You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-¿Quién es éste? ¿Watson, el matasanos? -De repente, acercó a mí su rostro<br />
congestionado-. ¿Sabe usted algo <strong>de</strong> boxeo?<br />
-No -dije-. Es <strong>de</strong>cir... no mucho.<br />
-En ese caso, cuí<strong>de</strong>se <strong>de</strong> no recibir una buena lección -replicó Sir Gervase con aire<br />
regocijado, para bromear <strong>de</strong> nuevo- ¿Dama? ¿Qué dama? -Al ver a la señorita Baxter<br />
pareció algo <strong>de</strong>sconcertado, pero lanzó una mirada <strong>de</strong> soslayo-. No hay ninguna dama,<br />
matasanos. Pero, ¡por Dios, que es una bonita pieza!<br />
-Sir Gervase -insistí-, le prevengo por última vez.<br />
-¡Un momento, Watson! -intervino <strong>Holmes</strong> con voz tranquila-. Tiene usted que<br />
disculpar a Sir Gervase Darlington, pues, parece no haberse recobrado aún <strong>de</strong> la visita<br />
que hace tres días hizo al museo <strong>de</strong> madame Taupin.<br />
En la breve pausa silenciosa que siguió, pudimos oír el crepitar <strong>de</strong> la leña en la<br />
chimenea y el incesante chasquido <strong>de</strong> la lluvia contra las ventanas. Pero nuestro visitante<br />
no pareció inmutarse.<br />
-El polizonte, ¿eh? -dijo con una risita <strong>de</strong>spectiva-. ¿Quién le dijo a usted que estuve<br />
hace tres días en el museo <strong>de</strong> madame Taupin?<br />
-Nadie. Pero por ciertos <strong>de</strong>talles que obran en mi po<strong>de</strong>r la conclusión era evi<strong>de</strong>nte. Tal<br />
visita tenía un aspecto inocente, ¿no es así? No <strong>de</strong>spertaría la menor sospecha ni siquiera<br />
en alguien que estuviera siguiéndole... sí, algún perseguidor, por ejemplo, pagado por<br />
ese eminente <strong>de</strong>portista que es Phileas Belch, quien quería asegurarse <strong>de</strong> que usted no<br />
ganara otra fortuna mediante información secreta, como hizo en el Derby <strong>de</strong>l año<br />
pasado.<br />
-¡No me interesa lo que dice, amigo!<br />
-¿De veras? Aunque, <strong>de</strong>bido a sus inclinaciones <strong>de</strong>portivas, estoy seguro <strong>de</strong> que <strong>de</strong>be<br />
usted interesarse más por las cartas.<br />
-¿Cartas?<br />
-¡Si, cartas o naipes, como quiera,..! -respondió <strong>Holmes</strong> suavemente, sacando algunas<br />
<strong>de</strong>l bolsillo <strong>de</strong> su batín y <strong>de</strong>splegándolas en forma <strong>de</strong> abanico-. De hecho, por estas<br />
nueve cartas.<br />
-¿Qué diablos es todo eso?<br />
-Es más que probable, Sir Gervase, que un visitante casual <strong>de</strong> la Cámara <strong>de</strong> los Horrores<br />
pueda, al pasar ante el cuadro plástico que representa una escena <strong>de</strong> los jugadores, ver<br />
las cartas que tiene en la mano una <strong>de</strong>terminada figura <strong>de</strong> cera, sin lanzarle más que una<br />
inocente mirada <strong>de</strong> soslayo.<br />
“Ahora bien, cierta noche fue efectuada una extraña manipulación con estas cartas. <strong>Las</strong><br />
que tenía en su mano el otro jugador, el “joven caballero”, no fueron siquiera tocadas,<br />
como lo <strong>de</strong>mostraba el que hubieran estado almacenando polvo. Pero alguna persona,<br />
una persona <strong>de</strong>terminada, tomó cierto número <strong>de</strong> cartas <strong>de</strong> las que tenía en la mano el<br />
“viejo tramposo”, arrojándolas sobre la mesa, y, <strong>de</strong>spués, añadió cuatro cartas <strong>de</strong> otras<br />
dos barajas.<br />
“¿Por qué lo hizo? No era porque alguien <strong>de</strong>seara gastar la broma <strong>de</strong> crear la ilusión <strong>de</strong><br />
que los muñecos <strong>de</strong> cera estaban jugando a las cartas. De haber sido éste el motivo,<br />
habría movido asimismo las falsas monedas <strong>de</strong> oro. Pero éstas no fueron tocadas.<br />
“La respuesta es tan sencilla como evi<strong>de</strong>nte. Hay veintiséis letras en nuestro alfabeto, y<br />
veintiséis, multiplicado por dos, nos da cincuenta y dos, o sea el número <strong>de</strong> cartas <strong>de</strong><br />
que consta una baraja. Suponiendo que quisiéramos aplicar arbitrariamente una carta a<br />
cada letra, podríamos efectuar fácilmente un sistema <strong>de</strong> clave infantil y elemental...<br />
49