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122 Eduardo Bedoya Garland Cocaleros: estrategias productivas y riesgo<br />
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cocaleros y dos no cocaleros) residentes del distrito de Santa Rosa; y finalmente,<br />
c) cuatro agricultores (dos cocaleros y dos no cocaleros) residentes de<br />
los poblados rurales de Pasñato y Pichari, ubicados fuera de la zona donde se<br />
aplicaron las encuestas. Las comparaciones entre ambos grupos, basadas en<br />
las diferentes estrategias productivas, parecen ser bastante consistentes. En<br />
dichas entrevistas se insistió en las estrategias productivas y laborales de los<br />
agricultores cocaleros y de los no cocaleros 4 .<br />
Finalmente, resulta importante señalar que la encuesta a 120 agricultores<br />
se aplicó en un periodo en que los precios de la hoja de coca comercializada<br />
para fines de narcotráfico estaban altos; y los de los cultivos legales,<br />
como el café y el cacao, relativamente bajos. Dichas tendencias influyen<br />
en las decisiones productivas y laborales de los campesinos cocaleros y no<br />
cocaleros.<br />
Para la elaboración de los cuadros utilizamos una serie de cruces entre<br />
variables, anteriormente usados en estudios sobre la región del Alto Huallaga<br />
en la selva alta peruana (Aramburú y Bedoya 1987) y el Chapare, en el trópico<br />
boliviano (Painter y Bedoya 1991), con el objetivo de establecer comparaciones<br />
con las indicadas zonas también cocaleras. Igualmente, utilizamos fórmulas<br />
sobre índice de intensidad de uso del suelo, peso relativo de las purmas<br />
y tasa anual de deforestación, con el propósito de medir el nivel de intensificación<br />
de uso del suelo.<br />
El ensayo se divide en cinco partes. La primera sección describe las<br />
principales características sociales, demográficas y ocupacionales de las 120<br />
unidades familiares agropecuarias encuestadas. Una segunda describe la distribución<br />
de la tierra y el sistema agrícola predominante en la región. La<br />
sección tercera explica la funcionalidad de la coca. Seguidamente, en la sección<br />
cuarta, se analizan las razones de la no maximización del cultivo de la<br />
coca. En una quinta sección se aborda la estrategia de diversificación de los<br />
riesgos entre los cocaleros y la complementariedad calendárico-económica o<br />
la asociación de cultivos como parte de dicha estrategia. Por último, se presentan<br />
las conclusiones del ensayo.<br />
4. Los datos referidos al cultivo de la coca —y especialmente los relacionados con el<br />
número de hectáreas de coca— han sido un tanto subestimados por los agricultores<br />
encuestados. No obstante, la información sobre si el agricultor tiene o no tiene plantaciones<br />
de coca parece ser más confiable. En uno y otro caso, hemos verificado tendencias diferentes<br />
respecto al número de hectáreas cultivadas, el número de cultivos, la articulación con los<br />
mercados laborales y el impacto de las familias especialmente más numerosas sobre los sistemas<br />
de producción A partir de dichas comparaciones hemos podido comprender más claramente<br />
las distintas opciones productivas a las que se enfrentan cotidianamente tanto los<br />
cocaleros como los no cocaleros.<br />
Características sociales, demográficas y ocupacionales<br />
de las unidades familiares<br />
De acuerdo con la encuesta de Winrock (2001), la abrumadora mayoría de<br />
productores encuestados son colonos nacidos en las provincias altoandinas<br />
de Ayacucho. Concretamente, 49% de los jefes de familia nacieron en la<br />
provincia de Huanta, 28% en La Mar y 14% en Huamanga. Un 9% es originario<br />
de otros departamentos o provincias de Ayacucho, incluyendo las que<br />
corresponden a la zona de estudio. De igual manera, cabe remarcar que dos<br />
tercios de los pobladores son bilingües: hablan quechua y castellano. En la<br />
encuesta, aplicada a 120 agricultores, se detectó un total de 83 productores<br />
cocaleros y 37 agricultores que no cultivan coca. En su conjunto, se trata de<br />
agricultores con 40 años de edad en promedio, teniendo la mayoría (más de<br />
50%) entre 24 y 40 años. Los jefes de familia cocaleros, hombres o mujeres,<br />
son ligeramente más jóvenes que los no cocaleros. En el primer caso, el promedio<br />
de edad es de 39 años; en el segundo, de 45 años 5 .<br />
No obstante, existe una gran dispersión de las edades de los agricultores,<br />
dado que la desviación estándar alcanza a 12.91 años. El promedio de<br />
hijos e hijas de las familias de agricultores es de 3.1; dicha cifra no se diferencia<br />
para cocaleros y no cocaleros. El promedio de hijos e hijas en edad productiva,<br />
mayores de 10 años o capaces de ayudar efectivamente a sus padres<br />
en el predio familiar, es de 1.27 para los cocaleros y 1.21 para los segundos.<br />
Un rasgo adicional es que 36.7% de los agricultores todavía poseen<br />
chacras en la sierra, las cuales en 76% de los casos son cuidadas o trabajadas<br />
por familiares o parientes cercanos. Aquéllos que no disponen de chacra viajan,<br />
sin embargo, de manera continua a sus pueblos o comunidades de origen.<br />
Esto significa que los referidos colonos mantienen fuertes vínculos sociales<br />
y económicos con dichas comunidades, vínculos que les sirven para<br />
reclutar fuerza de trabajo entre sus parientes o paisanos, especialmente para<br />
las actividades cocaleras o para intercambiar libras de coca con cereales cosechados<br />
en las regiones de altura. Finalmente, el promedio de años trabajando<br />
las chacras que conducen en el trópico es de 17 años. No obstante, en<br />
5. La encuesta de Winrock (2001) y el posterior estudio de CARE (2002) indican que<br />
los cocaleros tienen en promedio un menor número de años ocupando la parcela, alrededor<br />
de 15 años o menos, mientras que los no cocaleros presentan un periodo aproximado de 20<br />
años y más. Los primeros suelen ser familias relativamente jóvenes, en la fase inicial de su ciclo<br />
de vida, mientras que los segundos —los no cocaleros— son familias en la fase madura de su<br />
ciclo de vida. Ello se debe a que la coca constituye un instrumento inicial de capitalización<br />
para las familias de los cocaleros.