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Las hazañas de Sherlock Holmes

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La Aventura <strong>de</strong> la Habitación Cerrada<br />

Mi esposa pa<strong>de</strong>cía un ligero resfriado, como aparece anotado en mí libreta, cuando<br />

aquella mañana <strong>de</strong>l 21 <strong>de</strong> abril <strong>de</strong> 1888 fuimos introducidos <strong>de</strong> manera tan dramática en<br />

uno <strong>de</strong> los más singulares problemas en los anales <strong>de</strong> mi amigo el señor <strong>Sherlock</strong><br />

<strong>Holmes</strong>.<br />

Por aquella época, como ya he indicado en algún otro lugar, mi consulta médica<br />

estaba en el distrito <strong>de</strong> Paddington. Joven y activo como era yo entonces, solía<br />

levantarme temprano. A las ocho <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong> aquel día, me hallaba en la planta<br />

baja, molestando a la criada al encen<strong>de</strong>r la chimenea <strong>de</strong>l vestíbulo, cuando me sobresalté<br />

al oír el campanillazo <strong>de</strong> la puerta <strong>de</strong> la calle.<br />

A aquellas horas, un paciente no podía venir por una consulta trivial. Y, cuando abrí<br />

la puerta, aún me impresionaron más la pali<strong>de</strong>z y agitación que la juventud y belleza <strong>de</strong><br />

la muchacha que se hallaba en el dintel <strong>de</strong> mi mo<strong>de</strong>sto hogar.<br />

-¿El doctor Watson? -preguntó, alzando su velo.<br />

-El mismo, señora.<br />

-Le ruego que me disculpe esta intrusión tan <strong>de</strong> mañana. He venido a... he venido a...<br />

-Tenga la bondad <strong>de</strong> pasar a mi consultorio -dije, señalando el camino con paso<br />

<strong>de</strong>cidido, a la vez que examinaba atentamente a la joven dama.<br />

Es un buen sistema que un médico impresione a sus pacientes <strong>de</strong>duciendo sus<br />

síntomas y, por en<strong>de</strong>, las dolencias que les aquejan antes <strong>de</strong> haberles formulado<br />

pregunta alguna.<br />

-Hace calor para esta época <strong>de</strong>l año -proseguí cuando llegamos a mi consulta- aunque<br />

siempre existe la posibilidad <strong>de</strong> un <strong>de</strong>scenso <strong>de</strong> temperatura, a menos que se tengan las<br />

habitaciones herméticamente cerradas contra las corrientes <strong>de</strong>l exterior.<br />

El efecto que produjo esta observación fue extraordinario. Por un momento, mi<br />

visitante se me quedó mirando fijamente con los ojos grises abiertos <strong>de</strong> par en par en su<br />

bello rostro.<br />

-¡Una habitación cerrada!-exclamó-. ¡Oh, Dios mío, una habitación cerrada!<br />

Su exclamación se convirtió en un alarido que se oyó en toda la casa y, acto seguido,<br />

la joven cayó <strong>de</strong>smayada.<br />

Horrorizado, vertí un poco <strong>de</strong> agua <strong>de</strong> la garrafa, le añadí un chorro <strong>de</strong> coñac y,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> instalar a mi cliente en una silla, la persuadí para que la ingiriera. Apenas<br />

había terminado <strong>de</strong> hacerlo cuando mi mujer, alarmada por el grito, apareció en la<br />

consulta.<br />

-Santo cielo, John, ¿qué es lo que...? -Se <strong>de</strong>tuvo-. ¡Cómo, si es Cora Murray!<br />

-¿Conoces a esta joven?<br />

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