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C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />
P a u l d e K r u i f<br />
tuvo así la gota de humor acuoso con el trocito de bazo pletórico de bastoncitos,<br />
pendiente y aprisionada en la cavidad y fuera del alcance de otros microbios.<br />
Con una especie de excitación impasible acercó una silla y se sentó para observar<br />
lo que sucedía: en el grisáceo campo visual discernía únicamente los jirones del bazo<br />
de ratón enormemente aumentados, y aquí y allá flotaba un bastoncito muy delgado.<br />
¡Los bastoncitos a la deriva habían empezado a multiplicarse! Donde antes no<br />
había más que uno, aparecían dos ahora; otro se alargaba dando lugar a un filamento<br />
enredado y larguísimo, que serpenteaba a través del campo visual, y transcurridas un<br />
par de horas, los jirones de bazos estaban totalmente ocultos bajo la miríadas de<br />
bastoncitos, de masas de filamentos, que semejaban enredados ovillos de hilo<br />
incoloro, hilo vivo, silencioso hilo asesino.<br />
Durante cada uno de los ocho días que duró el escalofriante experimento. Koch<br />
repitió el milagro de hacer que apareciera un millón de bacilos donde antes sólo<br />
existían unos cuantos; sembró una pequeña fracción de la gota pendiente pletórica de<br />
bastoncitos, en otra gota de humor acuoso, y siempre comprobó que los escasos<br />
bastoncitos existentes en un principio se multiplicaron hasta llegar a ser millones.<br />
—He obtenido ocho generaciones de bacilos; sin necesidad de la presencia de<br />
cuerpo animal alguno; los he obtenido puros, separados de toda otra especie<br />
microbiana. En esta octava gota pendiente no queda nada de tejido enfermo ni rastro<br />
del bazo del ratón muerto, sólo hay en ellas los hijos de los bacilos que mataron al<br />
ratón. Si inyecto estos bacilos en un ratón, en una oveja, ¿seguirán multiplicándose?<br />
Estos filamentos ¿son realmente la causa del carbunco?<br />
Con mucho cuidado empapó Koch una astillita en la gota pendiente pletórica de<br />
microbios de la octava generación, gota turbia aun a simple vista, por el gran número<br />
de bacilos que encerraba, y después, teniendo al lado a ese ángel guardián invisible<br />
que protege a los que exploran la Naturaleza imprudentemente, introdujo con gran<br />
destreza la astillita bajo la piel de un ratón sano.<br />
Al día siguiente Koch, con sus ojos miopes, se inclinaba sobre el cuerpo del ratón,<br />
clavado con alfileres a la tabla de disección, y trémulo de esperanza flameaba a sus<br />
bisturíes: tres minutos más tarde, sentado ante el microscopio, con un trozo de bazo<br />
del ratón muerto entre dos láminas de cristal, murmuraba:<br />
—Lo he demostrado. Aquí están los filamentos, los bastoncitos. Los bacilos<br />
procedentes de la gota pendiente son tan mortíferos como los del bazo de una oveja<br />
muerta de carbunco.<br />
III<br />
Los bacilos del carbunco, tan poco resistentes, que mueren con tanta facilidad en<br />
el portaobjetos, ¿cómo pasan de los animales enfermos a los sanos? Entre los<br />
ganaderos y veterinarios de toda Europa circulaban varias explicaciones supersticiosas<br />
en relación con el carbunco, creencias extrañas respecto al misterioso! poder de esta<br />
plaga, siempre pendiente sobre los rebaños, como una espada cruel e invisible. ¡Era<br />
una enfermedad demasiado horrible para que su causa fuese un pequeñísimo bacilo<br />
de una milésima de milímetro de largo!<br />
¿Cómo podían estos bacilos resistir el invierno en los campos y en las montañas<br />
durante años enteros? ¿Qué sucedía cuando, después de haber frotado una lámina de<br />
cristal con un trocito de bazo pletórico, los veía esfumarse, disgregarse y<br />
desaparecer? Puso sobre estas láminas de cristal el alimenticio humor acuoso de ojo<br />
de buey, y los microbios no aparecieron; lavó con agua sangre seca y la inyectó en<br />
ratones, que siguieron viviendo alegremente. ¡Estaban muertos los mismos microbios<br />
que dos días antes habrían podido matar una vaca!<br />
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