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C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />
P a u l d e K r u i f<br />
CAPITULO VIII<br />
THEOBALD SMITH<br />
I<br />
Hacia 1890, hizo su aparición un joven, Theobald Smith, que dio la explicación de<br />
por qué el ganado vacuno del Norte, cuando es trasladado al Sur, enferma y muere a<br />
consecuencia de la fiebre de Tejas, y de por qué el ganado vacuno del Sur, aun<br />
estando sano, acarrea al ¡ral Norte una muerte misteriosa para el que está en la<br />
región. Theobald Smith redactó en 1893 un informe claro y preciso resolviendo el<br />
enigma, informe que no llegó a conocimiento del gran público y que se encuentra<br />
agotado, pero que sugirió una idea al fanfarrón David Bruce, insinuó cosas a Patrick<br />
Masón, hizo pensar a Grassi, el brillante e indignado italiano, inspiró confianza al<br />
norteamericano Walter Reed y a los oficiales y soldados que rehusaron pagas<br />
extraordinarias por haberse prestado a ser mártires de la investigación.<br />
II<br />
Al ingresar en la Escuela de Medicina de Albany, no encontró entre los doctores de<br />
la Facultad interés alguno por los bacilos: estos seres no habían sido aún tomados<br />
como blanco de los tiros curativos de la profesión médica, no se daba curso alguno de<br />
Bacteriología, y por aquel entonces sucedía lo mismo en todas las escuelas de<br />
Medicina de los Estados Unidos; más, a pesar de todo, Theobald Smith quería hacer<br />
ciencia, y sin tomar parte de las alegres borracheras y obscenidades científicas de los<br />
estudiantes de Medicina de tipo corriente, se consolaba estudiando al microscopio las<br />
entrañas de los gatos. En el primer trabajo científico que publicó acerca de ciertas<br />
peculiaridades anatómicas de las tripas de los gatos, hizo observaciones muy<br />
perspicaces, que fueron sus primeras armas como investigador.<br />
Smith comenzó a dar caza a los microbios en el cuartito iluminado por una<br />
buhardilla, en el desván de un edificio oficial: pero como era eso precisamente lo que<br />
estaba deseando, dio comienzo a la tarea como si hubiera nacido con un jeringuilla en<br />
la mano y un hilo de platino en la boca.<br />
En un espacio de tiempo notablemente corto aprendió solo todo lo que era<br />
preciso, y empezó a hacer descubrimientos prudentes: inventó una vacuna de una<br />
especie nueva y curiosa, que no contenía bacilos, sino sus componentes proteínicos<br />
filtrados.<br />
III<br />
En todo el país reinaba gran excitación: entre los ganaderos del Norte y los del<br />
Sur había malas relaciones; en los centros de contratación de Nueva York se<br />
desencadenó el pánico cuando empezaron a morir por centenares las cabezas de<br />
ganado embarcado en los trenes con destino a los mataderos del Este. Había que<br />
hacer algo, los distinguidos doctores del Consejo Metropolitano de Sanidad se<br />
pusieron a trabajar para buscar el microbio causante de la epidemia, y, entre tanto,<br />
unos cuantos viejos ganaderos del Oeste, gente avezada, tenían su teoría, lo que<br />
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