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CAZADORES DE MICROBIOS

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C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />

P a u l d e K r u i f<br />

CAPITULO IX<br />

DAVID BRUCE<br />

I<br />

El destino de David Bruce era llevar a cabo cosas que ni sus superiores ni su<br />

familia querían que hiciese; al salir de la Escuela de Medicina de Edimburgo, entró en<br />

el Servicio Médico del ejército inglés, no para luchar ni para salvar vidas de soldados,<br />

ni tampoco para tener ocasión de cazar microbios, ocupación desconocida en aquellos<br />

tiempos, ni con fin alguno tan desinteresado: lo hizo porque quería casarse, y tanto él<br />

como su novia carecían de dinero.<br />

El resultado fue que, por la razón que queda expuesta, Bruce se hizo médico<br />

militar con un sueldo de mil dólares anuales. Fue destinado a la guarnición inglesa de<br />

la isla de Malta, y con él, en viaje de novios, iba mistress Bruce.<br />

Reinaba en la isla una enfermedad misteriosa llamada la fiebre de Malta,<br />

padecimiento que producía a los soldados fuertes dolores en las tibias y les hacía<br />

maldecir la hora en que se les había ocurrido entrar al servicio de la reina. Bruce se<br />

percató de que era estúpido limitarse a dar palmaditas a los enfermos y recetarles<br />

pildoras; comprendió que había que buscar el origen de la fiebre de Malta. Para ello se<br />

metió en un lío regular: montó un laboratorio en un barracón abandonado, sin saber<br />

gran cosa de lo que hacía, y se pasó semanas enteras aprendiendo a preparar un<br />

medio de cultivo a base de caldo de carne y agar-agar, para el microbio de la fiebre<br />

de Malta.<br />

Mistress Bruce se convirtió de esta manera en ayudante de su marido y, fue su<br />

mano derecha durante treinta años, acompañándole a los rincones más pestilentes<br />

donde haya podido ir un cazador de microbios, compartiendo su pobreza e Iluminando<br />

sus oscuras glorias. En los comienzos de sus trabajos de Investigación cometieron<br />

muchas pifias, aunque sea duro el decirlo; pero, juntos, estos bacteriólogos recién<br />

casados descubrieron el microbio de la fiebre de Malta, y en recompensa de sus<br />

desvelos fueron... trasladados a otro país.<br />

—¿Qué demonios hace Bruce?—se preguntaban los jefes médicos de la<br />

guarnición.<br />

Y le denunciaron como tonto, visionario, inútil domesticador de monos y torpe<br />

manipulador de tubos de ensayo. Y precisamente cuando podía haber descubierto,<br />

como lo consiguió veinte años más tarde, de qué manera pasa el microbio de la fiebre<br />

de malta de las ubres de las cabras a la sangre de los soldados ingleses, en ese<br />

momento fue trasladado.<br />

II<br />

La orden de traslado fue rectificada, y Bruce se reintegró a Inglaterra, a la Escuela<br />

de Sanidad Militar de Netley, para enseñar bacteriología, en vista de que había<br />

descubierto el microbio de una importante enfermedad. En Netley tuvo la suerte de<br />

encantar a su excelencia el honorable sir Walter Hely-Hutchinson, gobernador de<br />

Natal y de Zululandia. etc., etc.. y los dos aventureros visionarios forjaron grandes<br />

planes. A Bruce le tenía sin cuidado la expansión del imperio, pero presentía la<br />

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