninguna respuesta. Esperó un<br />
minuto y golpeó en la de Lombard. La respuesta vino en <strong>se</strong>guida.<br />
—¿Quién está ahí?<br />
—Blove. Armstrong no está en su cuarto, espere un minuto.<br />
Llamó a la de Vera:<br />
—¡Miss Claythorne! ¡Miss Claythorne! La voz asustada de Vera <strong>se</strong> oyó:<br />
—¿Qué pasa? ¿Qué pasa?<br />
Rápidamente <strong>se</strong> volvió hacia la puerta de Lombard y éste ya estaba de pie con una vela en<br />
la mano izquierda y la derecha metida en el bolsillo del pijama.<br />
—Pero ¿qué demonios pasa?<br />
Blove le explicó la situación en dos palabras. Los ojos de Lombard centellearon.<br />
—¿Entonces es Armstrong? Se dirigió hacia la puerta del médico y le dijo a Blove:<br />
—Perdóneme, pero ahora no creo sino lo que veo.<br />
Golpeó la puerta.<br />
—Armstrong... Armstrong...<br />
Ninguna respuesta. Arrodillándo<strong>se</strong>, Lombard miró por la cerradura.<br />
La llave no estaba en la puerta.<br />
—Ha debido —dijo Blove— cerrar y llevar<strong>se</strong> la llave.<br />
—La precaución es lógica —afirmó Lombard—. Vamos por él. Esta vez lo tenemos.<br />
Espere un <strong>se</strong>gundo.<br />
Corrió hacia la puerta de Vera y la llamó:<br />
—¿Vera?<br />
—Sí.<br />
—Vamos a la captura del doctor, que no está en su habitación. Sobre todo no abra la<br />
puerta, ¿comprende?<br />
—Sí, comprendo.<br />
—Si Armstrong sube y le dice que tanto Blove como yo hemos muerto, no haga caso. No<br />
abra la puerta más que a Blove o a mí si la llamamos. ¿Comprende?<br />
—Sí, no soy tan tonta.<br />
—¡Perfectamente! —aprobó Lombard.<br />
Se reunió con Blove y dijo:<br />
—Y ahora corramos tras él. La caza comienza.<br />
—Estemos alerta —recomendó Blove—. No olvide que tiene un revólver.<br />
—¡En eso <strong>se</strong> equivoca usted!<br />
Abrió la puerta y le <strong>se</strong>ñaló:<br />
—El cerrojo no está echado... Podría volver de un momento a otro. Soy yo quien tiene el<br />
revólver. Esta noche lo volví a encontrar en mi mesilla, lo habían puesto otra vez.<br />
Blove <strong>se</strong> paró en la misma puerta y Lombard notó la palidez de su rostro y le dijo<br />
enfadado:<br />
—¡No haga el idiota, Blove! No voy a matarle, y si tiene miedo quéde<strong>se</strong> en su cuarto, pero<br />
voy en per<strong>se</strong>cución de Armstrong.<br />
Y <strong>se</strong> alejó bajo el claro de luna. Blove dudó un instante y le siguió. Pensaba mientras<br />
andaba: «Tengo la impresión de ir tras mi desgracia. <strong>De</strong>spués de todo...»<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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