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-Tenemos aún un par <strong>de</strong> kilómetros por <strong>de</strong>lante -dijo Lestra<strong>de</strong> agriamente.<br />
-Preferiría no ir a la casa <strong>de</strong> buenas a primeras -dijo <strong>Holmes</strong>-. ¿No existe algún hostal en<br />
esta al<strong>de</strong>a?<br />
-Está el “Camberwell Arms”.<br />
-Vamos allí entonces. Prefiero comenzar en terreno neutral.<br />
-¡Verda<strong>de</strong>ramente, <strong>Holmes</strong>, no puedo imaginar...! -exclamó Lestra<strong>de</strong>.<br />
-Precisamente -observó <strong>Holmes</strong>, sin añadir una palabra más hasta que estuvimos<br />
acomodados en la sala privada <strong>de</strong> la antigua hostería.<br />
<strong>Holmes</strong> garrapateó unas cuantas líneas en su libreta <strong>de</strong> notas y arrancó dos hojas.<br />
-Y ahora, vicario Appley, ¿podría tomarme la libertad <strong>de</strong> enviar a su criado con esta<br />
nota al “Goodman's Rest” y con la otra al señor Ainsworth?<br />
-Naturalmente que sí.<br />
-Excelente. En ese caso, tenemos aún tiempo <strong>de</strong> fumar una pipa antes <strong>de</strong> que se reúnan<br />
con nosotros la señorita Dolores y su prometido.<br />
Permanecimos sentados en silencio durante algún tiempo, ocupado cada cual en sus<br />
propios pensamientos.<br />
Por lo que a mí se refiere, tenía <strong>de</strong>masiada confianza en mi amigo para aceptar lo<br />
evi<strong>de</strong>nte en la expresión <strong>de</strong> su rostro, que parecía reflejar perplejidad.<br />
-Bien, señor <strong>Holmes</strong> -dijo Lestra<strong>de</strong> por fin, en tono severo-. Ya ha sido usted lo<br />
suficientemente misterioso para contentar hasta al doctor Watson. Explíquenos su teoría.<br />
-Pues el caso es que no tengo teoría. Estoy simplemente analizando mis datos.<br />
-Lo que ha hecho que pase usted por alto al criminal.<br />
-Eso está por ver. Por ejemplo, señor vicario, ¿cuáles son las relaciones entre la señorita<br />
Dolores y su sobrino?<br />
-Es extraño que haya usted mencionado esto -replicó el vicario Appley-. Pues sus<br />
relaciones han sido un motivo <strong>de</strong> aflicción para mí <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace algún tiempo. Pero en<br />
justicia <strong>de</strong>bo señalar que la culpa es <strong>de</strong> la joven. Sin razón alguna se muestra<br />
injustificadamente ofensiva con él. Lo peor <strong>de</strong> todo es que le hace objeto <strong>de</strong> su aversión<br />
en público.<br />
-¡Ah! ¿Y qué dice Ainsworth?<br />
-Ainsworth es <strong>de</strong>masiado buen muchacho para no <strong>de</strong>plorar esta conducta <strong>de</strong> su<br />
prometida hacia mi sobrino. La consi<strong>de</strong>ra casi como una ofensa personal.<br />
-Verda<strong>de</strong>ramente, su actitud es <strong>de</strong> lo más loable. Pero aquí están nuestros visitantes, o<br />
mucho me equivoco.<br />
La vieja puerta rechinó al abrirse, y una muchacha espigada y encantadora penetró en<br />
la estancia. Sus ojos negros, que relucían con un brillo especial, se posaron en nosotros<br />
por turno, con una mirada larga e inquisitiva que tenía un fulgor <strong>de</strong> animosidad y algo<br />
más <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación. La seguía un joven <strong>de</strong>lgado y rubio, <strong>de</strong> tez fresca y ojos<br />
singularmente azules y sagaces; saludó al vicario Appley amistosamente.<br />
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