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Las hazañas de Sherlock Holmes

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El rugido <strong>de</strong> protesta <strong>de</strong> Alf Peters quedó ahogado cuando los policías le agarraron.<br />

Pero, aunque <strong>de</strong>lgado y <strong>de</strong> estatura sólo mediana, se <strong>de</strong>batió tanto que pasó algún tiempo<br />

antes <strong>de</strong> que los policías acabaran su registro. No encontraron nada.<br />

-¡En este caso, los diamantes <strong>de</strong>ben encontrarse en alguno <strong>de</strong> esos cántaros <strong>de</strong> leche! No<br />

tenemos tiempo para andar con guantes <strong>de</strong> seda. ¡Vacíenlos en el suelo!<br />

No hay calificativos para <strong>de</strong>scribir el lenguaje <strong>de</strong>l furioso lechero mientras se cumplía<br />

la or<strong>de</strong>n.<br />

-¿Tampoco hay nada? -preguntó Lestra<strong>de</strong>-. ¡Entonces <strong>de</strong>be haberse tragado los<br />

diamantes! ¡Le llevaremos a la comisaría más cercana!<br />

-¡Demonios y diablos! -chilló Alf Peters-. No le <strong>de</strong>berían <strong>de</strong>jar andar suelto. ¡Le falta un<br />

tornillo! ¿Por qué no toma un hacha y <strong>de</strong>stroza el maldito carro?<br />

Fue la voz estri<strong>de</strong>nte y autoritaria <strong>de</strong> <strong>Holmes</strong> la que impuso <strong>de</strong> nuevo el or<strong>de</strong>n.<br />

-¡Lestra<strong>de</strong>! Haga el favor <strong>de</strong> <strong>de</strong>jar que Peters se marche. En primer lugar, es imposible<br />

que se haya tragado veintiséis diamantes. En segundo lugar, si el señor Cabpleasure<br />

tenía intención <strong>de</strong> pasar los diamantes a un cómplice ¿por qué no lo hizo el martes por la<br />

noche, cuando sostuvo aquella conversación con alguien que estaba en la ventana <strong>de</strong> la<br />

planta baja? Su comportamiento, tal como lo <strong>de</strong>scribió su esposa, resulta tan irracional<br />

como su conducta con el paraguas. A menos que...<br />

<strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong> había mantenido un aire receloso, con la cabeza inclinada hacia<br />

<strong>de</strong>lante y los brazos cruzados bajo el capote. Ahora, mirando primero hacia la puerta <strong>de</strong><br />

servicio y luego hacia la entrada principal, alzó la cabeza. Ni siquiera su naturaleza fría<br />

y poco impresionable pudo reprimir la exclamación que afloró a sus labios. Por un<br />

momento, permaneció absolutamente inmóvil, su silueta alta y <strong>de</strong>lgada se recortaba<br />

contra la naciente claridad <strong>de</strong>l amanecer.<br />

-¡Por Júpiter, Lestra<strong>de</strong>! -dijo-. El señor James Cabpleasure tarda <strong>de</strong>masiado en volver a<br />

salir con su paraguas.<br />

-¿Y qué, señor <strong>Holmes</strong>?<br />

-Podría aventurarme a lanzar una profecía. Me atrevo a <strong>de</strong>cir que el señor Cabpleasure<br />

se ha ido; que ha <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> la casa.<br />

-¡No creo que sea posible!<br />

-¿Puedo preguntarle por qué no?<br />

-Sencillamente porque estacioné policías alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> la casa para que no se nos<br />

escurriera <strong>de</strong> entre los <strong>de</strong>dos. Cada puerta y cada ventana están estrechamente vigiladas.<br />

¡Ni una rata podría salir sin ser vista!<br />

-Sin embargo, Lestra<strong>de</strong>, repito mi pequeña profecía. Si registra la casa verá que el señor<br />

Cabpleasure ha <strong>de</strong>saparecido como una pompa <strong>de</strong> jabón.<br />

Haciendo sólo una pausa para llevarse el silbato <strong>de</strong> alarma a los labios, Lestra<strong>de</strong> se<br />

dirigió precipitadamente hacia la casa. Alf Peters aprovechó para sacudir las riendas <strong>de</strong><br />

su caballo y alejarse con un trote frenético <strong>de</strong> aquel loco peligroso. Incluso el señor<br />

Mortimer Brown, a pesar <strong>de</strong> su porte venerable y rubicundo rostro, echó a correr calle<br />

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