07.05.2013 Views

Las hazañas de Sherlock Holmes

Las hazañas de Sherlock Holmes

Las hazañas de Sherlock Holmes

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

-El comandante Earnshaw, Jack <strong>Las</strong>her, Chundra Lal y yo misma. Una mirada a través<br />

<strong>de</strong> la ventana nos permitió ver a George y a Eleanor Warburton tendidos sobre la<br />

alfombra roja <strong>de</strong> Bruselas. La sangre manaba aún <strong>de</strong> la herida en el pecho <strong>de</strong> Eleanor.<br />

-¿Y <strong>de</strong>spués?<br />

-¿Recuerda usted que dije que el jardín que hay en la parte <strong>de</strong> <strong>de</strong>lante es rocoso?<br />

-Tomé nota mental <strong>de</strong> ello.<br />

-Es un jardín rocoso con piso <strong>de</strong> grava. Or<strong>de</strong>nándonos que nos apostáramos todos en las<br />

puertas para que no pudiese escapar un supuesto ladrón, Jack tomó un gran pedrusco y<br />

rompió una ventana. Pero no había ningún ladrón, señor <strong>Holmes</strong>. Una simple ojeada me<br />

permitió cerciorarme <strong>de</strong> que ambas ventanas estaban aún cerradas con doble cerrojo por<br />

el interior. Inmediatamente <strong>de</strong>spués, y antes <strong>de</strong> que nadie se acercara a la puerta, me<br />

dirigí hacia ella y la encontré también cerrada por <strong>de</strong>ntro. Creo que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer<br />

momento supe que no había ladrón alguno.<br />

-¿Usted lo sabía?<br />

-Era a causa <strong>de</strong>l temor que George sentía por su colección <strong>de</strong> antigüeda<strong>de</strong>s -respondió<br />

sencillamente la señorita Murray-. Incluso la chimenea está tapiada en aquella estancia.<br />

Chundra Lal miraba con gesto inescrutable a los duros ojos azules <strong>de</strong> la máscara<br />

mortuoria que había contra el muro y el pie <strong>de</strong>l comandante Earnshaw tropezó con el<br />

revólver que estaba en el suelo cerca <strong>de</strong> la mano <strong>de</strong> George. “Mal asunto éste -dijo el<br />

comandante-. Lo mejor será llamar a un médico”. Creo que ésta es toda la historia.<br />

Durante un rato, <strong>de</strong>spués que hubo terminado <strong>de</strong> hablar la muchacha, <strong>Holmes</strong><br />

permaneció inmóvil ante el fuego, dando vueltas en sus manos al afilado cuchillo con el<br />

que clavaba en la repisa <strong>de</strong> la chimenea la correspon<strong>de</strong>ncia sin contestar.<br />

-¡Hum! -dijo por fin-. ¿Y cuál es la situación actual?<br />

-La pobre Eleanor está malherida en una clínica <strong>de</strong> Bayswater. Pue<strong>de</strong> que no se<br />

recupere. El cadáver <strong>de</strong> George ha sido llevado al <strong>de</strong>pósito. Cuando abandoné esta<br />

mañana Cambridge Terrace, con la alocada esperanza <strong>de</strong> conseguir la ayuda <strong>de</strong> usted<br />

por mediación <strong>de</strong>l doctor Watson. La policía se había presentado en la persona <strong>de</strong> un tal<br />

inspector MacDonald. Pero, ¿qué podrá hacer?<br />

-Así es, ¿qué podrá hacer? -dijo <strong>Holmes</strong> como en un eco. Pero sus ojos hundidos<br />

relucían y alzando el cuchillo lo asestó como un puñal contra los sobres por abrir-. ¡El<br />

inspector Mac! -prosiguió-. Esto está bastante mejor. Mucho me temo que no habría<br />

podido soportar a Lestra<strong>de</strong> o a Gregson esta mañana. Si la señorita me permite un<br />

instante, mientras me pongo capote y sombrero, iremos juntos a Cambridge Terrace.<br />

-¡<strong>Holmes</strong>! -protesté-. ¡Sería monstruoso dar falsas esperanzas a la señorita Murray!<br />

Mi amigo me lanzó una <strong>de</strong> sus miradas frías e imperativas.<br />

-Mi querido Watson, nunca acostumbro a dar falsas esperanzas, ni tampoco a<br />

<strong>de</strong>secharlas. Examino los hechos. Voila tout.<br />

Me percaté <strong>de</strong> que <strong>de</strong>slizaba la lupa en uno <strong>de</strong> sus bolsillos y, mientras un lando nos<br />

conducía a través <strong>de</strong> las calles, le vi sumamente pensativo, mordiéndose el labio.<br />

94

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!