Diez Negritos De Agatha Christie 5 Diez negritos se fueron a cenar ...
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Tres personas estaban <strong>se</strong>ntadas en la cocina desayunando. Afuera, el sol brillaba como<br />
anunciador de un día espléndido, pues la tempestad <strong>se</strong> había apaciguado.<br />
Este cambio de tiempo operó una transformación en los caracteres de los tres prisioneros<br />
de la isla. Les parecía salir de una pesadilla. El peligro continuaba existiendo, pero<br />
desaparecía el miedo con el día soleado. La atmósfera de horror que sufrieron la víspera<br />
con el huracán y la lluvia <strong>se</strong> había disipado.<br />
Lombard sugirió a sus compañeros:<br />
—¿Y si probá<strong>se</strong>mos a hacer <strong>se</strong>ñales heliográficas con la ayuda de un espejo poniéndonos<br />
en el punto más elevado de la isla? Algún inteligente pescador comprenderá que <strong>se</strong> trata de<br />
un S.O.S. y por la noche encenderemos un gran fuego. <strong>De</strong>sgraciadamente no tenemos<br />
mucha madera; por otra parte puede ocurrir que crean los del pueblo que <strong>se</strong> trata de un<br />
fuego amenizado con danzas y canciones.<br />
—Seguramente —ob<strong>se</strong>rvó Vera— alguien de la costa conocerá el alfabeto Mor<strong>se</strong> y no<br />
tardarán en venir a socorrernos... antes de que anochezca.<br />
—El cielo está despejado —indicó Blove—, pero el mar continúa embravecido. Las olas<br />
son terribles y me parece que una barca no podría llegar a la isla hasta mañana.<br />
—Otra noche que pasar aquí —exclamó Vera.<br />
Lombard alzó los hombros.<br />
—Más vale tomarlo con resignación. Estaremos a salvo antes de veinticuatro horas, confío<br />
en ello. Si podemos sostenernos durante e<strong>se</strong> tiempo, lo lograremos.<br />
—Será interesante —dijo Blove— examinar la situación.<br />
—¿Qué le ha ocurrido a Armstrong?<br />
—Creo que tenemos una pieza de convicción; en el comedor no quedan más que tres<br />
<strong>negritos</strong>. Eso indica que el doctor ha recibido su golpe de gracia.<br />
—Entonces... —replicó Vera—, ¿cómo es que no encuentran su cadáver?<br />
—Han podido echarlo al mar —ob<strong>se</strong>rvó Blove.<br />
—¿Quién? —preguntó Lombard—. ¿Usted? ¿Yo? Usted le ha visto anoche salir por la<br />
puerta y usted ha venido a buscarme a mi dormitorio. Juntos hemos registrado las rocas y la<br />
casa. ¿Cómo diablos habrá tenido tiempo de matarlo y transportar su cadáver a otra parte<br />
de la isla?<br />
—Lo ignoro —dijo Blove—, pero de todas maneras yo sé una cosa.<br />
—¿Qué? —preguntó Philip.<br />
—Con respecto al revólver, a él me refiero, es el de usted y aún está en su poder. Nada me<br />
prueba que <strong>se</strong> lo robaran.<br />
—Pero ¡qué me está contando, Blove! Usted sabe perfectamente que todos hemos sido<br />
registrados con escrupulosidad.<br />
—¡Cuerno! Lo escondió antes de que <strong>se</strong> hiciera el registro. <strong>De</strong>spués lo ha recuperado.<br />
—¡Cabeza de mula! Le juro que he vuelto a encontrarlo en el cajón y he sido yo d primer<br />
sorprendido.<br />
Sin fuerzas para convencerle, Lombard <strong>se</strong> volvió de espaldas.<br />
—No..., ¿pero por quién me toma usted? —exclamó Blove—. ¿Voy a creer que Armstrong<br />
u otro cualquiera <strong>se</strong> lo ha devuelto?<br />
—No tengo la menor idea. Todo parece in<strong>se</strong>nsato, esta historia DO tiene ni pies ni cabeza.<br />
Blove prestó su a<strong>se</strong>ntimiento.<br />
—Efectivamente, podía haber inventado usted otra mejor.<br />
—Eso prueba que le he dicho la verdad.<br />
—Escúcheme, <strong>se</strong>ñor Lombard; si es usted un hombre honrado como pretende <strong>se</strong>rlo...<br />
<strong>Agatha</strong> <strong>Christie</strong><br />
<strong>Diez</strong> <strong>Negritos</strong><br />
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