La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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45 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />
<strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
Segunda parte - Capítulo II<br />
Muy <strong>de</strong> mañana, Eduardo dio al cochero la dirección <strong>de</strong> Carlos<br />
<strong>La</strong>grange. Hacía más <strong>de</strong> un mes que no veía a su amigo. Es<br />
verdad que vivían muy distantes, y que sólo por una rareza se le<br />
ocurría llegar hasta el Barrio <strong>La</strong>tino. <strong>La</strong> criada, al verlo, abrió el<br />
salón muy sonreída, y fue corriendo, como quien sabe que va a<br />
llevar una noticia agradable, a avisar a la señora. A los pocos<br />
momentos se presentó Luciana, vestida con un sencillo peinador<br />
rosado, con encajes color crema, siempre muy ajustada y con su<br />
aire un poco fiero, que le daba un aspecto simpático <strong>de</strong> mujer<br />
inexpugnable. —Nosotros lo creíamos muerto— le dijo<br />
alegremente al entrar, tendiéndole la mano. —Casi, casi —<br />
respondió Eduardo, admirando la belleza y el aire <strong>de</strong> felicidad<br />
que se notaba en ella, y pensando con envidia en que su amigo<br />
<strong>de</strong>bía ser muy dichoso con aquella mujercita que lo adoraba y<br />
que le era fiel como la más honesta <strong>de</strong> las esposas.<br />
Aparentemente nada había cambiado en los últimos cuatro años<br />
en la casa, los mismos muebles, siempre muy limpios y bien<br />
cuidados, el mismo escritorio, lleno <strong>de</strong> periódicos, <strong>de</strong><br />
diccionarios y <strong>de</strong> libros a medio leer; la mismísima Venus <strong>de</strong><br />
líneas impecables; pero en el interior, y en las almas <strong>de</strong> los que la<br />
habitaban, todo era nuevo y floreciente. Carlos y Luciana se<br />
sentían ligados por un lazo más po<strong>de</strong>roso y más dura<strong>de</strong>ro que el<br />
triste amor a la piel perfumada y a los <strong>de</strong>seos intelectuales. No el