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La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores

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16 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />

persona y <strong>de</strong> su vida; presa a veces <strong>de</strong> su terrible nostalgias, en<br />

que recitaba a Hamlet, y se tendía indolentemente días enteros<br />

sobre el sofá, llenando el cuarto con el humo azulado <strong>de</strong> su pipa<br />

turca, que flotaba en el aire en espirales caprichosas, como<br />

pensamientos y ensueños <strong>de</strong> poetas moribundos.<br />

Des<strong>de</strong> temprano lo esperaban dos <strong>de</strong> sus amigos, que<br />

comenzaban a estar impacientes, curioseando todo el salón para<br />

pasar el tiempo, leyendo una revista ilustrada <strong>de</strong> la América, y<br />

criticando las costumbres <strong>de</strong> por allá, terminando con las frases<br />

<strong>de</strong> siempre, que repetían <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> algunos minutos <strong>de</strong> silencio,<br />

mirando displicentemente hacia el techo, y balanceando una<br />

pierna sobre la otra: «Y estar <strong>de</strong>stinados a vivir en esos países.»<br />

«Pero qué porvenir te espera a ti que eres pintor, al llegar a tu<br />

país», <strong>de</strong>cía nerviosamente Sánchez, un muchacho alto y fuerte<br />

que accionaba siempre, <strong>de</strong> aspecto poco simpático por su<br />

brusquedad, y <strong>de</strong> una franqueza casi salvaje, pero <strong>de</strong> buen<br />

corazón, y <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as sanas y honradas.<br />

«Nosotros hemos tenido gran<strong>de</strong>s pintores, que han obtenido<br />

primeras medallas en París, y que nunca han llega- do a hacer<br />

dinero con sus cuadros, ni el Gobierno se los ha comprado.<br />

Hemos tenido músicos <strong>de</strong> gran talento, que han regresado para<br />

ser escribientes en un ministerio. Si nuestros poetas y literatos —<br />

los buenos, se entien<strong>de</strong> — escribirán en francés, en inglés o en<br />

alemán, estarían todos ricos; pero allí se ven cosas muy raras, y<br />

casi siempre un Doctor es el Ministro <strong>de</strong> la Guerra, y un General<br />

el Ministro <strong>de</strong> Instrucción Pública y Bellas Artes. ¡Qué país!...<br />

¡Qué país!» Y accionaba siempre aun cuando no hablase, en<br />

tanto que Iriarte, el pintor, sonreía con su aire melancólico, sin<br />

preocuparse mucho <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>cía su amigo ni <strong>de</strong> que sus<br />

Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />

cuadros se vendieran o no, como convencido <strong>de</strong> que el artista<br />

<strong>de</strong>be trabajar por la obra <strong>de</strong> arte, por el don superior concedido<br />

solo a algunos <strong>de</strong> los elegidos, <strong>de</strong> crear, <strong>de</strong> dar forma a lo que<br />

vive en su intelecto, engendrando por la necesidad <strong>de</strong> obe<strong>de</strong>cer a<br />

la cultura <strong>de</strong> su espíritu, como engendra la madre para que se<br />

cumpla la ley <strong>de</strong> la procreación. Y pensaba contemplando a la<br />

Venus a tres veces santa, que sobre la mesa en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n<br />

mostraba su busto perfecto, y la pureza <strong>de</strong> sus líneas<br />

inmaculadas. «¿De qué sirven sus riquezas al millonario si no es<br />

capaz <strong>de</strong> experimentar el placer interior, refinado y único <strong>de</strong><br />

compren<strong>de</strong>r la obra <strong>de</strong> arte?» Es verdad que los artistas han<br />

<strong>de</strong>generado, y que hasta los más célebres han hecho <strong>de</strong> la pintura<br />

una profesión lucrativa, pintando solamente para ven<strong>de</strong>r sus<br />

obras, las más <strong>de</strong> las veces pagadas <strong>de</strong> antemano, diciendo el<br />

comprador lo que <strong>de</strong>sea ver en el lienzo, como un pedido que se<br />

haga a cualquier comisionista, y que el pintor <strong>de</strong> hoy no sueña<br />

sino con la vida <strong>de</strong> los placeres, con poseer un magnífico hotel en<br />

la avenida <strong>de</strong>l Bosque, y una villa en Saint—Germain, o en<br />

Biarritz, o en Niza, en don<strong>de</strong> dar tertulias y llamar la atención<br />

con sus equipajes y sus caballos <strong>de</strong> pura sangre, o con la<br />

elegancia <strong>de</strong> sus fluxes cortados por el mejor sastre <strong>de</strong> Londres.<br />

¿Pero, acaso el arte no es siempre el alma <strong>de</strong>l universo? ¿Acaso<br />

la naturaleza ha variado porque sus intérpretes hayan perdido el<br />

i<strong>de</strong>al? No, el arte que no reconoce patrias ni fronteras, no pue<strong>de</strong><br />

morir por el dandismo y el flirtaje <strong>de</strong> los artistas.«Estamos en una<br />

época <strong>de</strong> transición, enfermiza para todos, y es necesario trabajar<br />

para formar nuevas almas.» Y en tanto que su amigo continuaba<br />

hablando <strong>de</strong> las rarezas, como él <strong>de</strong>cía, <strong>de</strong> su país. Iriarte seguía<br />

pensando en el artista mo<strong>de</strong>rno, recordando que los autores <strong>de</strong><br />

todas esas obras maestras que hoy van a visitar en peregrinaje los<br />

curiosos y los apasionados, ni siquiera se preocuparon en<br />

firmarlas, y que allí viven anónimas y ro<strong>de</strong>adas <strong>de</strong> misterio, muy

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