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CAZADORES DE MICROBIOS

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C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />

P a u l d e K r u i f<br />

«Estos animales norteños, perfectamente suceptibles al ataque de la fatal fiebre<br />

de Tejas, se mezclarán con los del Sur, comerán de la misma hierba, beberán la<br />

misma agua, olfatearán las deyecciones de las vacas de la Carolina del Norte; pero no<br />

cogerán garrapatas. Esperemos ahora a ver si son las garrapatas las que tienen la<br />

culpa»—reflexionaba Smith.<br />

Julio y agosto fueron dos meses de espera, ansiosa pero calurosa; Smith auxiliado<br />

por un entomólogo del Gobierno, llamado Cooper Curtice, se dedicó a estudiar<br />

prolijamente la vida y costumbres de las garrapatas: descubrieron que las jóvenes,<br />

dotadas de seis patas, trepaban por las patas de las vacas, se adherían a la piel,<br />

empezaban a chupar sangre, mudaban la epidermis, adquirían orgullosamente dos<br />

patas más y volvían a cambiar la piel; se enteraron también de que las hembras<br />

adultas, provistas de ocho patas, se casaban sobre los lomos de las vacas, cada una<br />

con un macho de menor tamaño, se daban después grandes banquetes de sangre,<br />

desarrollándose hasta alcanzar la madurez, y, finalmente, se desprendían de las vacas<br />

y ponían en el suelo dos mil o más huevos. Es decir, que apenas transcurridos veinte<br />

días después de haber trepado por las patas de las vacas, había terminado su misión<br />

en este mundo y, encogiéndose, morían, mientras que en cada uno de los dos mil<br />

huevecillos empezaban a suceder cosas extrañas.<br />

Smith visitaba a diario su laboratorio al aire libre, que estaba al cuidado de<br />

Kilborne, el futuro vendedor de artículos de ferretería: recorría el cercado número 1.<br />

para ver si el ganado del Norte había sido invadido ya por las garrapatas, si tenía<br />

fiebre, la cabeza colgante, etc., iba después al cercado número 2, para quitar unas<br />

cuantas garrapatas más a las vacas del Sur, pues siempre estaban apareciendo<br />

nuevos ejemplares procedentes, sin duda, de las que el primer día eran demasiado<br />

pequeñas para ser vistas. Asegurarse de que aquellas tres vacas permanecían limpias<br />

de garrapatas era una preocupación agotadora. A decir verdad, fue un compás de<br />

espera sudoroso y poco interesante, hasta que llegó un día, pasado el 15 de agosto,<br />

en que empezó a tener garrapatas la primera vaca norteña, y poco después arqueaba<br />

el lomo y se negaba a comer; aparecieron las garrapatas en los demás animales del<br />

Norte, ardían en fiebre, la sangre se les transformó en agua y presentaban un triste<br />

aspecto, con las costillas salientes y los flancos hundidos, plagados de insectos.<br />

En el cercado número 2, en cambio, donde no había garrapatas, las vacas del<br />

Norte permanecían tan sanas como sus congéneres de la Carolina del Norte.<br />

En los animales norteños del cercado número 1 aumentaba la fiebre por días, y<br />

murieron uno a uno: las cuadras estaban enrojecidas por la sangre derramada<br />

durante las disecciones, era un interminable ir y venir, de los animales muertos al<br />

microscopio de la buhardilla, y hasta el mismo Alexander, presintiendo vagamente<br />

cosas sensacionales, se dignó poner mayor actividad en sus funciones. Al examinar<br />

Smith la sangre aguada de las vacas muertas, reflexionaba así:<br />

«El microbio desconocido de la fiebre de Tejas ataca a la sangre, parece como si<br />

algo se introdujera en los glóbulos rojos, haciéndolos reventar. Dentro de los glóbulos<br />

rojos es donde tengo que buscar el microbio. Aunque Smith desconfiaba de los<br />

informes de los pretendidos expertos del microscopio, con este aparato en la mano<br />

era un excelente observador, y dirigiendo las lentes más potentes a la sangre de la<br />

primera vaca fallecida, vio en la primera preparación, que examinó unos curiosos<br />

espacios piriformes, recortados con los discos macizos de los glóbulos rojos, que de<br />

momento parecían simples agujeros, pero enfocando una y otra vez y examinando<br />

una docena de preparaciones, observó que los agujeros se convertían en seres<br />

vivientes, piriformes, que asimismo encontró en la sangre de todas las vacas muertas<br />

de fiebre de Tejas, y siempre dentro de los glóbulos, convirtiendo la sangre en agua;<br />

pero nunca en la sangre de las vacas sanas del Norte.<br />

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