04.04.2013 Views

Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

deliberación del jurado, quien lo consiguió.<br />

Con gesto meticuloso el juez Wargrave <strong>se</strong> quitó su dentadura postiza y la puso en un vaso<br />

de agua. Sus labios arrugados <strong>se</strong> cerraron y dieron a su boca un pliegue cruel.<br />

Bajando los párpados el juez sonrió. ¡A pesar de todo había con<strong>se</strong>guido arreglarle las<br />

cuentas a Seton!<br />

Gruñendo contra su reumatismo <strong>se</strong> metió en la cama y apagó la luz.<br />

En el comedor, Rogers estaba perplejo. Contemplaba las figurillas de porcelana, puestas<br />

sobre la mesa. Se decía: «¡Esto es extraordinario! Hubiera jurado que había diez.»<br />

El general MacArthur daba vueltas en su cama. El sueño no venía.<br />

En la oscuridad veía la figura de Arthur. Había <strong>se</strong>ntido por Arthur una verdadera amistad y<br />

cariño. Estaba siempre contento por la simpatía que le testimoniaba Leslie.<br />

¡Ella era tan caprichosa! ¡Cuántos jóvenes <strong>se</strong> habían enamorado de ella, a los que trataba de<br />

«brutos», su palabra favorita!<br />

Sin embargo, Arthur Richmond no fue a sus ojos un «bruto», desde el principio <strong>se</strong><br />

entendieron. Discutían de teatro, música y pintura, ella <strong>se</strong> divertía burlándo<strong>se</strong> de él hasta<br />

que <strong>se</strong> enfadaba. Y él, MacArthur, veía con agrado el interés casi maternal de su mujer para<br />

con el joven.<br />

¡Interés maternal! ¡Qué mentira! Fue un tonto al no dar<strong>se</strong> cuenta de que Richmond tenía<br />

veintiocho años y Leslie veintinueve.<br />

MacArthur amó a su mujer, la veía ahora. Su boca en forma de corazón, y sus ojos gri<strong>se</strong>s<br />

profundos e impenetrables bajo sus espesos bucles. Si; la había querido y adorado<br />

ciegamente.<br />

Allá, en el frente francés, en plena batalla, pensaba en ella y con frecuencia deleitába<strong>se</strong><br />

contemplando su retrato que llevaba siempre en su bolsillo de su guerrera.<br />

Un día... ¡lo descubrió todo!<br />

Ocurrió como en las novelas: Una carta metida por equivocación en sobre distinto; ella<br />

escribió a los dos hombres y puso la carta amorosa en el sobre de su marido. <strong>De</strong>spués de<br />

tantos años aún <strong>se</strong>ntía el dolor que le produjo.<br />

¡Dios mío, lo que había sufrido!<br />

Sus culpables relaciones databan de bastante tiempo, la carta lo atestiguaba. Fines de<br />

<strong>se</strong>mana... El último permiso de Richmond.<br />

Leslie...<br />

¡Leslie y Arthur!<br />

Innoble individuo.<br />

Su sonrisa hipócrita... su afectada educación: «Sí, mi general.»<br />

¡Hipócrita y mentiroso! ¡Ladrón de mujeres!<br />

Con su calma habitual había estado elaborando un plan de venganza. Se esforzó en<br />

demostrarle a Richmond la misma amabilidad de siempre.<br />

¿Lo había logrado? Puede <strong>se</strong>r. Lo cierto era que Richmond no sospechó nada. Los cambios<br />

de humor <strong>se</strong> explicaban fácilmente allí donde los nervios de los hombres estaban sujetos a<br />

dura prueba; sólo el joven Armitage le miraba algunas veces de una manera muy rara, y el<br />

día que decidió realizarlo <strong>se</strong> dio cuenta de sus intenciones.<br />

Con toda sangre fría MacArthur envió a Richmond a la muerte, sólo un milagro podía<br />

salvarle, y este milagro no <strong>se</strong> produjo.<br />

Si, envió a Richmond a que lo mata<strong>se</strong>n, y no lo sintió nada. ¡Qué fácil fue aquello! Los<br />

errores <strong>se</strong> multiplicaban diariamente. La vida de un hombre no contaba. Todo era<br />

confusión y pánico. <strong>De</strong>spués sólo dirían: «El viejo MacArthur no era dueño de sus nervios,<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

31

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!