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C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />
P a u l d e K r u i f<br />
—¿En dónde cogen las moscas tsetsé del llano, los tripanosomas que luego<br />
inyectan en las vacas y los caballos?<br />
Sucede con mucha frecuencia que durante meses enteros no hay caballos ni vacas<br />
en la zona donde moscas: seguramente éstas, pueden permanecer infectadas durante<br />
meses enteros, y la infección debe proceder de las bestias salvajes, de la caza mayor.<br />
«Los microbios deben de estar en la caza mayor», y cargando fusiles, Bruce<br />
penetró en los bosques, para matar cebras de Burchell y antílopes de diversas<br />
especies. Abrió en canal los animales muertos, y con jeringuillas extrajo sangre de los<br />
corazones calientes, apresurándose a regresar a la colina para proceder al examen<br />
microscópico con la esperanza de encontrar tripanosomas, pero no fue así. Como<br />
tenía rasgos de soñador, murmuró: «Tal vez existan, pero en tan pequeño número.,<br />
que no se vean». Y para comprobar si existían, inyectó a perros sanos grandes<br />
cantidades procedente de diez animales diferentes, descubriendo de este modo que<br />
los microbios de la nagana pueden estar latentes en la caza mayor, esperando la<br />
oportunidad de ser trasplantados por las moscas tsetsé a otros animales que les sean<br />
más favorables para su desarrollo.<br />
De esta manera dio Bruce el primer paso hacía la conquista de África.<br />
IV<br />
Entonces se percató Hely-Hutchinson de su acierto en haber confiado en David<br />
Bruce.<br />
—Tened cuidado con la mosca tsetsé —recomendó éste a los agricultores—. Matad<br />
las mosca, destruid los matorrales donde acostumbran a vivir y exterminad los<br />
antílopes, de los cuales chupan los tripanosomas.<br />
De esta suerte comenzó David Bruce a librar África de la nagana.<br />
Vino después la guerra de los boers, y los esposos Bruce se encontraron sitiados<br />
en Ladysmith, en compañía de otros nueve mil ingleses.<br />
Pasó el tiempo, y dos años después del episodio de Ladysmith, vinieron a rogarle<br />
que continuase la caza de microbios, porque en el África ecuatorial, en las orillas del<br />
lago Victoria Nyanza, andaba suelta la Muerte. Era una muerte que se arrastraba<br />
arteramente para aparecer cada día, de improviso, en nuevos poblados, muerte lenta<br />
y en cierto modo compasiva, porque no producía dolores; sus víctimas pasaban de<br />
una fiebre caprichosa a una pereza invencible, insólita en los activos indígenas que<br />
habitaban en las orillas del lago. El letargo se convertía en un sueño ridículo que<br />
dejaba a los negros con la boca abierta en el acto de comer, y de esta soñolencia<br />
caían en un estado comatoso, del que nadie despertaba, y cuyos horribles escalofríos<br />
se confundían, finalmente, con el frío de la tumba. Tal era la africana enfermedad del<br />
sueño, que en pocos años había matado en Uganda cientos de miles de indígenas y<br />
estaba transformado el suelo más fértil de la tierra en un parque improductivo<br />
reservado a las jirafas y a las hienas.<br />
El ministerio de las Colonias estaba verdaderamente alarmado. La Real Sociedad<br />
envió, finalmente, una Comisión formada por tres investigadores que embarcaron<br />
para Uganda y empezaron a examina sangre y el líquido cefalorraquídeo de los<br />
desgraciados negros condenados al sueño de la muerte.<br />
Los que formaban la comisión empezaron sus tanteos, y formaron opiniones<br />
diferentes: uno tenía casi la seguridad de que la causa de las muertes era un gusano<br />
largo y extraño que encontró en la sangre de los negros; otro no tenía opinión<br />
definida que sepamos, y el tercero, Castellani, pensó en un principio que el traidor<br />
que latía en el fondo de la enfermedad del sueño fuera un estreptococo, como el<br />
microbio que origina las anginas. Y un buen día. por una de esas casualidades que<br />
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