La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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11 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
venían al salón <strong>de</strong>l primer piso a tomar café, que el gerente <strong>de</strong>cía<br />
ser legítimo <strong>de</strong> la América, traído expresamente para ellos. Y allí<br />
echaban sus partidas <strong>de</strong> billar, sin haber sacudido enteramente la<br />
indolencia <strong>de</strong>l trópico, charlando y discutiendo sobre cualquier<br />
cosa, entre risas, chascarrillos e indirectas. Habían convertido el<br />
salón en un pedazo <strong>de</strong> la América <strong>La</strong>tina, don<strong>de</strong> reinaba la<br />
fraternidad que sueñan por allá nuestros hombres <strong>de</strong> Estado, la<br />
generosidad propia <strong>de</strong> nuestra raza, y cierto <strong>de</strong>sdén por el dinero,<br />
gastando cada cual más <strong>de</strong> lo que poseía, y ayudándose todos<br />
para llegar con algunos francos hasta fines <strong>de</strong>l mes. <strong>La</strong> mayor<br />
parte eran estudiantes <strong>de</strong> Medicina, que visitaban con bastante<br />
regularidad las clínicas y los hospitales, algunos, médicos ya,<br />
para perfeccionar sus conocimientos, otros, para llevar a sus<br />
países el tan <strong>de</strong>seado diploma <strong>de</strong> la Facultad <strong>de</strong> París. Con menos<br />
frecuencia venían algunos jóvenes pintores, músicos y escultores,<br />
que tenían sus estudios un poco más lejos <strong>de</strong>l barrio, y que,<br />
apasionados con sus obras <strong>de</strong> arte o por cierto espíritu <strong>de</strong><br />
bohemismo, preferían estar distantes <strong>de</strong>l centro y aislarse <strong>de</strong> los<br />
compañeros. A las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> y a las nueve <strong>de</strong> la noche<br />
estaba allí toda la banda leyendo los últimos cablegramas y<br />
comentando los acontecimientos <strong>de</strong>l día, acalorándose y<br />
<strong>de</strong>fendiendo sus opiniones como en un Congreso <strong>de</strong>l cual se<br />
esperase el voto para resolver la dudas e invenciones <strong>de</strong> los<br />
periodistas, y generalmente esto terminaba con chistes y farsas<br />
que alguien pru<strong>de</strong>ntemente <strong>de</strong>slizaba para traer la paz, en tanto<br />
que el patrón, enormemente gordo, cuyas comidas pantagruélicas<br />
terminaban con una bien sazonada ensalada <strong>de</strong> diferentes clases<br />
<strong>de</strong> hojas y yerbas, se había quedado dormido <strong>de</strong>lante <strong>de</strong> la mesa<br />
<strong>de</strong> sus amores, roncando como un cerdo, y cuyo gruñido<br />
inarmonioso se esparcía por toda la sala produciendo una<br />
consiguiente onda <strong>de</strong> hilaridad y <strong>de</strong> malos <strong>de</strong>seos. De cuando en<br />
cuando venían <strong>de</strong>l otro lado <strong>de</strong>l Sena personajes importantes <strong>de</strong><br />
Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />
nuestra política, banqueros y ricos hacendados, a pasar una hora<br />
con los estudiantes, y esa noche se hablaba <strong>de</strong> cosas serias y se<br />
tomaba CHAMPAGNE brindando por la prosperidad y el<br />
porvenir <strong>de</strong> cada país, pero quedando <strong>de</strong>spués todos silenciosos<br />
recordando los aires <strong>de</strong> la patria y los afectos sinceros y solícitos<br />
<strong>de</strong> la familia ausente.<br />
Después <strong>de</strong>l almuerzo, don Diego condujo a su joven compañero<br />
al primer piso, a fin <strong>de</strong> tomar el café arriba, con los compatriotas.<br />
Habían llegado ya unos diez o doce, a quienes fue presentado sin<br />
cortesías ni fórmulas, y fue recibido como un hermano que venía<br />
a vivir la misma vida <strong>de</strong> estudiante y a i<strong>de</strong>ntificarse con ellos en<br />
los mismos sentimientos y bajo el gran cielo <strong>de</strong> la Francia, que<br />
amaban como un segundo cielo <strong>de</strong> la libre América. Eduardo<br />
Doria encontróse menos solo, y se entregó lleno <strong>de</strong> alegría a<br />
conversar con todos como si los conociese <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muchos años.<br />
Su alegría aumentó al saber que uno <strong>de</strong> sus gran<strong>de</strong>s amigos <strong>de</strong> la<br />
infancia, Carlos <strong>La</strong>grange, confi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> sus primeras <strong>tristeza</strong>s y<br />
a quién no veía hacía tres años, se había venido <strong>de</strong> Londres y<br />
estudiaba Filosofía y Literatura en la Sorbona. Algo como un<br />
gran alivio inundó su alma, y por algunos momentos a la sola<br />
i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> volver a ver a su amigo, vivió en el pasado, en la época<br />
en que estudiaban <strong>La</strong>tín y Griego y redactaba un periodiquillo<br />
revolucionario en el colegio contra uno <strong>de</strong> los profesores, <strong>de</strong><br />
quien querían vengarse, y en don<strong>de</strong> <strong>La</strong>ngrange publicó sus<br />
primeros ensayos literarios.<br />
—¡Cómo! ¡Tú aquí! —gritó su amigo al entrar.— ¿Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
cuándo? No te perdono que no me hayas avisado tu viaje.<br />
¡Cuánto gusto hubiera tenido en ir a esperarte a la estación!