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Miré en dirección a la cama, con sus cortinones y su alto dosel. En la cabecera, mi<br />
mirada se <strong>de</strong>tuvo en una mesita <strong>de</strong> mármol que, a su lado, se hallaba repleta <strong>de</strong><br />
polvorientos frascos <strong>de</strong> medicamentos.<br />
-¡<strong>Holmes</strong>, es el reloj <strong>de</strong> oro <strong>de</strong>l muerto! Está sobre aquella mesita, y anda todavía. -¿Le<br />
asombra eso?<br />
-Sin duda, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tres días ya lo habrían <strong>de</strong>jado pararse.<br />
-Así es. Pero yo le he dado cuerda. Vine aquí antes <strong>de</strong> examinar el cadáver abajo. De<br />
hecho, hice este viaje <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a, sólo para observar el reloj <strong>de</strong>l hacendado<br />
Trelawney precisamente a las diez.<br />
-Palabra, <strong>Holmes</strong>, que...<br />
-Y mire -continuó, dirigiéndose a la mesita en cuestión-. ¡Mire este hallazgo que es todo<br />
un tesoro! ¡Mire esto, Lestra<strong>de</strong>! ¡Mírelo!<br />
-Pero, <strong>Holmes</strong>, si sólo es un pequeño tubo <strong>de</strong> vaselina, como el que se pue<strong>de</strong> comprar en<br />
cualquier droguería...<br />
-No lo crea usted; es una cuerda <strong>de</strong> verdugo. Y ahora -terminó, pensativo-, sólo queda<br />
un punto que me confun<strong>de</strong>. ¿Cómo es que se le ocurrió valerse <strong>de</strong> los servicios <strong>de</strong> Sir<br />
Leopold Harper? -preguntó súbitamente, volviéndose hacia Lestra<strong>de</strong>-. ¿Es que vive<br />
aquí?<br />
-No; pasa una temporada en casa <strong>de</strong> unos amigos en las cercanías. Cuando se <strong>de</strong>cidió<br />
que se efectuara la autopsia, la policía local consi<strong>de</strong>ró que era una gran suerte que se<br />
hallase entre nosotros la máxima autoridad <strong>de</strong> Inglaterra en Medicina forense, por lo que<br />
le mandé llamar. ¡Y no ha costado poco que acudiera! -añadió con una leve sonrisa. -<br />
¿Porqué?<br />
-Porque se hallaba en cama, con una bolsa <strong>de</strong> agua caliente en los pies, un vaso <strong>de</strong><br />
ponche en la mesilla, y un buen resfriado.<br />
<strong>Holmes</strong> alzó los brazos en el aire.<br />
-¡Mi caso está completo! -exclamó.<br />
Lestra<strong>de</strong> y yo nos miramos estupefactos.<br />
-Sólo me queda una or<strong>de</strong>n por dar -dijo <strong>Holmes</strong>-. Lestra<strong>de</strong>, nadie <strong>de</strong>be abandonar la casa<br />
esta noche. Dejo a su cargo la diplomacia <strong>de</strong> conseguir que se que<strong>de</strong>n todos. Watson y<br />
yo permaneceremos en esta habitación hasta las cinco <strong>de</strong> la mañana.<br />
Consi<strong>de</strong>rando su naturaleza dominante, era inútil preguntarle por qué <strong>de</strong>bíamos<br />
hacerlo así. Mientras se instalaba en el único sillón, no sirvió <strong>de</strong> nada protestar que yo<br />
no quería siquiera sentarme en el lecho que había sido <strong>de</strong>l muerto, y mucho menos<br />
<strong>de</strong>scabezar un sueño en él. Hice objeciones hasta que...<br />
-¡Watson!<br />
Abriéndose paso a través <strong>de</strong> mis sueños, esta voz me espabiló <strong>de</strong> mi adormilamiento.<br />
Me quedé sentado sobre la colcha, como si se hubiera apretado un resorte, sintiéndome<br />
<strong>de</strong>saliñado, mientras el sol <strong>de</strong> la mañana incidía en mis ojos y el sonido <strong>de</strong>l reloj <strong>de</strong>l<br />
hombre muerto en mis oídos.<br />
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