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-Y que resulta muy embarazoso para ciertas personas -objetó el <strong>de</strong>tective, <strong>de</strong>positando<br />
su hongo junto al gasógeno-. Bien, <strong>de</strong> la presencia <strong>de</strong> ese reverendo caballero <strong>de</strong>duzco<br />
que usted ya está enterado <strong>de</strong> ese pequeño asesinato cometido en Somerset. Los hechos<br />
son evi<strong>de</strong>ntes y conducen a una meta con tanta claridad como jalones, ¿no es verdad,<br />
señor <strong>Holmes</strong>?<br />
-Por <strong>de</strong>sgracia, los jalones se vuelven fácilmente en dirección opuesta -dijo <strong>Holmes</strong>-. Es<br />
una perogrullada, Lestra<strong>de</strong>, <strong>de</strong> la cual ya le hice a usted una o dos pequeñas<br />
<strong>de</strong>mostraciones en el pasado.<br />
El hombre <strong>de</strong> Scotland Yard se sonrojó, visiblemente enojado.<br />
-Bien, bien, señor <strong>Holmes</strong>, es posible. Pero en esta ocasión no me cabe la menor duda.<br />
Existen el motivo y la oportunidad. Conocemos al autor y sólo falta hallar los medios<br />
empleados.<br />
-¡Le aseguro a usted que mi infortunado sobrino...! -prorrumpió distraídamente el<br />
clérigo.<br />
-No he mencionado nombre alguno.<br />
-¡Pero lo ha consi<strong>de</strong>rado como evi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que supo que era el<br />
médico <strong>de</strong> Trelawney! Como es él quien ha <strong>de</strong> beneficiarse <strong>de</strong> su <strong>de</strong>plorable<br />
testamento...<br />
-Ha olvidado usted mencionar la reputación personal <strong>de</strong> que goza su sobrino, vicario<br />
Appley -dijo Lestra<strong>de</strong> ceñudamente.<br />
-¡Era alborotador, sí! ¡Romántico, fogoso y alocado sí usted quiere! Pero un asesino a<br />
sangre fría... ¡nunca! Le conozco <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cuna.<br />
-Bien, ya lo veremos. Señor <strong>Holmes</strong>, querría hablar con usted unas palabras a solas.<br />
Durante este intercambio entre nuestro atribulado cliente y Lestra<strong>de</strong>, <strong>Holmes</strong> estuvo<br />
con la vista fija en el techo, con aquella mirada ausente y soñadora que le había notado<br />
sólo en aquellas ocasiones en que su mente le susurraba que existía algún sutil hilo <strong>de</strong><br />
pruebas, pero enterrado aún, como ahora, en el embrollo <strong>de</strong> hechos evi<strong>de</strong>ntes y no<br />
menos evi<strong>de</strong>ntes sospechas. Bruscamente, se levantó y se dirigió al vicario.<br />
-Según he comprendido, ¿regresa usted a Somerset esta tar<strong>de</strong>?<br />
-En efecto, en el tren <strong>de</strong> las 2,30 <strong>de</strong> Paddington. -Asomó el color a su rostro al ponerse<br />
en pie-. ¿Debo enten<strong>de</strong>r, mi estimado <strong>Holmes</strong>...?<br />
-El doctor Watson y yo le acompañaremos. ¿Quiere usted hacer el favor <strong>de</strong> pedir a la<br />
señora Hudson que llame a un coche, señor vicario?<br />
Nuestro cliente bajó las escaleras.<br />
-Es un asunto bastante curioso -dijo <strong>Holmes</strong>, mientras ponía tabaco <strong>de</strong> la zapatilla persa<br />
en su tabaquera <strong>de</strong> bolsillo.<br />
-Me alegro <strong>de</strong> que al menos usted vea algo claro en esto, querido amigo -observé-, pues<br />
me pareció que estaba algo impaciente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio con el buen vicario,<br />
especialmente cuando se extravió hablando <strong>de</strong> sus primeras ambiciones médicas y <strong>de</strong> la<br />
posibilidad <strong>de</strong> que, por distracción, hubiese operado <strong>de</strong> cálculos biliares a un enfermo <strong>de</strong><br />
catarro.<br />
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