La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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46 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
mezquino amor <strong>de</strong>l presente se agitaba en ellos, el amor a las<br />
bocas sensuales y a los ojos voluptuosos, sino el amor sano que,<br />
huyendo <strong>de</strong> las melancolías <strong>de</strong> la carne, fija la vista confiado y<br />
sereno en el porvenir. Luciana había tenido un hijo, que ella<br />
había amamantado y criado a su lado, negándose como es <strong>de</strong><br />
costumbre, a enviarlo al campo con una nodriza hasta que pasase<br />
la edad <strong>de</strong> la lactancia. —No —<strong>de</strong>cía— nadie me hará separar <strong>de</strong><br />
un ser que ha vivido en mi seno nueve meses, y por quien yo he<br />
sufrido dolores profundos, como si algo se <strong>de</strong>sgarrase en mis<br />
entrañas. Ella no se explicaba que hubiera madres que vieran sus<br />
criaturas una hora todos los meses, precisamente en el tiempo<br />
que es necesario <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rlos <strong>de</strong> la muerte y luchar contra la<br />
naturaleza, mientras tienen constantemente al lado perros que se<br />
calientan en sus piernas y que duermen con ellas en sus camas,<br />
enviándolos con los lacayos por las tar<strong>de</strong>s a tomar aire fresco al<br />
Bosque.<br />
Carlos al principio se sintió contrariado con esto, y le tenía cierta<br />
repulsión a aquel muñeco, como él <strong>de</strong>cía, envuelto en trapos.<br />
Luciana sufría <strong>de</strong> verlo tan indiferente con su hijo; pero luego<br />
comenzó a hacerle falta verlo y acariciarlo, y ahora que ya el<br />
bebé tenía tres años, y que era la alegría y el encanto <strong>de</strong> la casa,<br />
lo amaba tiernamente, y pasaba horas enteras conversando con<br />
él, como si fuese un hombre gran<strong>de</strong>. Los padres <strong>de</strong> Luciana se<br />
reconciliaron con ella, a causa <strong>de</strong>l chiquitín, y al saber que era<br />
juiciosa y honrada, teniendo la esperanza <strong>de</strong> que Carlos se<br />
<strong>de</strong>cidiese al fin a casarse. Pero las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> <strong>La</strong>grange eran<br />
enteramente contrarias al matrimonio como lo entien<strong>de</strong> la<br />
sociedad, y sostenía que él estaba tan casado con la madre <strong>de</strong> su<br />
hijo, como los otros a quienes el cura bendice, y que mientras<br />
ella se condujese honradamente, no habría motivo alguno para<br />
abandonarla.<br />
Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />
Luciana tenía ciega confianza en las i<strong>de</strong>as <strong>de</strong> su amigo, y sabía<br />
que era honrado y sincero en sus sentimientos; siempre había<br />
admirado en él esa lealtad espontánea a sus principios y a su<br />
filosofía, y lo seguía con orgullo, admirando e i<strong>de</strong>ntificándose<br />
con aquella alma rebel<strong>de</strong> que se agitaba en el mejor <strong>de</strong> los<br />
hombres. Había aprendido el español, que Carlos le había<br />
enseñado con gran placer, y leía constantemente los periódicos<br />
<strong>de</strong> América y <strong>de</strong> España, siempre llenos <strong>de</strong> alabanzas y simpatías<br />
para su amigo. Y <strong>de</strong> día en día lo sorprendía recitando los versos<br />
más melodiosos <strong>de</strong> los poetas castellanos, que ella compraba a<br />
escondidas para que la sorpresa fuese completa, haciéndose<br />
graciosísima con los movimientos inseguros <strong>de</strong> su boca al<br />
pronunciar ciertas palabras, o cuando trocaba los nombres<br />
masculinos por femeninos, poniéndose muy seria si se burlaban<br />
<strong>de</strong> ella. Sabía que Carlos daba gran<strong>de</strong> importancia a todos los<br />
actos <strong>de</strong> la vida, y que nunca se chanceaba en materias <strong>de</strong> amor,<br />
y por eso estaba segura <strong>de</strong> que más tar<strong>de</strong>, en cuanto se presentase<br />
una ocasión, ella lo <strong>de</strong>cidiría, por el porvenir y la tranquilidad <strong>de</strong><br />
su hijo, a casarse civilmente, ante la ley, ya que él no podía<br />
soportar a los clérigos.<br />
El dilettanti había <strong>de</strong>saparecido por completo en Carlos<br />
<strong>La</strong>grange; hoy era un convencido en sus teorías materialistas, y<br />
se hacía temible por su método <strong>de</strong> propagandista. Algunas<br />
noches se reunían en el Salón <strong>de</strong> Conferencia <strong>de</strong> las Socieda<strong>de</strong>s<br />
Sabias, rue <strong>de</strong> Serpente, en don<strong>de</strong> los maestros más renombrados<br />
<strong>de</strong>cían sus sermones, como ellos mismos los llamaban, contra la<br />
fe y por la ciencia. Eran predicadores, y habían instituido una<br />
especie <strong>de</strong> sacerdocio para enseñar al pueblo a buscar i<strong>de</strong>ales<br />
más prácticos y más instructivos que los que las religiones<br />
mo<strong>de</strong>rnas les aconsejan. Cuando entró Eduardo, Carlos dormía<br />
todavía: había permanecido trabajando hasta muy tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> la