La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
www.interlectores.com Tapa | Indice<br />
41 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
ha pasado con las otras. En el fondo, sin amar es imposible la<br />
vida, pero siento que este tormento <strong>de</strong> cada nuevo amor, esta<br />
matando mis sentimientos. ¿Por qué no po<strong>de</strong>r dominarme? Hay<br />
tanta gente que no ama en el mundo.»<br />
Pero Eduardo Doria, a medida que avanzaba en la vida refinada,<br />
se hacía más exigente en sus gustos y costumbres. Lo que años<br />
atrás constituía para él una felicidad, era hoy un placer baladí que<br />
lo <strong>de</strong>jaba en la más completa indiferencia. Vivía buscando<br />
nuevas sensaciones, pero éstas no permanecían en su organismo<br />
sino muy cortos días. Necesitaba que corriese siempre por su<br />
sangre una pasión fuerte que lo dominara y asediase sin <strong>de</strong>scanso<br />
como a un enemigo que hay que perseguir y <strong>de</strong>struir. Y cosa<br />
extraña, cada mujer que había amado, <strong>de</strong>saparecía totalmente <strong>de</strong><br />
sus recuerdos, sin <strong>de</strong>jar en su ser ni la sombra <strong>de</strong> una sensación.<br />
Cuando en las calles, en los paseos, se encontraba con alguna <strong>de</strong><br />
sus antiguas pasiones, mujeres adoradas hasta la locura, en cuyas<br />
bocas había conocido la orgía <strong>de</strong> los besos, en cuyos cuerpos<br />
mórbidos y perfumados había aprendido nuevas estrofas para el<br />
poema inmortal <strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo y la caricia, no experimentaba la más<br />
pequeña emoción. Aquellas mujeres, una vez olvidadas, era<br />
como si jamás hubiesen existido, como si nunca hubiesen<br />
ocupado sitio alguno en su corazón, y quedaban para siempre<br />
borradas <strong>de</strong> su alma, sin siquiera <strong>de</strong>jar en su memoria el sabor<br />
nostálgico <strong>de</strong> los amores muertos.<br />
En los meses <strong>de</strong> transición, en que pasaba <strong>de</strong> un amor a otro,<br />
meses <strong>de</strong> absoluta tranquilidad en que el olvido, como un<br />
bálsamo reconfortante, había restañado todas sus heridas, y en<br />
que él se entregaba a leer filosofía, el tedio <strong>de</strong> la vida lo<br />
dominaba, encontraba la existencia sin objeto ni razón <strong>de</strong> ser, y<br />
hasta dudaba <strong>de</strong> la realidad, imaginándose cosas raras, <strong>de</strong>lirios e<br />
Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />
impresiones <strong>de</strong> bebedores éter y <strong>de</strong> láudano. «Será verdad que yo<br />
existo — se preguntaba— ¿o pasará con las almas lo que suce<strong>de</strong><br />
con la luz <strong>de</strong> las estrellas? Ese astro que envía su luz a la tierra y<br />
que emplea tantos años para llegar hasta nosotros, podría no<br />
ocupar sitio alguno en el espacio <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace muchos siglos, y a<br />
nosotros nos parece que existe realmente, allí, visible ante<br />
nuestros ojos y nuestros telescopios, sin embargo, todo es una<br />
ilusión <strong>de</strong> los sentidos. ¿Qué <strong>de</strong> extraño tendría que mi alma esté<br />
muerta, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> años atrás, y que yo crea vivir, cuando únicamente<br />
estoy recordando lo que aconteció en mi vida efectiva y real <strong>de</strong><br />
los siglos pasados?...» Y entonces es necesario recomenzar,<br />
buscar otra mujer a quien amar, a quien entregarse para no sentir<br />
el peso <strong>de</strong> la vida, echarse entre sus brazos como un náufrago<br />
sobre una barca salvadora, sin preguntar quién la dirige, ni<br />
adón<strong>de</strong> va, ni por qué marcha. «Es la enemiga <strong>de</strong> la muerte, y<br />
voy con ella hacía la vida —se <strong>de</strong>cía— sobre su seno encontraré<br />
<strong>de</strong> nuevo néctar para soportar el mundo, en sus labios<br />
compren<strong>de</strong>ré que sí existo y que no sueño.» Había probado<br />
dormir sus instintos <strong>de</strong>spertándose nuevas pasiones, pero todo<br />
fue en vano. El <strong>de</strong>sprecio profundo que sentía por el dinero lo<br />
hizo no ser jugador. Encontraba estúpido que los hombres se<br />
embriagasen, pues que <strong>de</strong>l licor no viene sino la <strong>tristeza</strong>, el<br />
embrutecimiento, y la postración física y moral. «Amar es vivir,<br />
pero ¿cómo hacer para impedir que el amor no perezca en el<br />
alma?...» Y él sentía que se acababa, que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> cada pasión<br />
algo se moría en su interior, y que al fin sería un espectro<br />
ambulante, con vida aparente e ilusoria. «<strong>La</strong>s mujeres son crueles<br />
—pensaba— y criminales sin sospecharlo, no compren<strong>de</strong>n que<br />
con cada <strong>de</strong>cepción, con cada perfidia, nos van secando las fibras<br />
<strong>de</strong>l amor, y que cuando volvemos solícitos a buscar nuevas<br />
primicias en otros corazones, ya no po<strong>de</strong>mos obtener sino frutos<br />
añejos sin remembranzas do nuestra pureza prístina, yendo sin