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Las hazañas de Sherlock Holmes

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señor vicario, creo que el asunto se halla más bien <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su competencia que <strong>de</strong> la<br />

mía.<br />

-Le ruego que me disculpe -dijo el vicario apresuradamente-. Mis palabras han sido<br />

quizá <strong>de</strong>masiado enfáticas y hasta irreverentes. Pero ya compren<strong>de</strong>rá usted que este<br />

horrible acontecimiento, este... -Su voz se redujo casi a un murmullo, a la vez que se<br />

inclinaba hacia <strong>de</strong>lante en su sillón-. ¡Señor <strong>Holmes</strong>, es una villanía, una <strong>de</strong>liberada<br />

infamia a sangre fría!<br />

-Créame, señor, soy todo oídos.<br />

-El señor John Trelawney (Hacendado Trelawney, le <strong>de</strong>nominábamos nosotros) era el<br />

más rico propietario en varios kilómetros a la redonda. Hace exactamente cuatro noches,<br />

pocos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cumplir sus setenta años, murió en su lecho.<br />

-¡Hum! Eso no tiene nada <strong>de</strong> extraordinario.<br />

-No señor; pero escuche... -exclamó el vicario, alzando un largo <strong>de</strong>do índice cuya yema<br />

aparecía singularmente tiznada-. John Trelawney era un hombre robusto y sano, que no<br />

sufría ninguna enfermedad orgánica, por cuya razón todo hacía prever que aún duraría<br />

en este mundo por lo menos una docena <strong>de</strong> años. El doctor Paul Griffin, nuestro médico,<br />

e inci<strong>de</strong>ntalmente mi sobrino, rehusó <strong>de</strong> plano exten<strong>de</strong>r un certificado <strong>de</strong> <strong>de</strong>función, <strong>de</strong><br />

resultas <strong>de</strong> la autopsia.<br />

<strong>Holmes</strong>, que aún no se había quitado su batín color ratón, y permanecía recostado<br />

lánguidamente en su sillón, abrió ahora a medias los ojos.<br />

-¡Una autopsia! -exclamó-. ¿Efectuada por su sobrino?<br />

El vicario Appley titubeó.<br />

-No, señor <strong>Holmes</strong>. La autopsia fue llevada a cabo por Sir Leopold Harper, nuestra<br />

máxima autoridad en cuestión <strong>de</strong> medicina forense. Debo <strong>de</strong>cirle sobre el particular, que<br />

el pobre Trelawney no falleció <strong>de</strong> muerte natural. De ello no sólo la policía, sino<br />

también Scotland Yard han sido advertidos.<br />

-¡Ah!<br />

-Por otra parte -continuó el vicario Appley, con visibles muestras <strong>de</strong> agitación-,<br />

Trelawney no fue asesinado, es imposible. Se ha efectuado el más minucioso examen<br />

médico para dictaminar que no podía haber muerto por una causa semejante.<br />

Durante un instante reinó el silencio en la sala, en la que las persianas habían sido<br />

semi entornadas para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong>l sol veraniego.<br />

-Mi querido Watson -dijo <strong>Holmes</strong> afablemente-. ¿Quiere usted hacer el favor <strong>de</strong><br />

alcanzarme una pipa <strong>de</strong> arcilla <strong>de</strong>l bastidor que hay sobre el sofá? Gracias. Opino, señor<br />

Appley, que la arcilla es la que mejor induce a la meditación. ¿Puedo ofrecerle a usted<br />

un cigarro?<br />

-Cras ingens itembimus aequor -dijo el clérigo acariciándose las pobladas patillas con<br />

sus <strong>de</strong>dos singularmente moteados-. Por el momento no, gracias. No podría fumar. ¡No<br />

me atrevo a hacerlo! Me sofocaría. Me doy cuenta <strong>de</strong> que <strong>de</strong>bo relatarle los hechos con<br />

<strong>de</strong>talles precisos. Pero la cosa resulta difícil. ¿Ha observado usted que soy algo<br />

distraído?<br />

-Des<strong>de</strong> luego.<br />

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