La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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63 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
<strong>de</strong>spejar la estancia, no permitiendo en ella más <strong>de</strong> dos personas;<br />
apagó una vela que se consumía en un rincón, y abrió <strong>de</strong> par en<br />
par las ventanas <strong>de</strong> las piezas contiguas para que se renovase el<br />
aire, diciéndoles con su acento amable: «No le quiten el aire para<br />
que muera tranquilo».<br />
Eran las diez <strong>de</strong> la mañana, el cielo estaba muy azul, y el frío era<br />
seco y agradable. Sobre los tejados <strong>de</strong> las casas vecinas, el sol<br />
reflejaba sus rayos débiles y tristes, y <strong>de</strong> las fauces ennegrecidas<br />
<strong>de</strong> las chimeneas brotaba un humo obscuro, vacilante, como<br />
in<strong>de</strong>ciso <strong>de</strong> qué rumbo tomar, esperando que el viento, que<br />
soplaba apenas, dispusiese <strong>de</strong> su <strong>de</strong>stino, y lo enviase en<br />
cualquier dirección hacia el espacio. El atelier estaba convertido<br />
en sala <strong>de</strong> recibo, y allí aguardaban algunos, curioseando las<br />
aca<strong>de</strong>mias y los esquisses; otros, <strong>de</strong> sombreros y sobretodos,<br />
asomados indiferentes al balcón, miraban el aspecto <strong>de</strong> la calle, y<br />
la gente que iba y venía muy <strong>de</strong> prisa. De repente, un grito<br />
<strong>de</strong>sesperado salió <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong>l enfermo, era Marcela que tenía<br />
una crisis nerviosa, y hubo que calmarla con bromuro y<br />
valerianatos. Iriarte sentóse <strong>de</strong> improviso en la cama, sin la ayuda<br />
<strong>de</strong> nadie, pasóse las manos por la frente como si <strong>de</strong>spertase <strong>de</strong> un<br />
sueño y con el rostro transformado, como iluminado<br />
repentinamente por una fuerza misteriosa, entre los brazos <strong>de</strong> su<br />
amiguita que no comprendía nada <strong>de</strong> aquello y le secaba el sudor<br />
con su pañuelo, y como para respon<strong>de</strong>r a las sorpresas que leía en<br />
las fisonomías, dijo, agarrándose el pecho y respirando<br />
fuertemente: «No; si ya no sufro, estoy bueno... Siento que la<br />
vida viene a mí... Mis pulmones se inflan... <strong>de</strong> aire... Yo... se lo<br />
<strong>de</strong>cía... es la primavera que me ha salvado...» Y su cuerpo cayó<br />
pesado sobre las almohadas, sin una contracción en el rostro, y<br />
fijando sus ojos, vueltos enormes <strong>de</strong> mirar profundo, en aquella<br />
<strong>de</strong>licada criatura <strong>de</strong> facciones <strong>de</strong> virgen, la única que había<br />
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logrado ocupar un sitio en su alma perfumada como un jardín <strong>de</strong><br />
rosas, en don<strong>de</strong> solo el arte y la belleza pudieron vivir<br />
estrechamente.<br />
El aspecto <strong>de</strong> aquella casa había cambiado en un segundo, y la<br />
muerte cubría con sus alas po<strong>de</strong>rosas el humil<strong>de</strong> lecho en don<strong>de</strong><br />
yacía severo para siempre el infeliz artista.<br />
El entierro fue un pobre cortejo <strong>de</strong> abandonado, hecho con las<br />
suscripciones <strong>de</strong> sus amigos, a las doce <strong>de</strong>l día, bajo una lluvia<br />
muy fina y un frío glacial. A lo más, veinte personas iban <strong>de</strong>trás<br />
<strong>de</strong>l féretro, que los conductores llevaban muy <strong>de</strong> prisa para salir<br />
<strong>de</strong> eso. Todas las almas estaban tristes, pero la emoción no tuvo<br />
límites <strong>de</strong> ver <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> un carruaje un anciano con<strong>de</strong>corado<br />
con la Legión <strong>de</strong> Honor, Miembro <strong>de</strong>l Instituto y Vicepresi<strong>de</strong>nte<br />
<strong>de</strong> la Sociedad <strong>de</strong> los Artistas Franceses, cuyo nombre era<br />
conocido en toda Europa, y al cual había <strong>de</strong>bido sus primeros<br />
triunfos Iriarte. Y aquel hombre, cargado <strong>de</strong> merecimientos, que<br />
por casualidad había sabido la miserable muerte <strong>de</strong> su discípulo,<br />
fue a autorizar con su presencia la futura gloria <strong>de</strong>l artista. En<br />
efecto, al notar su presencia entre los concurrentes, los<br />
conductores fueron más <strong>de</strong>spacio, y la gente, a pesar <strong>de</strong>l<br />
invierno, se <strong>de</strong>scubría con respeto.<br />
En el cementerio no hubo ceremonias, <strong>La</strong>grange dijo algunas<br />
frases, llenas <strong>de</strong> profundo dolor y <strong>de</strong> amarga ironía sobre las<br />
cosas <strong>de</strong> la vida. Marcela gemía en un ángulo, y su quejido<br />
parecía el canto melancólico <strong>de</strong> un pájaro. Sobre la tumba<br />
arrojaron muchas flores, y todos se retiraron, marchando<br />
cabizbajos, sin agregar una sola palabra.