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hace trampas al joven. Y para dar mayor realismo a la escena, han incluido el sutil<br />
<strong>de</strong>talle <strong>de</strong> las cartas falsas.<br />
-Muy sutil, en efecto. ¡Hasta un <strong>de</strong>svergonzado jugador como usted, Watson, hallaría<br />
cierta dificultad en poner boca arriba una mano ganadora que no tiene menos <strong>de</strong> tres<br />
jotas <strong>de</strong> diamantes y tres ases <strong>de</strong> tréboles!<br />
-En efecto, es una situación algo comprometida.<br />
-Y a<strong>de</strong>más, si usted cuenta todas las cartas, las que ambos jugadores tienen en la mano y<br />
las que están encima <strong>de</strong> la mesa, observará que su número total es <strong>de</strong> cincuenta y seis, el<br />
cual rebasa en cuatro al que, por lo menos yo, acostumbro a usar en una baraja.<br />
-Pero, ¿qué pue<strong>de</strong> significar? ¿Cuál es la respuesta a nuestro problema?<br />
El atlas seguía sobre el escritorio don<strong>de</strong> <strong>Holmes</strong> lo había <strong>de</strong>jado cuando le entregué<br />
los sobres. Abrió <strong>de</strong> nuevo el libro con tal precipitación que, olvidando su muleta, se<br />
apoyó sobre el tobillo lesionado. No pudo contener un gemido, y se inclinó sobre el<br />
abierto atlas.<br />
-En la boca <strong>de</strong>l Támesis -leyó- y en la isla <strong>de</strong>...<br />
-¡<strong>Holmes</strong>, mi pregunta se refería a la respuesta a nuestro problema!<br />
-Esta es la respuesta a nuestro problema.<br />
Aunque soy el más sufrido <strong>de</strong> los hombres, protesté enérgicamente cuando me mandó<br />
escaleras arriba a mi dormitorio. Pensaba que no podría conciliar el sueño, <strong>de</strong>svelado<br />
como estaba por aquel misterio; pero no tardé en dormirme profundamente, siendo casi<br />
las once <strong>de</strong> la mañana cuando bajé a <strong>de</strong>sayunar.<br />
<strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong>, que lo había hecho ya, se hallaba sentado <strong>de</strong> nuevo en el sofá. Me<br />
alegré <strong>de</strong> ir cuidadosamente afeitado, al encontrarle en conversación con la señorita<br />
Eleanor Baxter, cuya timi<strong>de</strong>z estaba atenuada por sus <strong>de</strong>senvueltos modales; pero algo<br />
en la gravedad <strong>de</strong> su rostro <strong>de</strong>tuvo mi mano cuando me disponía a tirar <strong>de</strong> la campanilla<br />
para que me trajeran las tostadas y los huevos.<br />
-La señorita Baxter-<strong>de</strong>cía <strong>Holmes</strong>-, aun cuando todavía se pue<strong>de</strong> hacer alguna objeción<br />
a mi hipótesis, ha llegado la hora <strong>de</strong> que le comunique a usted algo <strong>de</strong> la mayor<br />
importancia. Pero ¡qué diablos...!<br />
La puerta se había abierto súbitamente. Para ser más exactos, fue abierta <strong>de</strong> un<br />
empellón. Pero se trataba sólo <strong>de</strong> una broma <strong>de</strong>l hombre cuya carcajada resonó como<br />
una trompeta; en el dintel aparecía un caballero corpulento, <strong>de</strong> rubicundo rostro. Cubría<br />
su cabeza con un sombrero <strong>de</strong> copa <strong>de</strong> ocho reflejos, y vestía una bien cortada levita<br />
sobre un blanco chaleco <strong>de</strong> botonadura <strong>de</strong> diamantes; en la corbata lucía un rubí.<br />
Aunque <strong>de</strong> estatura no tan elevada como la <strong>de</strong> <strong>Holmes</strong>, era mucho más recio y<br />
vigoroso; una constitución más semejante a la mía. Su risa estentórea estalló <strong>de</strong> nuevo y<br />
sus ojos pequeños y perspicaces relampagueaban mientras agitaba un maletín <strong>de</strong> cuero<br />
que llevaba en la mano.<br />
-¡Hola, amigo! -rugió-. Usted es el hombre <strong>de</strong> Scotland Yard, ¿no es así? ¡Mil soberanos<br />
<strong>de</strong> oro a su disposición por la respuesta!<br />
<strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong>, aunque asombrado, le miraba con la mayor sangre fría.<br />
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