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Boletin A.U.L.I. Nº 44-45 - Trapolandia

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32<br />

Adriana, es una preciosa niña de siete años.<br />

Esta mañana, como todas las mañanas, fue a la<br />

escuela. Hacía mucho, mucho frío.<br />

Nana, la señora que la cuida, la abrigó muy<br />

bien. Pero justo, a la hora que la fue a buscar,<br />

se desató una terrible tormenta.<br />

Parecía que el viento se peleaba con las<br />

ramas de los árboles, y la lluvia era cada vez<br />

más fuerte. Todo estaba cubierto de nieve.<br />

Nana le cerró bien la campera, cubrió su<br />

cuello con una enorme bufanda, le hundió el<br />

gorro hasta los ojos y le puso los guantes de<br />

conejito.<br />

Luego abrió el paraguas y juntas comenzaron<br />

a correr.<br />

-Nana - sollozó Adriana- ¡tengo las manos<br />

congeladas! Mirá, mirá, ¡no puedo mover los<br />

dedos!<br />

Nana paró por un minuto, observó preocupada<br />

las manos de la niña, y luego la aupó<br />

con cariño.<br />

-Falta poco -dijo frotando su nariz contra la<br />

de ella-. Ya estamos por llegar. La abrazó bien<br />

fuerte y apuró el paso.<br />

Por fin llegaron. Nana abrió rápido la<br />

puerta. ¡Oh! ¡Adentro estaba calentito, bien<br />

calentito!<br />

Colocó a Adriana en el suelo, la ayudó a<br />

sacarse la ropa mojada, la envolvió en una<br />

enorme toalla, y con mucho cuidado le frotó<br />

las manitos heladas, hasta que poco a poco les<br />

devolvió el calor y el color. La pequeña sonrió.<br />

Sus manos estaban otra vez calentitas y de un<br />

precioso color rosado.<br />

Luego de tomar un exquisito Colet caliente<br />

y comer dos tostadas con mermelada, se puso<br />

el pijama más abrigado que tenía, unas medias<br />

de lana bien gruesas y peluditas, se tiró en el<br />

sillón que estaba al lado de la estufa y encendió<br />

el televisor.<br />

MANOS CALENTITAS<br />

Anita Luksenburg (Uruguay)<br />

¡Ahora sí que se sentía bien de bien!<br />

Cuando volvieran mamá y papá les contaría<br />

que nunca, nunca había tenido tanto frío ¡Y<br />

que se le habían congelado las manos! ¡Y que<br />

era horrible tener las manos congeladas! Y les<br />

preguntaría cómo se hacía, para que algo como<br />

esto no volviera a pasar nunca jamás.<br />

Adriana se quedó dormida. O casi.<br />

De pronto sonó el timbre.<br />

-¿Serán mamá y papá? -preguntó en voz<br />

alta- contentísima.<br />

Apurada corrió hacia la ventana.<br />

No, no eran ellos. Era Lucía, su amiga<br />

Lucía que venía a jugar con ella. ¡Y con esta<br />

lluvia!<br />

Adriana se alegró. Le gustaba jugar con<br />

Lucía. No era su mejor amiga, pero era la más<br />

divertida. Además, hoy debían hacer un deber<br />

juntas. ¡Lo había olvidado!<br />

Corrió hacia la puerta.<br />

En el momento de abrirla, se detuvo.<br />

Miró otra vez por la ventana y comprobó<br />

que llovía muchísimo. Más que antes. Y<br />

que caía nieve y el viento era cada vez más<br />

fuerte.<br />

Entonces vio que su amiga estaba parada en<br />

el porche de la casa, con los cuadernos bajo el<br />

brazo, tiritando de frío ¡y sin guantes!<br />

-¡Oh, no! -se dijo-. Si ella entra, voy a tener<br />

que ayudarla a sacarse la campera empapada y<br />

frotarle las manos y me va a contagiar el frío y<br />

ya no me voy a sentir tan bien como ahora.<br />

Recordó sus manos congeladas, y otra vez<br />

tuvo ganas de llorar.<br />

¡No quería abrir la puerta!<br />

Entonces sintió que su corazón que siempre<br />

estaba caliente, comenzaba a enfriarse. Casi,<br />

casi como sus manos, cuando volvió de la<br />

escuela.

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