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C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />
P a u l d e K r u i f<br />
célebre Academia de los Lincei: «Si hay algún mosquito que transmita el paludismo es<br />
el Anopheles»...<br />
Y otra vez salió Grassi a recorrer la campiña en busca de zanzarones; crió<br />
tiernamente zanzarones en su laboratorio, con melones y agua azucarada, y en el piso<br />
alto del Hospital del Espíritu Santo, en aquellas salas a prueba de mosquitos, Grassi y<br />
Bastíanelli, sin olvidar al otro colaborador, Bignami, soltaron a los zanzarones en los<br />
dormitorios de gente que nunca había padecido paludismo, pero que entonces lo<br />
cogieron.<br />
Fue un otoño de picaduras y lleno de emociones; los periódicos adoptaron un tono<br />
sarcástico e insinuaron que la suerte de aquellos pobres hombres, animales<br />
experimentados, caería sobre la cabeza de los tres conspiradores; pero Grassi dijo<br />
que se fueran al diablo los periódicos, y quedó muy complacido cuando enfermaron<br />
sus sujetos de experimentación; tan pronto como tuvo la seguridad de que los<br />
zanzarones les habían transmitido el paludismo, les dio quinina, después de lo cual<br />
«sus historias carecían ya de interés para él».<br />
Por aquella época. Grassi había leído ya los experimentos realizados por Ronald<br />
Ross con los pájaros: ¡Qué cosa más burda!, pensó Grassi; pero cuando llegó el<br />
momento de observar el comportamiento extraño de los círculos, verrugas y cuerpos<br />
fusiformes en el estómago y glándulas salivales de sus «Anopheles» hembras,<br />
comprendió que Ross tenía plena razón..El parásito del paludismo humano hacía en el<br />
cuerpo de sus zanzarones las mismas cosas exactamente que el paludismo de los<br />
pájaros había realizado en los cuerpos de aquellos mosquitos cuyos nombres había<br />
ignorado Ronald Ross.<br />
En vista de esto. Grassi incubó zanzarones, y todas las tardes, durante cuatro<br />
meses, él y seis o siete amigos suyos permanecieron sentados un rato en la<br />
habitación donde habían nacido los mosquitos. ¡Y qué clase de amigos tuvieron que<br />
ser, porque todas las noches allí estaban, en la oscuridad, remangados los pantalones<br />
hasta las rodillas, descubierto el pecho y subidas hasta el codo las mangas de la<br />
camisa! ¡Algunos de estos amigos, por quienes mostraban especial predilección los<br />
mosquitos, fueron picados cincuenta o sesenta veces cada noche!<br />
Demostró su punto de vista, porque aunque aquellos «Anopheles» eran hijos de<br />
los mosquitos hembras procedentes de las regiones italianas más apestadas de<br />
paludismo, ni uno solo de sus amigos presentó síntomas de la enfermedad.<br />
—No son los hijos de los mosquitos, sino los mosquitos que han picado a un<br />
palúdico, los que transmiten la enfermedad —afirmó Grassi.<br />
Fue tan tenaz como errático había sido Ronald Ross: comprobó en todos sus<br />
detalles su teoría de que el «Anopheles»es el mosquito único y especial que produce<br />
el paludismo a las personas; con cien experimentos impecables demostró que el<br />
paludismo de los pájaros no podía ser transmitido por los mosquitos que lo llevan a<br />
las personas, y que el paludismo de los seres humanos no puede ser difundido por los<br />
mosquitos que lo producían a los pájaros.<br />
V<br />
Battista Grassi era hombre práctico! «Una familia libre de las torturas del<br />
paludismo vale más que diez años de predicación. Tendré que hacerlo ver así»<br />
murmuró, y fue a la planicie de Capacco en el verano de 1900, cuando los días<br />
caliginosos y los zanzarones estaban, aún en los lugares pantanosos. En ventanas y<br />
puertas de las viviendas de diez jefes de estación y otros empleados ferroviarios puso<br />
tela metálica tan fina y bien ajustada, que era imposible pudiera atravesarla el más<br />
sutil de los zanzarones; y después, investido de poderes por los directores del<br />
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