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La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores

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6 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />

cubierto y una botella <strong>de</strong> vino. Ya era <strong>de</strong> noche y apenas se<br />

escuchaba como un trueno muy lejos, el ruido que venía <strong>de</strong> la<br />

calle en don<strong>de</strong> los estudiantes, a pesar <strong>de</strong> la lluvia casi<br />

imperceptible que seguía cayendo, cantaban canciones y reían<br />

alegremente como en un día <strong>de</strong> fiesta.<br />

El recién llegado, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber comido con bastante apetito<br />

se sintió <strong>de</strong> nuevo dominado por la <strong>tristeza</strong> <strong>de</strong>l país ausente, y el<br />

temor al peligro <strong>de</strong> la gran capital se hacía más fuerte en todo su<br />

ser, tan extrañas le habían parecido las historias que acababa <strong>de</strong><br />

escuchar <strong>de</strong> los labios <strong>de</strong> la vieja criada... «¿Será verdad que es<br />

París la perdición para los hombres y que su belleza es como la<br />

belleza <strong>de</strong>l pecado?... ¿Y entonces, por qué lo felicitaban todos<br />

en el pueblo y los que ya habían vivido en la Roma Mo<strong>de</strong>rna lo<br />

envidiaban, y al <strong>de</strong>spedirlo en el muelle suspiraban y ponían los<br />

ojos blancos, como recordando <strong>de</strong>licias <strong>de</strong>sconocidas y placeres<br />

que nunca han <strong>de</strong> volver?... No es posible, se pier<strong>de</strong> el que quiere<br />

per<strong>de</strong>rse; él no iba a cambiar sus sentimientos y sus i<strong>de</strong>as por el<br />

simple hecho <strong>de</strong> venir a una ciudad muy gran<strong>de</strong>, que al fin y al<br />

cabo sería como todas, llena <strong>de</strong> vicios para el vicioso, sana e<br />

instructiva para el hombre honrado, educado en la religión y en<br />

los santos principios».<br />

Y fatigado <strong>de</strong> tantas emociones, con una extraña inquietud en<br />

todo su ser buscó en el sueño el <strong>de</strong>scanso para su espíritu,<br />

acostándose en su gran cama <strong>de</strong> tres colchones, bella y limpia<br />

como un tálamo <strong>de</strong> novios, olvidando por primera vez a ser las<br />

oraciones que su buena madre le había enseñado en su infancia, y<br />

recordando, casi dormido, como iban <strong>de</strong>sapareciendo las costas<br />

<strong>de</strong> su pueblo, mientras en el muelle la familia agitaba los<br />

pañuelos, y el buque insensible, marchaba a toda prisa mar<br />

a<strong>de</strong>ntro.<br />

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