You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
-¡Vaya, esto es aún más <strong>de</strong> lamentar! Sin embargo, veremos lo que po<strong>de</strong>mos hacer.<br />
Watson, ¿tiene usted alguna objeción que formular sobre salir fuera en una noche tan<br />
lluviosa?<br />
-En lo más mínimo -respondí muy asombrado-. Pero, ¿por qué?<br />
-¡Este maldito sofá, amigo mío! Puesto que estoy confinado a él, como a un lecho <strong>de</strong><br />
enfermo, usted <strong>de</strong>be ser mis ojos. Siento tener que pasar por encima <strong>de</strong> sus dolores<br />
reumáticos, señor Baxter, pero ¿sería mucho pedir que acompañara usted al doctor<br />
Watson en una breve visita que me gustaría que efectuara a la Cámara <strong>de</strong> los Horrores?<br />
Gracias... excelente...<br />
-Pero, ¿qué tengo que hacer? -pregunté.<br />
-En el cajón superior <strong>de</strong> mi escritorio, Watson, encontrará usted algunos sobres.<br />
-¿Y...?<br />
-Hágame el favor <strong>de</strong> contar el número <strong>de</strong> cartas que tiene en la mano cada una <strong>de</strong> las dos<br />
figuras <strong>de</strong> cera. Luego, y tomándolas cuidadosamente en el or<strong>de</strong>n en que actualmente<br />
están, y <strong>de</strong> izquierda a <strong>de</strong>recha, le agra<strong>de</strong>ceré que las coloque en sobres separados que<br />
marcará usted al efecto. Haga lo propio con las cartas que hay encima <strong>de</strong> la mesa, frente<br />
a cada uno <strong>de</strong> ambos jugadores y tráigamelas tan pronto como haya ejecutado usted su<br />
tarea.<br />
-Señor... -comenzó a <strong>de</strong>cir el viejo guardián, dando muestras <strong>de</strong> agitación.<br />
-No, no, señor Baxter... Preferiría no hablar ahora. Tengo sólo una hipótesis <strong>de</strong> trabajo y<br />
parece haber una dificultad casi insuperable. -<strong>Holmes</strong> frunció el entrecejo-. Pero es <strong>de</strong><br />
primerísima importancia <strong>de</strong>scubrir, en el más amplio sentido <strong>de</strong> la palabra, qué clase <strong>de</strong><br />
juego se está jugando en ese museo <strong>de</strong> figuras <strong>de</strong> cera.<br />
Acompañado por Samuel Baxter y por su nieta, me aventuré en la lluviosa oscuridad<br />
y, a pesar <strong>de</strong> las protestas <strong>de</strong> la señorita Baxter, al cabo <strong>de</strong> unos diez minutos nos<br />
hallábamos los tres ante el cuadro plástico <strong>de</strong> los jugadores, en la Cámara <strong>de</strong> los<br />
Horrores.<br />
Un joven, no mal parecido, llamado Roben Parsnip, y que se veía bien a las claras<br />
que estaba prendado <strong>de</strong> los encantos <strong>de</strong> Eleanor Baxter, encendió los mecheros <strong>de</strong> gas.<br />
Pero, aun así, la lúgubre estancia permanecía en una semioscuridad, en la cual las hileras<br />
<strong>de</strong> malcaradas figuras <strong>de</strong> cera parecían infundidas <strong>de</strong> una horrible inmovilidad <strong>de</strong> araña,<br />
como esperando tan solo que un visitante se hallase <strong>de</strong>sprevenido para atraparlo en su<br />
red.<br />
El museo <strong>de</strong> madame Taupin es tan conocido que no precisa <strong>de</strong> una <strong>de</strong>scripción<br />
general. Pero me sentí <strong>de</strong>sagradablemente impresionado por el cuadro <strong>de</strong>nominado “La<br />
historia <strong>de</strong> un crimen”. <strong>Las</strong> escenas resultaban vividas <strong>de</strong>bido a su perfecta ejecución y<br />
colorido, así como a su ambientación exacta <strong>de</strong>l siglo XVIII. Si yo hubiese sido <strong>de</strong><br />
verdad culpable <strong>de</strong> aquellos míticos <strong>de</strong>slices <strong>de</strong> jugador que me atribuía el inoportuno<br />
sentido <strong>de</strong>l humor <strong>de</strong> mi amigo, la exhibición que aparecía ante mi vista podría muy<br />
bien haber atormentado mi conciencia. Sobre todo cuando nos agachamos bajo la<br />
barandilla <strong>de</strong> hierro para acercarnos a los dos jugadores que ocupaban el escenario.<br />
-¡Maldita sea, Nellie, no toques las cartas! -prorrumpió el señor Baxter, mucho más<br />
dominante e irascible en sus propios dominios. Pero su tono <strong>de</strong> voz cambió al dirigirse a<br />
mí-: ¡Fíjese en esto, señor! Aquí hay -contó <strong>de</strong>spacio- nueve cartas en la mano <strong>de</strong> este<br />
viejo tramposo, y dieciséis en la <strong>de</strong>l joven caballero.<br />
-¡Escuchen! -murmuró la muchacha-. ¿No son los pasos <strong>de</strong> alguien que sube por las<br />
escaleras?<br />
-Maldita sea, Nellie, es Bob Parsnip. ¿Quién más podría ser?<br />
45