La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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87 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
melodiosos <strong>de</strong> flautas mágicas, como en una leyenda encantada;<br />
y parecíale ver ocultas tras las cortinas, entre los muebles, formas<br />
vagas y vaporosas <strong>de</strong> mujeres seductoras, duen<strong>de</strong>s divinos, a<br />
quienes él hubiera <strong>de</strong>seado estrechar. Inmóvil, paralizado en esos<br />
momentos por las gran<strong>de</strong>s dosis <strong>de</strong> éter y <strong>de</strong> morfina, soportaba<br />
el suplicio <strong>de</strong> la Belleza intocable, mientras en su cerebro volvía<br />
a agitarse <strong>de</strong> tiempo en tiempo, como una sombra toda negra, <strong>de</strong><br />
implacables gestos trágicos, la <strong>tristeza</strong> <strong>de</strong> haber nacido, y todo su<br />
cuerpo, frío como <strong>de</strong> mármol, ante el fastidio <strong>de</strong> cada sensación<br />
<strong>de</strong>struida, suplicaba el reposo absoluto y omnipotente <strong>de</strong> la nada.<br />
Y la muerte se acercaba inevitable. Los ensueños voluptuosos<br />
huían velozmente, y otra vez la i<strong>de</strong>a terrible como una herida<br />
aparentemente cicatrizada, había presentado sus bor<strong>de</strong>s rojizos y<br />
<strong>de</strong>jado ver sus cavida<strong>de</strong>s más profundas. <strong>La</strong> morfina no bastaba<br />
para hacerlo olvidar la vida, y el éter habíale quebrantado la<br />
salud. Enflaquecido, pálido, con los cabellos que le caían en<br />
<strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n sobre el cuello y la frente, y el rostro <strong>de</strong>licadamente<br />
alargado, tenía el aspecto <strong>de</strong> un poeta triste, <strong>de</strong> un poeta <strong>de</strong> Musa<br />
enfermiza y lúgubre, llena <strong>de</strong> inquietu<strong>de</strong>s, amiga <strong>de</strong>l análisis, que<br />
llevase perennemente la amargura en los labios, como un<br />
reproche, y poseyese una bella alma no sometida. Y tal vez<br />
Eduardo Doria no había sido en su vida sino un poeta, un artista<br />
que había buscado inútilmente como un nuevo ritmo, una nueva<br />
impresión, y que había querido hacer <strong>de</strong> sus sentidos cuerdas<br />
armónicas que, al vibrar, produjesen, en vez <strong>de</strong> sonidos raros,<br />
sensaciones <strong>de</strong>sconocidas, <strong>de</strong>liquios extraños.<br />
Cuántas veces tocando en el piano las nostálgicas sonatas <strong>de</strong><br />
Beethoven no había tenido que <strong>de</strong>tenerse <strong>de</strong> repente, como<br />
ahogado por una angustia inesperada, como invadido<br />
interiormente por un fuego misterioso; y pensaba entonces, que<br />
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en sí existía un alma superior que él no había sabido educar ni<br />
compren<strong>de</strong>r, un alma soñadora, piadosa, solemnemente creadora,<br />
que se violentaba <strong>de</strong>l contacto avasallador <strong>de</strong> los sentidos, <strong>de</strong><br />
aquella disgustosa dominación <strong>de</strong> la carne. Y era esa alma la que<br />
al principio había pretendido dominar sus ten<strong>de</strong>ncias heredadas,<br />
la que hubiera podido salvarlo <strong>de</strong> aquella persecución obstinada<br />
<strong>de</strong> la Tristeza, que lo acosaba con una crueldad consciente, como<br />
una enviada justiciera, portadora fatal <strong>de</strong> la venganza <strong>de</strong> los<br />
dioses.<br />
Había momentos en que experimentaba presentimientos <strong>de</strong> lo<br />
que él hubiera podido llegar a ser si la energía lo hubiese<br />
acompañado a través <strong>de</strong> la lucha con la voluptuosidad, y como un<br />
soplo lejano, como si un nuevo germen se revelase en él, sentía<br />
ganas imprevistas <strong>de</strong> comenzar una obra propia, algo que<br />
quedase <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su muerte, que fuese diferente a la obra <strong>de</strong>l<br />
artista, a los versos <strong>de</strong>l poeta, que produjese en las otras almas<br />
emociones y sentimientos verda<strong>de</strong>ros, una revelación sensitiva,<br />
capaz <strong>de</strong> propagar la misma fiebre <strong>de</strong> <strong>de</strong>mencia en todos los<br />
cerebros, <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar los mismos <strong>de</strong>seos y las mismas<br />
sensaciones en todos los seres; algo que él mismo no podía<br />
explicarse, como si se <strong>de</strong>rramase un pomo <strong>de</strong> esencias<br />
misteriosas en un salón lujosísimo, intensamente iluminado,<br />
mientras los hombres y las mujeres conversasen <strong>de</strong> cosas<br />
indiferentes, y luego, insensiblemente, se acercaban unos a otros,<br />
y estrechábanse en un goce supremo, único, el sabor <strong>de</strong> amores<br />
que fueron castos, el <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong> <strong>de</strong>seos que habían sido<br />
impalpables. Sus i<strong>de</strong>as eran confusas nacidas en una imaginación<br />
extrañamente agitadas, en el mutismo contemplativo <strong>de</strong> los<br />
excitantes <strong>de</strong> su vida artificial.