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La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores

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38 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />

elegantemente, haciendo cabriolas y coqueteos, reconocidos por<br />

los colores <strong>de</strong> los jockeys, y el público, por el impulso <strong>de</strong> la<br />

salida, se daba cuenta <strong>de</strong> la fuerza <strong>de</strong> cada contendor. El starter<br />

bajo la ban<strong>de</strong>ra, y los catorce aspirantes <strong>de</strong>saparecieron en un<br />

pelotón, en medio a un silencio glacial. Los hombres fumaban<br />

sus cigarros nerviosamente, las mujeres agitaban sus sombrillas<br />

cerradas dando golpecitos sobre las sillas, y los que tenían<br />

anteojos no quitaban la visual <strong>de</strong>l pelotón, que se veía muy lejos<br />

como una masa informe en movimiento, entre el ramaje<br />

<strong>de</strong>smayado <strong>de</strong> los árboles, sobre la menuda alfombra que<br />

formaba el césped. Por la primera vez pasaron los caballos<br />

<strong>de</strong>lante <strong>de</strong> las tribunas, los favoritos iban pru<strong>de</strong>ntemente en<br />

segundo término, los que tenían menos probabilida<strong>de</strong>s,<br />

pretendían, a<strong>de</strong>lantándose, ganar distancia a la llegada. My<br />

Queen, una yegua alazana inglesa, llevaba cincuenta metros <strong>de</strong><br />

ventaja, seguida <strong>de</strong> cerca por Le Nestle que le hacía el juego para<br />

fatigarla; los ingleses gritaron: ¡hurra! para animar al jockey, y<br />

los otros caballos comenzaron a acortar sigilosamente las<br />

distancias.¡Derobé! gritaron miles <strong>de</strong> voces al unísono, grito, que<br />

fue seguido <strong>de</strong> discusiones y <strong>de</strong> palabras fuertes. Merlín, el<br />

segundo favorito, se había caído, tirando fuera al jinete y<br />

corriendo a escape <strong>de</strong>sensillado en otra dirección. Des<strong>de</strong> ese<br />

instante los pechos se ensancharon, y todas las arterias latieron<br />

con más fuerzas; faltaban apenas cuatrocientos metros para llegar<br />

al poteau. <strong>La</strong>s gentes <strong>de</strong> los anteojos gritaron emocionadas,<br />

señalando los que iban a la cabeza. Al llegar a la línea recta un<br />

intenso escalofrío se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> todos los seres, y todos daban<br />

gritos, accionando con los sombreros y con los bastones, <strong>de</strong> una<br />

manera grotesca, con las órbitas ensanchadas y los ojos<br />

inyectados, como en un paroxismo general; pero la lucha se<br />

había entablado <strong>de</strong>cididamente entre Yanthis, el favorito, y<br />

Quickly el favorito inglés, seguidos <strong>de</strong> Omnium, el outsi<strong>de</strong>r más<br />

Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />

dado por la prensa, <strong>de</strong>l cual podía esperarse una sorpresa, que<br />

avanzaba con gran ímpetu, ganando terreno, en medio al más<br />

espantoso tumulto. Unos segundos todavía <strong>de</strong> máxima emoción.<br />

Los tres corceles volaban, incitados por el látigo, y los jockeys se<br />

inclinaban hacia a<strong>de</strong>lante, apenas apoyados los pies en los<br />

estribos, pareciendo muñecos automáticos tirados por una cuerda<br />

para agitar las piernas y los brazos. Un estruendoso aplauso<br />

saludó a Omnium que había triunfado, por medio cuerpo. El<br />

caballo continuó corriendo, perdiendo poco a poco el impulso,<br />

hasta <strong>de</strong>tenerse, siempre entre los gritos entusiastas <strong>de</strong> la<br />

multitud, que veía vencer con el noble bruto al honor ecuestre <strong>de</strong><br />

las razas francesas.<br />

<strong>La</strong> tensión nerviosa calmábase en todo el campo, y la<br />

concurrencia se extendía por todas partes, cambiando<br />

impresiones, con esa laxitud espontánea que se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> las<br />

gran<strong>de</strong>s masas humanas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s esfuerzos. <strong>La</strong><br />

brisa <strong>de</strong>l oeste seguía soplando, refrescando las pasiones y las<br />

iras taciturnas <strong>de</strong> las esperanzas <strong>de</strong>svanecidas y <strong>de</strong> los <strong>de</strong>seos no<br />

satisfechos, y ante la vista <strong>de</strong>l público, la naturaleza imponía su<br />

misteriosa serenidad en la belleza silenciosa <strong>de</strong> aquella clásica<br />

tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> primavera.<br />

En la pelouse, en un magnífico carruaje, frente a frente <strong>de</strong> la gran<br />

tribuna, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong> se veía distintamente la elevada casucha <strong>de</strong><br />

los jueces, estaba Eduardo Doria con una graciosísima cantante<br />

<strong>de</strong> los Cafés-conciertes, muy cortejada y alabada por todo París,<br />

y por la cual habían dado escándalos algunos jóvenes elegantes<br />

<strong>de</strong>l gran mundo. Delgada y bien formada, con su talle flexible<br />

como un junco, Niní Florens era la gracia misma. En su cara<br />

vagaba incesantemente una sonrisa picaresca que era el tormento<br />

<strong>de</strong> los hombres que se le acercaban, y cuando reía <strong>de</strong> veras, sus

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