La tristeza voluptuosa de Pedro César Dominici Índice - Interlectores
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15 <strong>La</strong> <strong>tristeza</strong> <strong>voluptuosa</strong> <strong>de</strong> <strong>Pedro</strong> <strong>César</strong> <strong>Dominici</strong><br />
dormitaba indiferente, <strong>de</strong>spertóse al escuchar una voz sincera que<br />
anunciaba los peligros futuros si se perdonaban las prerrogativas<br />
<strong>de</strong>l momento. Los católicos pretendían formarse en partido<br />
político, y los viejos ascetas dirigían una po<strong>de</strong>rosa propaganda.<br />
Fundaron los jóvenes periódicos enemigos, instaláronse<br />
socieda<strong>de</strong>s, y <strong>de</strong> escándalo en escándalo, los clericales<br />
<strong>de</strong>sistieron <strong>de</strong> sus propósitos y abandonaron la partida para época<br />
más propicia. Tres años <strong>de</strong>spués, muerta su madre, Carlos<br />
<strong>La</strong>grange huyó para Europa con el alma <strong>de</strong>strozada, y <strong>de</strong>dicóse a<br />
viajar y a estudiar, escribiendo poco, por la propia satisfacción,<br />
por una necesidad <strong>de</strong> su organismo, por hacer algo, como él<br />
<strong>de</strong>cía, pero con cierta <strong>tristeza</strong> <strong>de</strong> vivir, indolentemente escéptico,<br />
sin soñar con la gloria, <strong>de</strong>seando tan solo ser dueño <strong>de</strong> su<br />
voluntad y disponer <strong>de</strong> sí mismo sin dar cuenta a nadie <strong>de</strong> sus<br />
actos. Su carácter tenía esos bruscos cambios <strong>de</strong> neurópata,<br />
<strong>de</strong>cían algunos, <strong>de</strong> hombre que vibra y en quien el sol influye<br />
notablemente. Su alma era una planta. Vivía con la atmósfera, y,<br />
cosa rara, en los días <strong>de</strong> pleno sol en que el cielo es intensamente<br />
azul, y más ver<strong>de</strong>s están los árboles y más trinos cantan los<br />
pájaros, su espíritu se hacía avieso, y pasaba horas enteras<br />
pensativo, irresoluto, negándose las más <strong>de</strong> las veces a salir <strong>de</strong> su<br />
cuarto, como si fuesen horas <strong>de</strong> duelo para su espíritu aquellas en<br />
que la naturaleza se viste <strong>de</strong> fiesta. Sin embargo no amaba el<br />
campo ni <strong>de</strong>seaba la soledad. <strong>La</strong>s ciuda<strong>de</strong>s más bulliciosas eran<br />
su preferida, y <strong>de</strong>cía con <strong>de</strong>sdén <strong>de</strong> Roma, que «era un pueblo en<br />
don<strong>de</strong> no se veía gente sino los domingos en la Vía <strong>de</strong>l Corso».<br />
Suspiraba <strong>de</strong>seando las mañanas oscuras, porque no sufría el<br />
martirio <strong>de</strong> la belleza; tenía miedo <strong>de</strong> volver a amar; había sido<br />
muy <strong>de</strong>sgraciados en sus amores, y cuando sus amigos le <strong>de</strong>cían<br />
que era necesario que se casase para que fuese feliz, él les<br />
respondía riendo, como para chancear, pero creyendo vagamente<br />
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en su <strong>de</strong>stino: «Soy como el personaje <strong>de</strong> la tragedia griega. Lo<br />
que toca el soplo <strong>de</strong> mi aliento, parece.»<br />
Habíase formado su teoría filosófica, una mezcla <strong>de</strong> panteísmo y<br />
<strong>de</strong> darwinismo, que explicaba a su manera, con cierto<br />
refinamiento, más propio <strong>de</strong> un soñador que <strong>de</strong> un hombre <strong>de</strong><br />
ciencia. En el fondo, más que un convencido, era un curioso, un<br />
revolucionario, que se complacía en contrariar al público y en<br />
<strong>de</strong>spreciar la opinión <strong>de</strong> la mayoría. Su Dios no era la<br />
provi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los católicos, el Juez cruel e inexorable que anda<br />
tras los hombres como un espía, para castigarlos y tomarles<br />
cuenta exacta <strong>de</strong> todas sus acciones. Sostenía que el cristianismo<br />
era una bella doctrina, imposible <strong>de</strong> llevarse a la práctica, y que<br />
Jesús, al imitar a Buda y a los filósofos <strong>de</strong> la India, habría <strong>de</strong>bido<br />
continuar en la lucha por sus i<strong>de</strong>as y no <strong>de</strong>jarse crucificar,<br />
imitando a Sócrates, a quien envenenaron en medio a sus<br />
discípulos, por ser el más santo <strong>de</strong> los hombres; <strong>de</strong> ahí que el<br />
mudo, al cambiar <strong>de</strong> teoría, no hubiese ganado nada en la<br />
práctica, y que la injusticia y la maldad reinasen hoy con más<br />
fuerza que nunca. El Papa, prisionero en el Vaticano, ha quedado<br />
siendo un símbolo, publicando encíclicas, cuyas i<strong>de</strong>as lo<br />
hubiesen llevado a la hoguera hace tres siglos, y soñando con<br />
atraerse la iglesia ortodoxa, mientras los protestantes ganan cada<br />
día más conciencias y más prosélitos. En cuanto a sus teorías<br />
sobre el arte, era todavía más intransigente: el arte es grandioso,<br />
encierra el alma <strong>de</strong>l universo, y las mediocrida<strong>de</strong>s no pue<strong>de</strong>n<br />
vivir en su seno; la obra <strong>de</strong> arte que no lleve el sello <strong>de</strong>l genio<br />
<strong>de</strong>be rechazarse como inservible e indigna <strong>de</strong> veneración.<br />
Y leyendo y escribiendo pasaba el tiempo en su discreto salón <strong>de</strong><br />
la Rue <strong>de</strong> Rennes, soñando con el pasado, sin fe en el porvenir,<br />
creyéndose fuerte porque tenía el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong> disponer <strong>de</strong> su