Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
Tengo una consi<strong>de</strong>rable experiencia con mujeres en muchas partes <strong>de</strong>l mundo pero<br />
nunca he visto a una dama <strong>de</strong> aspecto tan regio como la que en aquellos momentos<br />
<strong>de</strong>scendía por la escalinata. Al <strong>de</strong>tenerse con la mano posada en la barandilla,<br />
reflejándose la luz <strong>de</strong>l can<strong>de</strong>labro sobre su cabellera <strong>de</strong> suaves tonalida<strong>de</strong>s cobrizas y<br />
sus ver<strong>de</strong>s ojos enmarcados por largas y sedosas pestañas, tuve la impresión <strong>de</strong> estar<br />
contemplando una belleza radiante, pero empali<strong>de</strong>cida ahora por el peso <strong>de</strong> algún<br />
espantoso suceso que no podía compren<strong>de</strong>r.<br />
-Oí pronunciar su nombre, señor <strong>Sherlock</strong> <strong>Holmes</strong> -dijo-. Sé muy poco <strong>de</strong> esto, pero <strong>de</strong><br />
una cosa estoy segura: ¡mi esposo es inocente! Le ruego que consi<strong>de</strong>re esto en primer<br />
lugar.<br />
Durante un instante, <strong>Holmes</strong> la miró intensamente, como si aquella voz melodiosa<br />
hubiese pulsado alguna cuerda en su memoria.<br />
-Tendré presente su sugerencia, lady Lavington. Pero a buen seguro que su matrimonio<br />
ha privado a la escena <strong>de</strong>...<br />
-¿Conocía usted, pues, a Margaret Montpensier?<br />
Observé una súbita pincelada <strong>de</strong> color en el rostro <strong>de</strong> la mujer.<br />
-Si, así fue como conocí al coronel Dalcy. Pero mi esposo no tiene motivo para sentir<br />
celos... -Se <strong>de</strong>tuvo, consternada.<br />
-¿Cómo es eso, señora mía? -exclamó Gregson-. ¿Celos?<br />
Los dos <strong>de</strong>tectives oficiales cambiaron miradas <strong>de</strong> inteligencia.<br />
-Hasta ahora no teníamos móvil -dijo Bassett.<br />
Lady Lavington, antes la gran actriz Margaret Montpensier, había dicho más <strong>de</strong> lo<br />
que nunca hubiera <strong>de</strong>seado <strong>de</strong>cir. <strong>Holmes</strong> se inclinó gravemente, y seguimos al sargento<br />
hacia la puerta.<br />
Aunque la estancia en la que nos encontrábamos se hallaba por completo a oscuras<br />
tuve la impresión <strong>de</strong> que era una sala vastísima.<br />
-No hay luz aquí, excepto la <strong>de</strong> este can<strong>de</strong>labro, caballeros -dijo la voz <strong>de</strong> Bassett-.<br />
Esperen un instante en la puerta, por favor.<br />
Dio unos pasos hacia a<strong>de</strong>lante, acompañado por el resplandor <strong>de</strong> las cuatro velas <strong>de</strong>l<br />
can<strong>de</strong>labro, cuya luz se reflejó sobre una amplia y larga sala <strong>de</strong> refectorio, uno <strong>de</strong> cuyos<br />
extremos daba hacia la puerta. Al otro, la luz se posó sobre una gran copa <strong>de</strong> plata y dos<br />
manos humanas inmóviles que yacían a ambos lados. Bassett a<strong>de</strong>lantó el can<strong>de</strong>labro.<br />
-¡Mire esto, inspector Gregson! -dijo. Sentado ante la cabecera <strong>de</strong> la mesa, y con la<br />
mejilla sobre la superficie, yacía un hombre tendido hacia a<strong>de</strong>lante y con los brazos<br />
extendidos a ambos lados <strong>de</strong> la copa. Su cabello rubio relucía a la luz <strong>de</strong>l can<strong>de</strong>labro,<br />
<strong>de</strong>scacándose en un charco <strong>de</strong> sangre y vino.<br />
75