Revista Conversaciones Pedagógicas 03 - UCO
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Espiritualidad y derechos humanos<br />
derecho raíz y fundamento de todos los demás: “el<br />
derecho a la vida”. En clave de esta nuestra reflexión<br />
cuanta falta hace hoy de una verdadera y centrada<br />
espiritualidad que genere convicciones y radicalidad<br />
en el seguimiento de Jesús, quien precisamente lo<br />
dice: “he venido a traer vida y vida en abundancia” (Jn<br />
10,10).<br />
Ser discípulo de Jesús reclama en sí mismo estas dos<br />
realidades: vivir plenamente la espiritualidad cristiana,<br />
que no es otra cosa que “permanecer en su amor”; y<br />
vivir los derechos humanos, que de igual manera no es<br />
otra cosa más que permanecer en el respeto, amor e<br />
identidad con el hermano. El Evangelio mismo es toda<br />
una escuela de espiritualidad y un contenido invaluable<br />
de proclamación de los derechos de la persona<br />
humana; empecemos simplemente presentando<br />
algunos hechos del mismo Jesús, quien no hace otra<br />
cosa que pasar haciendo el bien y “Sanando a quienes<br />
tienen destrozado el corazón” (Lc 4,16-19). Lucas, en la<br />
sinagoga de Nazareth, presenta el inicio de la vida<br />
pública de Jesús y termina diciendo: “Todos tenían los<br />
ojos fijos en Él”, esto es la espiritualidad, tener los ojos<br />
fijos en Él; esto es vivir los derechos humanos, tener los<br />
ojos fijos en Él. Jesús Verdad, Camino y Vida (Jn 14,6),<br />
Jesucristo, verdad revelada, plenitud de la historia de<br />
la Salvación (Cfr Dei Verbun 4, del concilio Vaticano<br />
II, Heb 1, Gál 4,4), manifiesta el hombre al mismo<br />
hombre, viene a contar<br />
la intimidad de Dios<br />
Padre, viene a retar al<br />
hombre a que se eleve a<br />
la dignidad divina; Jesús,<br />
en su encarnación,<br />
ofrece gratuitamente<br />
a la humanidad el<br />
don de la salvación,<br />
no como un derecho<br />
humano, sino como una<br />
acción gratuita de Dios<br />
Padre a la humanidad<br />
entera; acción gratuita<br />
que debe impulsar<br />
al hombre a vivir los<br />
Ser discípulo de Jesús reclama en<br />
sí mismo estas dos realidades: vivir<br />
plenamente la espiritualidad cristiana,<br />
que no es otra cosa que “permanecer en<br />
su amor”; y vivir los derechos humanos,<br />
que de igual manera no es otra cosa más<br />
que permanecer en el respeto, amor e<br />
identidad con el hermano.<br />
derechos humanos, porque entiende que éstos se<br />
inspiran en la grandeza del ser humano cuya meta<br />
es identificarse paso a paso con el hombre perfecto,<br />
Cristo Jesús (Cfr Gaudium et Spes 22).<br />
El hombre espiritual, pues, quien vive inspirado por<br />
el “seguimiento de Jesús”, es el hombre virtuoso por<br />
excelencia, (la virtud hace parte del talante cristiano,<br />
de la identidad con el Evangelio); es el hombre que<br />
por antonomasia respeta su propia vida y la vida de<br />
sus semejantes, incluso se hace tan respetuoso que<br />
llega a contemplarlo todo como la gran maravilla<br />
por medio de la cual descubre constantemente la<br />
presencia de Dios, aun más, el hombre espiritual es<br />
tan sumamente respetuoso que para él todas las<br />
criaturas son sus hermanas. Basta recordar a ese gran<br />
santo Francisco de Asís, quien por el talante de su<br />
espiritualidad llegó, incluso, a hablar de la hermana<br />
muerte, precisamente porque para quien vive en el<br />
amor divino, quien vive espiritualmente, ni siquiera<br />
la misma muerte puede separarlo de Dios, fuente<br />
y origen de la vida en el espíritu y a su vez fuente y<br />
origen de los derechos del ser humano.<br />
Quien vive su vida en la dimensión espiritual a plenitud<br />
es una persona libre, otro de los derechos de la persona<br />
humana; “para la libertad nos ha liberado Cristo” dice<br />
San Pablo. La libertad de la espiritualidad cristiana<br />
tiene igualmente su raíz<br />
en Cristo, en Él todos<br />
somos libres. Libertad<br />
en sentido teológico es<br />
“ser lo que se es”: cuanto<br />
más dignamente se<br />
vive, más libre se es;<br />
cuanto mayor amor se<br />
profese por Dios y por<br />
el hermano, más libre se<br />
es. Cuanto con mayor<br />
seriedad y radicalidad<br />
se viva la vocación a la<br />
cual Dios ha llamado a<br />
cada persona, más libre<br />
se es. La libertad, pues,<br />
vivida y asumida como<br />
Universidad Católica de Oriente <strong>UCO</strong>. Facultad de Educación<br />
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