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-Tiene cercenada la garganta -dijo Bassett-. Y aquí -prosiguió yendo hacia la pare<strong>de</strong>stuvo<br />
la daga que le <strong>de</strong>jó sin vida.<br />
Nos dirigimos a don<strong>de</strong> se hallaba sosteniendo en alto el can<strong>de</strong>labro contra el antiguo<br />
artesonado. En una bien surtida panoplia dos pequeños ganchos <strong>de</strong> metal mostraban el<br />
lugar <strong>de</strong>l que había pendido algún arma.<br />
-¿Cómo sabe usted que era una daga? -preguntó Gregson.<br />
Bassett señaló una leve raspadura en la ma<strong>de</strong>ra, que aparecía unos doce centímetros<br />
más abajo. <strong>Holmes</strong> asintió en gesto <strong>de</strong> aprobación.<br />
-¡Bien, sargento! -dijo-. Pero tendrán otras pruebas aparte <strong>de</strong> esa raspadura en el<br />
artesonado, ¿verdad?<br />
-¡Si! ¡Pregúnteselo al mayordomo, Gillings! Es una antigua daga <strong>de</strong> caza; hace años que<br />
ha estado colgada ahí. Y ahora, mire la herida <strong>de</strong> la garganta <strong>de</strong>l coronel.<br />
A pesar <strong>de</strong> que me hallaba inmunizado contra las escenas violentas por haber<br />
presenciado tantas, en aquella ocasión no pu<strong>de</strong> por menos que dar un paso atrás. Bassett,<br />
asiendo el rubio cabello agrisado en las sienes, alzó la cabeza <strong>de</strong>l hombre. Incluso en la<br />
muerte era un rostro aguileño, con una nariz prominente que se curvaba sobre una boca<br />
<strong>de</strong> trazo cruel.<br />
-La daga, claro -observó <strong>Holmes</strong>-. Pero, ¿no da la impresión <strong>de</strong> haber efectuado una<br />
singular trayectoria antes <strong>de</strong> dar el golpe? La herida parece asestada <strong>de</strong> abajo arriba...<br />
El <strong>de</strong>tective local sonrió con una mueca ceñuda.<br />
-No es tan singular, señor <strong>Holmes</strong>, si el asesino asestó el golpe cuando su víctima alzaba<br />
esta pesada copa para beber. El coronel Dalcy <strong>de</strong>bió haber empleado ambas manos.<br />
Sabemos ya que él y Sir Reginal estuvieron bebiendo aquí juntos brindando por el éxito<br />
<strong>de</strong>l caballo <strong>de</strong>l coronel la semana que viene en Leopardstown.<br />
Todos miramos el gran recipiente <strong>de</strong> más <strong>de</strong> treinta centímetros <strong>de</strong> alto. Era <strong>de</strong> plata<br />
antigua, magníficamente repujada y cincelada, ceñida más abajo <strong>de</strong> la embocadura por<br />
un círculo <strong>de</strong> adornos. Dado que estaba sobre las manchas rojas y los arañazos que se<br />
veían sobre la espantosa mesa, me fijé en las dos figurillas gemelas, también <strong>de</strong> plata,<br />
que representaban unas lechuzas, y <strong>de</strong>coraban los extremos <strong>de</strong> las asas <strong>de</strong> la copa.<br />
-La “Suerte <strong>de</strong> Lavington” -dijo Bassett con una breve carcajada-. Pue<strong>de</strong>n uste<strong>de</strong>s ver<br />
esas mismas lechuzas en el escudo <strong>de</strong> la familia. Bueno, parece que no trajo suerte al<br />
coronel Dalcy. Alguien le asesinó mientras se llevaba la copa a los labios.<br />
-¿Alguien? -dijo una voz <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el fondo <strong>de</strong> la estancia.<br />
<strong>Holmes</strong> había alzado la copa y estaba examinando atentamente las manchas <strong>de</strong> sangre<br />
y vino, cuando el sobresalto <strong>de</strong> la imprevista interrupción nos hizo volvernos hacia el<br />
otro lado <strong>de</strong> la sala.<br />
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