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Abrir - El club de los que deciden vivir

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Ante esta disyuntiva hay dos respuestas nobles: renunciar a<br />

lo <strong>de</strong>seado o pagar su precio sin lamentaciones, y dos respuestas<br />

innobles: renunciar a lo <strong>de</strong>seado o pagar su precio lamentándose <strong>de</strong><br />

una u otra alternativa.<br />

En este caso, las respuestas nobles no se llaman así por<strong>que</strong><br />

cumplan con alguna norma ética, sino por mucho más: por<strong>que</strong><br />

nos ennoblecen, nos limpian, nos mejoran la vida en lo más<br />

<strong>de</strong>cisivo en <strong>que</strong> ésta pue<strong>de</strong> ser mejorada. Y las innobles, por<br />

supuesto, producen todo lo contrario.<br />

Esto no significa, si <strong>que</strong>remos limitar nuestro ejemplo al<br />

<strong>de</strong> una operación comercial, <strong>que</strong> no <strong>de</strong>bamos <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> precios abusivos, <strong>que</strong> en última instancia son la aspiración<br />

<strong>de</strong> otras personas a obtener <strong>de</strong>masiado a cambio <strong>de</strong> <strong>de</strong>masiado poco.<br />

Incluso este acto <strong>de</strong>fensivo tiene un precio en atención y en tiempo,<br />

o sea una inversión <strong>de</strong> energía.<br />

Como el precio <strong>de</strong> la vida salvaje es la lucha, el permanente<br />

estado <strong>de</strong> atención para comer y no ser comido, el precio <strong>de</strong><br />

la vida en sociedad es el trabajo. Y no sólo el trabajo sobre <strong>los</strong><br />

materiales <strong>de</strong> la naturaleza, sino también el trabajo frente a las<br />

pretensiones <strong>de</strong> otros individuos <strong>que</strong>, movidos por el omnipresente<br />

impulso a obtener el mayor placer con el menor esfuerzo,<br />

aspiran a <strong>que</strong> en todos <strong>los</strong> casos el esfuerzo ajeno se traduzca<br />

en placer propio.<br />

Esto no significa <strong>que</strong> <strong>los</strong> hombres sean por naturaleza ma<strong>los</strong>:<br />

una pe<strong>que</strong>ña proporción <strong>de</strong> seres poco conscientes para<br />

<strong>vivir</strong> en sociedad obliga a todos <strong>los</strong> otros a un costoso trabajo<br />

<strong>de</strong>fensivo.<br />

Y si creemos <strong>que</strong> esto pue<strong>de</strong> mejorar con un buen manejo<br />

<strong>de</strong> la sociedad, eso tampoco es un bien gratuito: su precio,<br />

a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>los</strong> impuestos <strong>que</strong> tantas <strong>que</strong>jas <strong>de</strong>spiertan, es la<br />

atención, <strong>de</strong>dicación y responsabilidad <strong>de</strong> <strong>los</strong> ciudadanos para<br />

elegir representantes.<br />

De modo <strong>que</strong>, ni bien observamos el mundo y nos observamos<br />

interiormente, vemos <strong>que</strong> en nosotros (y en <strong>los</strong> otros)<br />

hay un peligroso nivel <strong>de</strong> fantasía mental <strong>que</strong> frecuente-mente<br />

choca con la realidad exterior: vivimos creándonos imágenes<br />

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