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C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />
P a u l d e K r u i f<br />
Dos años después, volvía Ross a Calcuta, a un buen laboratorio con ayudantes,<br />
mosquitos e indios con tantas semilunas palúdicas en la sangre como pudiera desear<br />
cualquier investigador, porque aquella ciudad era un magnífico foco de paludismo.<br />
Así, Ross y Bux pusieron manos a la obra para encontrar los círculos punteados de<br />
negro en el estómago de los mosquitos. Bux inspeccionó las alcantarillas los desagües<br />
y las apestosas cisternas de Calcuta, y capturó mosquitos grises, atigrados, y<br />
mosquitos con las alas de pardo y de verde; dentro del limitado conocimiento que<br />
tenía Ross de las diversas especies de mosquitos, ensayaron todas las que<br />
encontraron.<br />
Entonces vino en ayuda de Ross el dios de los que andan a tientas. Los pájaros<br />
padecen paludismo; el microbio del paludismo de los pájaros se parece mucho al de<br />
los hombres. ¿Por qué no ensayar con los pájaros?<br />
El día de San Patricio de 1889. Ronald Ross soltó diez mosquitos grises en una<br />
jaula que encerraba tres alondras, cuya sangre estaba plagada de parásitos del<br />
paludismo; los diez mosquitos picaron a las alondras y se llenaron de sangre de éstas.<br />
Tres días después, pudo exclamar Ronald Ross:<br />
—El parásito del paludismo de los pájaros se desarrolla en las paredes del<br />
estómago del mosquito gris, de la misma manera que el parásito humano lo hace en<br />
el estómago del mosquito de alas moteadas de pardo.<br />
Día tras día fue Ross matando y abriendo uno a uno los mosquitos, pudiendo<br />
comprobar cómo se iban hinchando los círculos, cómo crecían; no cabía duda.<br />
Observando al microscopio una verruga en la pared del estómago de un mosquito<br />
hembra, siete días después de haber chupado sangre a un pájaro palúdico, vio Ronald<br />
Ross cómo la verruga se abría y daba salida a un regimiento de curiosas hembras<br />
fusiformes que se desparramaban por todo el cuerpo del mosquito hembra. Ronald<br />
Ross repitió el experimento con otros mosquitos hembras que habían chupado sangre<br />
a los pájaros palúdicos, y volvió a ver cómo los círculos se transformaban en<br />
verrugas, maduraban, se abrían y expulsaban los cuerpos fusiformes; examinó, «el<br />
millón de cosas que entra a formar parte del mosquito», sin tener la menor noción de<br />
cómo se llamaban la mayor parte de ellas, hasta que un día vio el acto más<br />
sorprendente de una naturaleza maléfica, cómo los regimientos de hembras<br />
fusiformes que habían proliferado en el cuerpo del mosquito se dirigían a la glándula<br />
salival, y en ésta, débilmente, perezosamente, pero en cantidad tal, que casi la hacían<br />
vibrar, vio cómo los regimientos de hembras fusiformes, prometedores y valientes<br />
microbios jóvenes del paludismo se disponían a penetrar en la trompa del mosquito...<br />
—Entonces, los mosquitos transmiten el paludismo al picar —murmuró Ross, y lo<br />
dijo así en voz baja, porque era todo lo contrario a la teoría de su padre científico,<br />
Patrick Manson—. Carece totalmente de fundamento el que los pájaros o las personas<br />
contraigan el paludismo por beber agua con mosquitos muertos o aspirando polvo de<br />
mosquitos.<br />
Jamás se ha dado otro ejemplo más hermoso de que teorías equivocadas<br />
conduzcan a un cazador de microbios a hechos insospechados. ¡Ronald Ross era un<br />
investigador!<br />
Pero desgraciadamente, Ronald Ross no pudo adueñarse del descubrimiento del<br />
paludismo en los hombres.<br />
Y, sin embargo, ¡honremos a Ronald Ross!, que, a pesar de sí mismo, hizo cosas<br />
maravillosas. Sus trabajos fueron los que permitieron al docto, experto e indignado<br />
Battista Grassi, realizar los experimentos precisos y soberbios que terminarían por<br />
eliminar el paludismo en la tierra.<br />
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