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Las hazañas de Sherlock Holmes

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-Señor <strong>Holmes</strong>, le he tenido a usted cierta estima y respeto -respondió cortante-. Pero<br />

hay ocasiones en las que no es apropiado. ¿Qué diablos tienen que ver las ostras con<br />

esto?<br />

-Simplemente, que para comerlas tomaría usted con toda probabilidad el tenedor que<br />

tuviera más a mano. Para el observador entrenado, sin duda, habría algo significativo en<br />

el hecho <strong>de</strong> que, en vez <strong>de</strong> aquel tenedor, tomara usted el que se halla junto al plato <strong>de</strong><br />

su vecino. Dejaré que medite sobre esa i<strong>de</strong>a.<br />

Durante un largo instante, MacDonald se quedó mirando, fija e intensamente, a mi<br />

amigo.<br />

-¡Ah, señor <strong>Holmes</strong>! -dijo por fin-. ¡Muy interesante! ¡Me agradará oír sus sugerencias!<br />

-En ese caso, le aconsejo que haga entarimar la ventana rota -replicó <strong>Holmes</strong>-. Aparte <strong>de</strong><br />

esto, no permita que se toque nada hasta que nos veamos mañana por la mañana.<br />

Vamos, Watson. Veo que ha dado ya la una y no creo que esté <strong>de</strong> sobra un plato <strong>de</strong><br />

calamare a la siciliana en Pellegrini.<br />

Pasé la tar<strong>de</strong> ocupado en hacer mi recorrido profesional, que había quedado aplazado,<br />

y no fue hasta las primeras horas <strong>de</strong> la mañana siguiente cuando me encontré <strong>de</strong> nuevo<br />

en la calle Baker. La señora Hudson me abrió la puerta, y me había <strong>de</strong>tenido ante la<br />

escalera para respon<strong>de</strong>r a su pregunta <strong>de</strong> si me quedaría o no a comer, cuando el<br />

estampido <strong>de</strong> un disparo retumbó en toda la casa. La señora Hudson se asió a la<br />

barandilla.<br />

-Ya vuelve a las andadas, señor -gimió-. ¡Esas con<strong>de</strong>nadas pistolas! ¡Hace menos <strong>de</strong> seis<br />

meses voló las esquinas <strong>de</strong> la repisa <strong>de</strong> la chimenea! En interés <strong>de</strong> la justicia, me dijo el<br />

señor <strong>Holmes</strong>. ¡Oh, doctor Watson, vaya <strong>de</strong>prisa, no sea que esta vez <strong>de</strong>struya ese<br />

carísimo gasógeno!<br />

Tras <strong>de</strong>dicar a la excelente mujer unas palabras <strong>de</strong> consuelo, subí a toda velocidad las<br />

escaleras y abrí <strong>de</strong> par en par la puerta <strong>de</strong> nuestro cuarto <strong>de</strong> estar, en el preciso momento<br />

en que sonaba otro disparo. A través <strong>de</strong> una nube <strong>de</strong> acre pólvora negra, divisé a<br />

<strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong>. Se hallaba repantigado en su sillón, enfundado en su batín, con un<br />

puro en la boca y un revólver humeante en la mano <strong>de</strong>recha.<br />

-¡Ah, Watson! -dijo lánguidamente.<br />

-¡Santo cielo, <strong>Holmes</strong>, esto es realmente intolerable! -exclamé. Esto huele como un<br />

campo <strong>de</strong> tiro. Si no le importan los <strong>de</strong>sperfectos, cuando menos le ruego que consi<strong>de</strong>re<br />

el efecto que esto produce sobre los nervios <strong>de</strong> la señora Hudson y los <strong>de</strong> sus clientes. -<br />

Abrí <strong>de</strong> par en par las ventanas y me sentí aliviado al ver que el ruidoso tránsito <strong>de</strong><br />

carruajes y vehículos <strong>de</strong> todas clases había ocultado el estampido <strong>de</strong> los disparos-. ¡Qué<br />

atmósfera más irrespirable! -añadí severamente.<br />

<strong>Holmes</strong> extendió un brazo y colocó el revólver en la repisa <strong>de</strong> la chimenea.<br />

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