La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
www.interlectores.com Tapa | Indice<br />
57 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
se sentía disgustado, herido en su orgullo <strong>de</strong> gentilhombre, y era<br />
cuando Niní, presa <strong>de</strong> una cólera repentina, medio loca, lo hería<br />
en sus fibras más íntimas, terminando, bajo el pretexto <strong>de</strong> los<br />
celos, con acribillarlo a pellizcos y a golpes, acosándolo y<br />
persiguiéndolo por toda la casa, hasta que él, fuera <strong>de</strong> sí, por<br />
<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse, tenía que maltratarla brutalmente, hasta hacerla<br />
llorar, temblorosa y tiritando, como con fiebre. Pero ella se<br />
quedaba luego a su lado, tranquila y soñolienta, extenuada, como<br />
si saliese <strong>de</strong> una terrible crisis, y entonces era más amorosa y<br />
más complaciente. Eduardo pensaba que su amiga estaba<br />
enferma <strong>de</strong> los nervios, y la obligaba a tomar duchas y<br />
reconfortantes, pero se veía con <strong>de</strong>sprecio, encontrando abyecto<br />
y miserable que un hombre golpease a un ser más débil. A veces<br />
estas escenas se sucedían todas las semanas, y entonces era peor,<br />
porque él se ponía también nervioso y perdía la cabeza al sentir a<br />
Niní amenazadora e irritada, con los ojos brillantes, <strong>de</strong> mirar<br />
perverso.<br />
Una noche, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la comida, mientras Eduardo tocaba el<br />
piano en su salón <strong>de</strong> estilo oriental, adornado con japonerías,<br />
todo <strong>de</strong>corado <strong>de</strong> azul, con suntuosos cortinajes <strong>de</strong> damasco, la<br />
criada entró y encendió todas las luces por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la señora; a<br />
Eduardo no le llamó esto la atención, acostumbrado como estaba<br />
a los caprichos <strong>de</strong> su amiga, pero <strong>de</strong>spués, presentóse Niní<br />
Florons, la cantante más mimada <strong>de</strong> los Cafés conciertos, vestida<br />
exactamente como había salido en el último invierno sobre la<br />
escena <strong>de</strong> Folies Bergére, con un traje corto <strong>de</strong> seda negra,<br />
adornado <strong>de</strong> oro pálido; en el corpiño muy ajustado, bajo el<br />
pecho, un ramillete <strong>de</strong> flores <strong>de</strong> brillantes hacía resaltar más el<br />
<strong>de</strong>scote, y el corsé oprimía estrechamente su talle, marcando sus<br />
ca<strong>de</strong>ras y <strong>de</strong>jando adivinar el roce voluptuoso <strong>de</strong> sus formas. Al<br />
levantarse el traje para bailar y hacer piruetas, el fru, fru <strong>de</strong> sus<br />
Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />
faldas hacía temblar, y el color rojizo <strong>de</strong> sus enaguas la hacían<br />
aparecer como envuelta en llamaradas <strong>de</strong> fuego. Eduardo quedó<br />
embelesado, siempre había sido su sueño poseerla así, a su lado,<br />
toda suya, los dos solos, para estrecharla entre sus brazos y besar<br />
hasta saciarse aquellos ojos tentadores y malignos, perdición <strong>de</strong><br />
las almas débiles; pero nunca se había atrevido a exigírselo,<br />
temiendo que ella comprendiese que en su refinamiento ya no<br />
amaba sino sus trajes <strong>de</strong>generados.<br />
Había siempre encontrado mayor sensación <strong>voluptuosa</strong> en los<br />
cuerpos a medio vestir, que en la completa <strong>de</strong>snu<strong>de</strong>z, porque su<br />
imaginación creaba con un yo no sé qué <strong>de</strong> misterioso, las formas<br />
que no veía, y la belleza soñada se le hacía más intelectual y más<br />
exquisita que la realidad misma. Allí se encerraba para él el<br />
secreto <strong>de</strong>l placer sensual: amar lo visible, la belleza que la luz<br />
nos trae a los ojos, pero <strong>de</strong>jar algo siempre oculto, algo que se<br />
<strong>de</strong>see y se presienta, líneas <strong>de</strong> misterio que cada hombre concibe<br />
con el mayor refinamiento <strong>de</strong> sus sentidos, y que resultan para el<br />
que posee verda<strong>de</strong>ra sangre <strong>de</strong> artista, más bellas que la belleza<br />
misma.<br />
El paroxismo <strong>de</strong> los colores se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> su<br />
imaginación, y el azul <strong>de</strong> las enaguas <strong>de</strong> seda en el cuerpo <strong>de</strong> la<br />
mujer que amaba era para él más i<strong>de</strong>al que el azul <strong>de</strong>l cielo. El<br />
amarillo, el negro o el rojo combinados y llevados por las ca<strong>de</strong>ras<br />
perfectas <strong>de</strong> su amiga, producíanle un inexplicable placer<br />
intelectual, un calofrío que le corría por toda la piel hasta casi<br />
<strong>de</strong>svanecerlo. Cuando Niní se <strong>de</strong>svestía, él la contemplaba,<br />
siguiendo con malicia todas sus coqueterías, todos sus<br />
movimientos <strong>de</strong> muñeca refinada, las contorsiones histéricas <strong>de</strong><br />
su cuerpo, al quitarse el corsé que la oprimía, y en su cintura<br />
quedaban marcadas como dibujos hechos sobre cera, las ballenas