La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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58 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
y los encajes. Y ella se frotaba suavemente, cerrando los ojos<br />
para sentir mejor aquella comezón <strong>voluptuosa</strong>.<br />
Por las noches, cuando dormían, en medio a la completa<br />
obscuridad <strong>de</strong>l cuarto, sobre el lecho limpio y blando, él pensaba<br />
en ella, pero la veía elegantemente vestida, bien calzada, con los<br />
cabellos rizados, y olorosa, suavemente perfumada con esencias<br />
<strong>de</strong>licadas. Y la que dormía a su lado parecíale una extraña.<br />
Después, compróle trajes raros, hechos por las modistas más<br />
costosas, y <strong>de</strong> un lujo increíble; zapatitos <strong>de</strong> todas clases y <strong>de</strong><br />
todos colores, siempre con tacones muy altos y <strong>de</strong> formas<br />
elegantes; guantes negros muy largos y brillantes, llenos <strong>de</strong><br />
encajes y <strong>de</strong> botones, y hacía <strong>de</strong>corar su salón <strong>de</strong> diversos modos<br />
cambiando los muebles y los cuadros, para imaginarse que vivía<br />
en países distintos, casi sin salir a la calle, en su repentina manía<br />
<strong>de</strong> extravagancias enfermizas. Niní gozaba y se <strong>de</strong>leitaba con<br />
todo esto porque su pasión la constituían las cosas raras, y le<br />
encantaba variar <strong>de</strong> trajes, y disfrazarse <strong>de</strong> todos modos,<br />
sorprendiéndolo ella también con rarezas más refinadas.<br />
Mientras Eduardo, como un pachá tendido sobre un diván,<br />
soplaba por el tubo <strong>de</strong> un primoroso narguilé, y el agua respondía<br />
con su ruido enervante, antes <strong>de</strong> que el humo llegase a la boca,<br />
para salir como un vaho azulado, inundando la estancia con<br />
perfumes exóticos, Niní vestida <strong>de</strong> turca, a su manera, como una<br />
hija <strong>de</strong>l profeta <strong>de</strong> gustos parisienses se echaba a sus pies, y lo<br />
dormía como a su señor, entre besos y caricias silenciosas;<br />
<strong>de</strong>spués, era él, quien al <strong>de</strong>spertar <strong>de</strong>l sopor melancólico <strong>de</strong> la<br />
comida, la contemplaba con ternura infinita, como a la Musa<br />
trágica <strong>de</strong> las eternas alegrías, experimentando en su cerebro los<br />
más exquisitos placeres secretos, y le besaba como loco sus pies<br />
Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />
bien calzados y sus piernas ajustadas en las medias <strong>de</strong> seda. Otras<br />
veces, ella se presentaba vestida <strong>de</strong> bohemia, con saya <strong>de</strong> colores<br />
chillones, y con gorra <strong>de</strong> caracteres enigmáticos, y le cantaba<br />
canciones llenas <strong>de</strong> <strong>tristeza</strong>s, con un garbo gentilísimo <strong>de</strong> tiradora<br />
<strong>de</strong> cartas y <strong>de</strong> vaticinadora <strong>de</strong>l porvenir. Por último, fastidiada <strong>de</strong><br />
las riquezas, vestíase con una humil<strong>de</strong> falda <strong>de</strong> criada, con un<br />
ancho <strong>de</strong>lantal y mangas arremangadas hasta el codo, y él la<br />
estrechaba loco <strong>de</strong> pasión, como si cada vez hiciese una nueva<br />
conquista y abrazase un nuevo cuerpo.<br />
Su cerebro comenzaba a resentirse <strong>de</strong> los excesos, y como<br />
siempre, el escepticismo invadía su alma. Pensaba que cada<br />
sensación agotada, era una página arrancada <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> la vida,<br />
y al propio tiempo, no <strong>de</strong>seaba cambiar nada en su existencia.<br />
«¿Para qué amar a otra?» se <strong>de</strong>cía, cuando al fin todo será igual,<br />
sin que esa mujer lleve en sí la poesía <strong>de</strong>l pasado, nuestros<br />
recuerdos, las horas vividas juntos. Una nueva alma es como un<br />
país <strong>de</strong>sconocido, pero un triste país, sin historia para nosotros, y<br />
en don<strong>de</strong> no poseemos lazo alguno ni tenemos ningún <strong>de</strong>recho.<br />
Llegamos allí a tientas, entre tinieblas, y ver hacia atrás en esa<br />
alma es como contemplar el vicio. Ya lo había acontecido más <strong>de</strong><br />
una vez en sus viajes, <strong>de</strong> sentir un hondo pesar al abandonar la<br />
casa y el lugar en don<strong>de</strong> había vivido algún tiempo, y <strong>de</strong><br />
experimentar repentina alegría al reconocer en otro sitio un<br />
antiguo compañero <strong>de</strong> viaje, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> misterio, y sobre el cual<br />
había él inventado una historia, imaginándose conocer su<br />
profesión y sus i<strong>de</strong>as, por la manera <strong>de</strong> vestirse y la expresión <strong>de</strong><br />
su cara. Los hoteles y las estaciones <strong>de</strong> ferrocarriles lo afligían, y<br />
los puertos <strong>de</strong> mar eran un martirio para su espíritu; y por eso<br />
prefería no viajar, ni comenzar nuevos amores, creyendo ver en<br />
toda cosa que concluye la imagen silenciosa <strong>de</strong> la muerte. Su<br />
locura era vivir a toda prisa, sin contar con el mañana para nada,