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Las hazañas de Sherlock Holmes

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-¡Si, en efecto, esto es <strong>de</strong> lo más satisfactorio! -dijo <strong>Holmes</strong>, frotándose los <strong>de</strong>dos-.<br />

¿Tenía el coronel Warburton la costumbre <strong>de</strong> atrancar la puerta cuando él y su esposa se<br />

hallaban en el interior <strong>de</strong> la “Habitación <strong>de</strong> las Curiosida<strong>de</strong>s”, creo que la llamó usted,<br />

cada noche <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cenar?<br />

Una súbita perplejidad se reflejó en el rostro <strong>de</strong> nuestra visitante.<br />

-¡Santo cielo, no! -respondió-. ¡No se me había ocurrido!<br />

-Pero me temo que, <strong>de</strong> todos modos, eso no cambia nada. Por el contrario, fortalece la<br />

teoría <strong>de</strong> la locura.<br />

Los ojos grises <strong>de</strong> Cora Murray eran firmes ahora.<br />

-Nadie pue<strong>de</strong> darse cuenta mejor <strong>de</strong> ello que yo, señor <strong>Holmes</strong>. Con todo, <strong>de</strong> haber sido<br />

la intención <strong>de</strong>l coronel el poner fin a la vida <strong>de</strong> Eleanor y a la suya propia. Bueno,<br />

¿puedo negar que habría echado el pestillo?<br />

-Si me permite <strong>de</strong>cirlo, señorita -observó <strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong>-, es usted una joven <strong>de</strong> un<br />

sentido común poco corriente. Aparte <strong>de</strong> esas curiosida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la India, ¿diría usted que<br />

el coronel era un hombre <strong>de</strong> costumbres convencionales?<br />

-Eminentemente. Y, sin embargo...<br />

-¿Habla usted por intuición femenina?<br />

-¡Caballero! ¿Qué son sus propios juicios orgullosos sino intuición masculina?<br />

-¡Son lógicos, señorita! Pero le ruego que me perdone mi humor irascible <strong>de</strong> esta<br />

mañana.<br />

La señorita Murray inclinó graciosamente la cabeza.<br />

-Se oyeron dos disparos que nos sobresaltaron a todos los que estábamos en la casa.<br />

Cuando miramos a través <strong>de</strong> la ventana y vimos aquellos dos cuerpos encogidos sobre el<br />

suelo a la luz amortiguada <strong>de</strong> las lámparas que herían con un frío reflejo azul los ojos <strong>de</strong><br />

lapislázuli <strong>de</strong> aquella horrible máscara mortuoria que hay en la estancia, me invadió un<br />

temor supersticioso.<br />

<strong>Holmes</strong> se hallaba recostado en su sillón, con su antiguo batín color <strong>de</strong> topo sobre los<br />

hombros, y con aire <strong>de</strong>scontento y aburrido.<br />

-Mi querido Watson -dijo-, encontrará usted en la carbonera la caja <strong>de</strong> cigarros. Haga el<br />

favor <strong>de</strong> alcanzármela, siempre que la señorita Murray no tenga nada que objetar al<br />

humo <strong>de</strong> un cigarro.<br />

-La hija <strong>de</strong> un angloindio, señor <strong>Holmes</strong> -replicó nuestra visitante-, poco tendría que<br />

objetar a eso. -Vaciló y se mordió el labio-. La verdad es que -añadió-, cuando el<br />

comandante Earnshaw, el capitán <strong>Las</strong>her y yo irrumpimos en la habitación cerrada, lo<br />

primero que me llamó la atención fue el aroma <strong>de</strong>l cigarro <strong>de</strong>l coronel Warburton.<br />

Esta observación casual fue seguida por un momento <strong>de</strong> intenso silencio. <strong>Sherlock</strong><br />

<strong>Holmes</strong> se había puesto en pie como impelido por un resorte, con la caja <strong>de</strong> puros en la<br />

mano, y miraba fijamente a la señorita Murray.<br />

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