Boletin A.U.L.I. Nº 44-45 - Trapolandia
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Cuando terminó la pieza, Antonio tomó la<br />
palabra.<br />
-Espero les haya gustado la sorpresa. Lo fue<br />
para mí cuando empecé a enseñarle. Tal vez en<br />
la próxima fiesta toquemos juntos.<br />
¡Qué ruido más impresionante!<br />
¡Qué húmedo estaba todo! ¡Qué viento<br />
terrible!<br />
Algunos baldes rodaban por la cubierta con<br />
un sin fin de cuerdas enredadas, dos plumas<br />
verdes, cinco monedas de oro, un parche naranja,<br />
una vela rota; se escuchaban las órdenes<br />
del capitán dirigiéndolo todo.<br />
-¡90 grados a estribor!<br />
-¡Cuidado con esa vela!<br />
-¡Cierren la escotilla!<br />
Parecía que nunca se iba a terminar y, sin<br />
embargo, de a poco los ánimos y el viento<br />
empezaron a calmarse.<br />
Se escucharon algunos suspiros de alivio,<br />
y hasta un par de risas nerviosas.<br />
La tormenta había pasado…<br />
Y no era la primera que pasaban juntos,<br />
seguramente, tampoco sería la última.<br />
La vida en el mar tenía sus desventajas,<br />
pero por suerte también tenía muchísimas<br />
cosas lindas.<br />
LUCHA EN ALTA MAR<br />
¿Qué magia tenía ese violín?<br />
¿El espíritu de qué maestro en él vivía?<br />
31<br />
Isela Cabrera Boqué (Uruguay)<br />
Así fue que poco a poco, mientras el sol iba<br />
apareciendo entre las espesas nubes, muchas<br />
manos ayudaron a que las cuerdas de la cubierta<br />
fueran desenredadas y vueltas a su sitio.<br />
-¡Bajen el ancla!<br />
Se escuchó otra vez la voz del capitán, seguramente<br />
todos necesitaban un buen descanso<br />
luego de la intensa hora y media de lucha en<br />
alta mar.<br />
La bandera en el mástil mayor había desaparecido…<br />
era tiempo de pintarla nuevamente<br />
en el negro lienzo, con su símbolo blanco.<br />
Los baldes, los que habían servido para<br />
quitar el agua intrusa, y los que habían rodado<br />
libremente, fueron colgados en sus ganchos.<br />
Las cinco monedas devueltas al baúl del tesoro…<br />
mientras el capitán con su parche naranja<br />
sostenía con fuerza dos plumas verdes, esas<br />
que el viento le había arrebatado de un solo<br />
tirón al más mimado de todos los tripulantes.<br />
De El libro de la memoria de Paul Auster:<br />
“La necesidad de relatos de un niño es tan fundamental como su necesidad de comida y se<br />
manifiesta del mismo modo que el hambre.<br />
-¡Cuéntame un cuento! –dice el niño- ¡cuéntame un cuento, cuéntame un cuento, papi, por<br />
favor!<br />
Entonces el padre se sienta y le narra un cuento a su hijo. O se echa en la cama junto a él,<br />
en la cama del niño, y comienza a hablar, como si en el mundo no quedara nada más que su<br />
voz contándole una historia a su hijo en la oscuridad. A menudo es un cuento de hadas, o de<br />
aventuras; pero a veces no es más que un simple salto en el mundo imaginario.<br />
-Había una vez un niño pequeño llamado Daniel- le dice a su hijo Daniel.<br />
Estas historias en que el mismo niño es el protagonista son quizá las que más le gustan...”