07.05.2013 Views

Las hazañas de Sherlock Holmes

Las hazañas de Sherlock Holmes

Las hazañas de Sherlock Holmes

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Gregson llevó a un aparte al sargento.<br />

-Creo que no necesitamos más -le oí murmurar-. Su mujer nos ha dado el móvil y ahora<br />

sabemos por sus propios labios que se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong>l arma. Sir Reginald Lavington -dijo<br />

autoritariamente, avanzando hacia el baronet-, <strong>de</strong>bo pedirle que me acompañe a la<br />

Comisaría <strong>de</strong> Policía <strong>de</strong> Maidstone. Allí será usted formalmente acusado <strong>de</strong>...<br />

<strong>Holmes</strong> dio a su vez un paso a<strong>de</strong>lante.<br />

-¡Un momento, Gregson! Tiene usted que darnos veinticuatro horas para pensarlo. Debo<br />

<strong>de</strong>cirle, por su propio bien, que cualquier buen abogado reduciría a la nada su caso, por<br />

falta <strong>de</strong> pruebas convincentes.<br />

-No lo creo así, señor <strong>Holmes</strong>, especialmente con su esposa en el banquillo <strong>de</strong> los<br />

testigos.<br />

Sir Reginald se sobresaltó violentamente y una intensa pali<strong>de</strong>z cubrió su semblante<br />

atezado.<br />

-¡Le prevengo que no mezcle a mi esposa en esto! Diga lo que diga, no pue<strong>de</strong> testificar<br />

contra su marido.<br />

-No le pediremos que lo haga. Es suficiente con que repita lo que ha manifestado en<br />

presencia <strong>de</strong> testigos <strong>de</strong> la policía. Sin embargo, señor <strong>Holmes</strong> -añadió Gregson-, en<br />

pago a algún que otro pequeño favor que nos ha hecho usted en el pasado..., bien, ¡no<br />

veo inconveniente en conce<strong>de</strong>rle ese aplazamiento <strong>de</strong> unas cuantas horas! En cuanto a<br />

usted, Sir Reginald, si intentara abandonar esta casa, sería arrestado inmediatamente.<br />

Bien, señor <strong>Holmes</strong>, ¿qué hacemos ahora?<br />

Mi amigo se había puesto <strong>de</strong> rodillas y, a la luz <strong>de</strong> una vela, examinaba<br />

cuidadosamente los horribles charcos <strong>de</strong> sangre y vino que había en el entarimado <strong>de</strong><br />

roble.<br />

-¿Quiere hacerme el favor, Watson, <strong>de</strong> tirar <strong>de</strong>l cordón <strong>de</strong> la campanilla? -dijo<br />

poniéndose en pie.- No estarán <strong>de</strong> más unas palabras con el mayordomo que <strong>de</strong>scubrió<br />

el cadáver antes <strong>de</strong> buscar alojamiento en la posada <strong>de</strong>l pueblo. Vamos al vestíbulo.<br />

Creo que todos nos alegramos <strong>de</strong> abandonar aquella oscura estancia abovedada, con<br />

su terrible ocupante, y <strong>de</strong> encontrarnos ante el acogedor fuego <strong>de</strong> troncos que ardían<br />

crepitando en la chimenea. Lady Lavington, pálida pero bella en su batín <strong>de</strong> raso dorado<br />

oscuro, con cuello <strong>de</strong> encaje <strong>de</strong> Bruselas, se levantó <strong>de</strong>l sillón en que estaba sentada.<br />

Durante un instante, sus ojos parecieron escudriñarnos en muda e intensa pregunta, y<br />

luego corrió al lado <strong>de</strong> su esposo.<br />

-¡En nombre <strong>de</strong>l cielo, Margaret! ¿Qué has estado diciendo? -preguntó con las venas <strong>de</strong>l<br />

cuello hinchadas-. ¡Conseguirás que me ahorquen!<br />

-¡Cueste lo que cueste, te juro que no sufrirás mal alguno! Sin duda es mejor que... -Se<br />

inclinó y musitó agitadamente algunas palabras en el oído <strong>de</strong> su esposo.<br />

-¡Nunca jamás! -replicó vivamente su marido-. ¿Cómo? ¿Usted aquí, Gillings? ¿Ha<br />

estado usted también con<strong>de</strong>nando a su amo?<br />

78

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!