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Las hazañas de Sherlock Holmes

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-No es precisamente eso -dijo-. Le llamo la atención sobre los otros cinco relojes, según<br />

el relato <strong>de</strong> su criado.<br />

-¡El señor Charles Hendon no <strong>de</strong>strozó esos relojes!<br />

-Precisamente, por eso llamo su especial atención sobre ellos. ¡Hasta las nueve <strong>de</strong> la<br />

noche, <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una semana a partir <strong>de</strong> hoy, Watson!<br />

Un momento <strong>de</strong>spués me hallaba solo.<br />

Durante la melancólica semana que siguió a aquellos acontecimientos, me distraje lo<br />

mejor que pu<strong>de</strong>. Jugué al billar con Thurston. Fumé muchas pipas <strong>de</strong> Ship's, y reflexioné<br />

sobre las notas que había tomado <strong>de</strong>l caso Hendon. Uno no pasa muchos años asociado<br />

con <strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong> sin llegar a ser más observador que la mayoría <strong>de</strong> las personas. Me<br />

parecía que algún oscuro y siniestro peligro se hallaba suspendido sobre aquella pobre<br />

damita, la señorita Forsythe, y no confiaba ni en el <strong>de</strong>masiado apuesto Charles Hendon<br />

ni en la enigmática lady Mayo.<br />

El miércoles 23 <strong>de</strong> noviembre, mi mujer regresó con la grata noticia <strong>de</strong> que nuestras<br />

finanzas estaban en mejor or<strong>de</strong>n y <strong>de</strong> que pronto podría yo comprar una pequeña<br />

consulta. Su vuelta al hogar fue alegre. Aquella noche, y mientras nos hallábamos<br />

sentados tomados <strong>de</strong> la mano ante la chimenea, le conté algo <strong>de</strong>l extraño problema que<br />

tenía ante mí. Le hablé <strong>de</strong> la señorita Forsythe, recalcando el aprieto en que se hallaba,<br />

así como su juventud, belleza y distinción. Mi mujer no replicó; pero se quedo mirando<br />

pensativamente al fuego.<br />

Fue el distante repique <strong>de</strong>l Big Ben, a las ocho y media, lo que me espabiló.<br />

-¡Por Júpiter, Mary! -exclamé-. ¡Casi lo había olvidado!<br />

-¿Olvidado? -repitió mi mujer con un ligero sobresalto.<br />

-Prometí estar en la calle Baker a las nueve <strong>de</strong> la noche <strong>de</strong> hoy. La señorita Forsythe ha<br />

<strong>de</strong> acudir allí también.<br />

Mi mujer retiró su mano <strong>de</strong> entre las mías.<br />

-Entonces, lo mejor que pue<strong>de</strong>s hacer es ir en seguida -dijo con una frialdad que me<br />

asombró-. ¡Siempre tan interesado en los casos <strong>de</strong> <strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong>!<br />

Confuso, y algo ofendido, tomé mi sombrero y salí. Hacía una noche <strong>de</strong> frío cortante,<br />

sin un jirón <strong>de</strong> niebla, pero las calles estaban cubiertas <strong>de</strong> fango helado. Un cabriolé me<br />

condujo a la calle Baker, ante cuya puerta observé, con un escalofrío <strong>de</strong> excitación, que<br />

<strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong> había regresado ya <strong>de</strong> su viaje. <strong>Las</strong> ventanas <strong>de</strong>l piso superior<br />

aparecían iluminadas, y a través <strong>de</strong> las cortinas vi pasar varias veces su flaca silueta.<br />

Abrí el portal y subí quedamente por la escalera interior; luego franqueé la puerta <strong>de</strong><br />

la sala. Saltaba a la vista que <strong>Holmes</strong> acababa <strong>de</strong> llegar, pues su gorra, su capa y su<br />

maletín <strong>de</strong> viaje, todo se hallaba disperso por la habitación, <strong>de</strong> acuerdo con su<br />

<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nada costumbre.<br />

El estaba sentado ante su escritorio, vuelto <strong>de</strong> espaldas hacia mí; la luz verdiblanca <strong>de</strong><br />

la lámpara le iluminaba mientras abría un pequeño montón <strong>de</strong> correspon<strong>de</strong>ncia. Se<br />

volvió al oír chirriar la puerta, pero su rostro expresó el <strong>de</strong>sencanto.<br />

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