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La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores

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www.interlectores.com Tapa | Indice<br />

55 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />

—Es un poema!...<br />

Al llegar a Boulogne el colegio <strong>de</strong>scendió, y el puente quedó<br />

<strong>de</strong>spejado, y los espíritus más alegres, y en la atmósfera menos<br />

calor. Entonces pudieron acodarse a la barandilla a observar<br />

cómo el buque cortaba el agua, y cómo los resoplidos fieros <strong>de</strong> la<br />

hélice formaban ondas plateadas, que se perdían<br />

melancólicamente en la superficie <strong>de</strong>l río, o regresaban cantando<br />

ca<strong>de</strong>nciosas, para, en el último esfuerzo, besar con sus espumas<br />

los costados <strong>de</strong>l buque en movimiento. Llegaron por fin, y todos<br />

saltaron a tierra contentos, pues ya comentaban a fastidiarse <strong>de</strong><br />

una travesía <strong>de</strong> más <strong>de</strong> una hora, en que el buque se <strong>de</strong>tenía a<br />

cada momento <strong>de</strong> uno y otro lado, en todos los pueblos.<br />

A la entrada <strong>de</strong> la empinada rambla que hay que subir para llegar<br />

al pueblo, un ciego, agitando un perolillo <strong>de</strong> hojalata, pedía<br />

centavos con voz cavernosa, y todos los que venían en busca <strong>de</strong><br />

alegría le daban limosnas, pensando que eso les traería buena<br />

suerte en el paseo. Antes que todo, llegaron hasta la elevada<br />

terraza <strong>de</strong>l parque, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se contemplan los más bellos<br />

barrios <strong>de</strong> París. <strong>La</strong> torre Eiffel aparece como una sombra<br />

proyectada sobre el cielo; el Troca<strong>de</strong>ro, ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> jardines, que<br />

se alza majestuoso en las alturas <strong>de</strong> Passy; la inmensa planicie<br />

<strong>de</strong>l Campo <strong>de</strong> Marte; el Sagrado Corazón, todavía a medio<br />

construir, que corona la ciudad, en la cumbre <strong>de</strong> Montmartre; y<br />

<strong>de</strong>spués, <strong>de</strong>l otro lado, dando la vuelta a la alameda <strong>de</strong> frondosos<br />

árboles, ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> estatuas, pilas y juegos <strong>de</strong> agua, se<br />

contempla el Instituto, con sus torres muy pegadas, y San<br />

Sulpicio, todo manchado <strong>de</strong> negro, y el Panteón en el fondo,<br />

como una sola piedra tallada al cincel. Más cerca, los otros<br />

edificios <strong>de</strong> menor tamaño o que están a menor altura, se<br />

aproximan vagamente, hasta confundirse con las admirables<br />

Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />

campiñas que, como una guirnalda <strong>de</strong> flores, circundan y<br />

adornan la gran capital. El guardia, un viejo <strong>de</strong> barba, alto y<br />

flaco, antiguo sargento en el ejército <strong>de</strong> línea, les indicaba los<br />

monumentos que no reconocían, conduciéndolos a los sitios<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> el paisaje era más sugestivo.<br />

Después subieron paso a paso, saltando como pájaros, hasta los<br />

jardines, en don<strong>de</strong> los empleados habían hecho dibujos y figuras<br />

simbólicas con las flores y las plantas <strong>de</strong> diversos colores, y al<br />

fin, fatigados, sentáronse en los bancos <strong>de</strong> piedras, en el centro<br />

<strong>de</strong> las encrucijadas, entre el monte silvestre <strong>de</strong>l camino, cada<br />

pareja separada, dándose celos por las risitas y miradas <strong>de</strong> los<br />

compañeros; mientras ellos golpeaban distraídos con sus<br />

bastones las espigas que salían <strong>de</strong> entre la yerba, y escribían ellas<br />

con sus sombrillas sobre la arena nombres y fechas borrosas,<br />

recuerdos tal vez <strong>de</strong> otros paseos semejantes.<br />

Al <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r, los mismos paisajes habían variado por completo,<br />

a causa <strong>de</strong> la hora, por la sugestión <strong>de</strong>l crepúsculo que corría<br />

hacia la noche, y contemplábase un París lleno <strong>de</strong> sombras,<br />

cubierto <strong>de</strong> nubes brumosas, negras, plomizas, color <strong>de</strong> pizarra,<br />

un París en ruinas poblado <strong>de</strong> escombros, <strong>de</strong> una belleza triste,<br />

belleza <strong>de</strong> muerte, <strong>de</strong> pueblos antiguos cuyos monumentos<br />

hechos pedazos cantasen la historia <strong>de</strong> la gran<strong>de</strong>za humana, la<br />

belleza llorosa que conserva todavía Jerusalén, Pompeya y los<br />

templos carcomidos <strong>de</strong> la vieja Roma. Y Eduardo se imaginaba<br />

la gran Ciudad <strong>de</strong>vastada, envejecida por el tiempo como una<br />

mujer hermosa, y revelábase contra la implacable <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong><br />

los seres y <strong>de</strong> las cosas. Pero más abajo, al <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r por la<br />

angosta vereda <strong>de</strong> las gentes <strong>de</strong> a pie, <strong>de</strong>l lado en que el sol caía<br />

lentamente, entre colores pálidos, <strong>de</strong> tonos suaves y <strong>de</strong>licados,<br />

como ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> una aureola in<strong>de</strong>cisa, los monumentos y los

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