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Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...

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—Sí, perfectamente.<br />

El tono de voz que empleó hizo volver<strong>se</strong> a Lombard. Cuando llevó la mano al bolsillo del<br />

revólver notóle vacío.<br />

Habiendo retrocedido dos pasos, Vera tenía el revólver en su mano.<br />

Lombard dijo con aire burlón:<br />

—¿Es por eso por lo que quería <strong>se</strong>r piadosa? ¿Se propuso robarme el revólver?<br />

Vera asintió con la cabeza, pero su mano sujetaba con firmeza la pistola.<br />

Ahora rondaba la muerte alrededor de Lombard. Jamás la sintió tan cerca. Sin embargo, no<br />

<strong>se</strong> declaró vencido. Con voz autoritaria le ordenó:<br />

—<strong>De</strong>vuélvame el revólver.<br />

Vera, a su vez, <strong>se</strong> echó a reír.<br />

—Ande, devuélvamelo —insistió Lombard.<br />

Su cerebro funcionaba con lucidez. ¿Qué haría? ¿Hablaría cariñosamente a Vera para<br />

desvanecer sus temores o quitár<strong>se</strong>lo por sorpresa?<br />

Toda su vida había escogido el riesgo. Esta vez también adoptó su método favorito.<br />

Calmoso y decidido a usar argumentos convincentes, le dijo:<br />

—Escúcheme, querida amiga, escuche bien...<br />

En e<strong>se</strong> momento <strong>se</strong> abalanzó sobre ella... tan rápido como la pantera...<br />

Instintivamente Vera apretó el gatillo.<br />

El cuerpo del joven, herido en pleno salto, cayó pesadamente sobre las rocas.<br />

Vera <strong>se</strong> acercó revólver en mano, dispuesta a tirar por <strong>se</strong>gunda vez.<br />

Pero esta precaución fue inútil...<br />

Philip Lombard estaba muerto... de una bala en el corazón.<br />

Vera experimentó un delicioso alivio.<br />

Su pesadilla desaparecía al fin. No tenía que temer más y sus nervios <strong>se</strong> tranquilizarían.<br />

Estaba sola en la isla. ¡Sola con nueve cadáveres...! ¡Qué le importaba! ¿No estaba ella viva?<br />

Sentada sobre las rocas disfrutaba de una felicidad absoluta. Una <strong>se</strong>renidad perfecta... ¡Nada<br />

que temer!<br />

Cuando el sol <strong>se</strong> puso, Vera <strong>se</strong> decidió a entrar en la casa. La reacción la había hasta<br />

entonces paralizado, pues todos sus pensamientos estaban concentrados en esa <strong>se</strong>nsación<br />

reconfortante de <strong>se</strong>guridad...<br />

<strong>De</strong> momento <strong>se</strong>ntía necesidad de comer y de dormir. <strong>De</strong><strong>se</strong>aba sobre todo echar<strong>se</strong> sobre la<br />

cama y sumergir<strong>se</strong> en un profundo sueño... durante horas y horas.<br />

Mañana podrían venir en su socorro. Pero no <strong>se</strong> inquietaba, pues quería quedar<strong>se</strong> en la isla<br />

ahora que estaba sola.<br />

¡Oh! ¡Cómo saboreaba esta paz tan de<strong>se</strong>ada! Se levantó y volvió los ojos hacia la casa. ¡No<br />

tener miedo! Esta casa moderna y elegante no le inspiraba ya terror alguno. Unas cuantas<br />

horas antes no podía mirarla sin temblar.<br />

¡El miedo! ¡Qué cosa más rara!<br />

Entretanto, ella había dominado sus temores. Había triunfado. Gracias a su pre<strong>se</strong>ncia de<br />

ánimo y a su sangre fría <strong>se</strong> volvieron los papeles anonadando al que amenazaba con<br />

arrebatar su vida.<br />

Vera <strong>se</strong> dirigió hacia la casa.<br />

Por occidente el cielo <strong>se</strong> estriaba en bandas rojas y naranjas. Todo en la Naturaleza<br />

respiraba belleza y paz.<br />

Vera pensaba:<br />

«¡Quizás esto no <strong>se</strong>a sino un mal sueño!»<br />

<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />

<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />

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