La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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27 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
encontraba filones <strong>de</strong> oro, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> la empresa sacaba fortunas<br />
colosales; cada vez que se iba por su cuenta, con una cuadrilla <strong>de</strong><br />
peones, el vientre <strong>de</strong> la tierra se hacía estéril, y la roca dura e<br />
inservible respondía al golpe seco <strong>de</strong> las picas, quedando al fin<br />
los zapadores extenuados, con los rostros sudorientos sobre la<br />
tierra movida, sin atreverse a <strong>de</strong>sistir, llenos <strong>de</strong> esperanzas,<br />
seguros <strong>de</strong> que algunos metros más abajo estaba el <strong>de</strong>seado<br />
tesoro que los haría regresar felices para siempre a las soñadas<br />
costas <strong>de</strong> Francia.<br />
Mientras tanto, el bilioso bañista <strong>de</strong> Vichy y el viejo moralista<br />
lúbrico, bajaban las escaleras enceradas <strong>de</strong>l almacén, con nuevos<br />
billetes <strong>de</strong> banco en los bolsillos, <strong>de</strong>bilitados <strong>de</strong> la orgía <strong>de</strong> la<br />
noche anterior, en la que el abogado solterón, había, medio<br />
beodo, cantado canciones lascivas en español, entre las burlas <strong>de</strong><br />
losgar ç ones y las risas argentinas <strong>de</strong> las muchachas alegres, que<br />
encontraban bestia, aquel extranjero <strong>de</strong> aire jesuítico, <strong>de</strong> traje<br />
algo sucio y <strong>de</strong> tez carrasposa.<br />
Des<strong>de</strong> la escena bajo los tilos había guardado Eduardo<br />
remordimientos <strong>de</strong> conciencia, y ahora, que estaba <strong>de</strong> regreso a<br />
su tranquilo cuarto <strong>de</strong> estudiante, meditaba, afligido, en su<br />
porvenir, pensando en la familia y comparando sus i<strong>de</strong>as actuales<br />
con las que había traído <strong>de</strong> su pueblo, perfumadas con la<br />
honestidad y el buen ejemplo <strong>de</strong> sus mayores. Había comenzado<br />
a estudiar y a visitar los anfiteatros <strong>de</strong> anatomía, para preparar su<br />
primer examen, pues <strong>de</strong>bido a la influencia <strong>de</strong>l ministro <strong>de</strong> su<br />
país, había logrado que le perdonasen las pruebas <strong>de</strong>l<br />
Bachillerato; y estaba dispuesto a<strong>de</strong>más a romper con su amiga,<br />
buscando un pretexto saliendo fuera <strong>de</strong> París, para olvidarla más<br />
pronto, contemplando nuevas ciuda<strong>de</strong>s y nuevos paisajes. Pero<br />
Ejemplar <strong>de</strong> cortesía gratis para lectura y uso personal<br />
Marieta, que observaba que algo extraño pasaba por el cerebro <strong>de</strong><br />
su amante, por sus largos silencios en que se quedaba con los<br />
ojos muy abiertos, mirando fijamente un mueble cualquiera, por<br />
sus conversaciones evasivas en cuanto ella le hablaba, <strong>de</strong> sus<br />
proyectos para el invierno, para una infinidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>talles que a,<br />
ella, refinada y suspicaz en las li<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l amor, no se le escapaban,<br />
preparábase también a la lucha, segura <strong>de</strong> vencer.<br />
—«El me ama, yo soy la más fuerte»: —se <strong>de</strong>cía— y cada día<br />
hacíase más cuidadosa en su toilette, más extremosa en sus<br />
caricias, enloqueciéndolo con su coquetería y haciendo por todas<br />
partes triunfar la elegancia <strong>de</strong> sus formas, y el esplendor <strong>de</strong> su<br />
belleza.<br />
Eduardo, sin embargo, se hacía también más fuerte, releyendo las<br />
cartas <strong>de</strong> sus parientes, colocando sobre la mesa el retrato <strong>de</strong> su<br />
buena madre, y escribiendo con más frecuencia para su pueblo, a<br />
fin <strong>de</strong> estar en más intimidad con su pasado, en más contacto con<br />
sus recuerdos, insistiendo al propio tiempo en su viaje a Londres,<br />
bajo pretexto <strong>de</strong> haber sido llamado por D. Diego Hernán<strong>de</strong>z<br />
para asuntos importantes. Su <strong>de</strong>seo era acabar <strong>de</strong> una vez, sin<br />
reflexionar, por un acto <strong>de</strong> suprema voluntad, con aquel abismo<br />
<strong>de</strong> voluptuosidad hacia don<strong>de</strong> se sentía fatalmente arrastrado,<br />
comprendiendo que si no era vencedor, estaba perdido. Y sabía<br />
que la amaba, que sufriría lejos <strong>de</strong> ella, que las primeras horas <strong>de</strong><br />
ausencia, iban a ser eternas para su alma, llenas <strong>de</strong> sufrimientos y<br />
<strong>de</strong> martirios, mucho más <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que los celos comenzaban a<br />
quitarle la calma.<br />
Creía encontrarla indiferente y sentía una sorda cólera mal<br />
disimulada, cuando ella le relataba con entusiasmo sus viajes por<br />
Suiza e Italia, en pleno invierno, atravesando las montañas