27.02.2015 Views

CAZADORES DE MICROBIOS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C a z a d o r e s d e m i c r o b i o s<br />

P a u l d e K r u i f<br />

podríamos llamar una conseja, nacida entre el humo de sus pipas, de sus<br />

conversaciones lamentando las desastrosas pérdidas de ganado. Decían que la fiebre<br />

de Tejas era producida por un insecto que vivía sobre las vacas, chupándoles la<br />

sangre; la garrapata.<br />

Los sabios doctores del Consejo Metropolitano y todos los distinguidos veterinarios<br />

de las distintas Estaciones Experimentales del estado se rieron. ¡Las garrapatas causa<br />

de una enfermedad! ¡Qué un insecto motivase una enfermedad! Nunca se había oído<br />

cosa semejante: era anticientífico, era estúpido. Gamgee, una autoridad respetable,<br />

dictaminó: «Un poco de reflexión convencerá a cualquiera de lo absurdo de la idea».<br />

Este Gamgee llevaba ya tiempo estudiando la fiebre de Tejas, y nunca había hecho<br />

mención de las garrapatas: los hombres de ciencia de todos los Estados abrieron<br />

gravemente los vientres de las vacas muertas y encontraron bacilos, pero no vieron ni<br />

una sola garrapata.<br />

IV<br />

En 1888, el doctor Salmón dedicó a Smith, con Kilborne como ayudante y<br />

Alexander, a trabajar sobre la fiebre de Tejas, sin decirle nada acerca de las<br />

garrapatas: la única recomendación que le hizo fue: «Hay que descubrir el microbio».<br />

Como material de Investigación sólo dispusieron aquel año de los bazos e hígados de<br />

cuatro vacas muertas de fiebre de Tejas, que llegaron a la buhardilla —laboratorio<br />

caliente como un horno, procedentes de Virginia y Maryland, y acondicionados con<br />

hielo en unos recipientes. Theobald Smith poseía lo que faltaba a todos aquellos<br />

doctores ofuscados y veterinarios fracasados: sentido común. Enfocó el microscopio<br />

sobre diversos trozos del primer ejemplar de bazo, y descubrió muchos microbios, un<br />

verdadero parque zoológico: pero al olfatear aquel bazo arrugó la nariz: olía mal,<br />

estaba echado a perder.<br />

Sin pérdida de momento envió telegramas a los ganaderos, recomendándoles<br />

extrajeran las entrañas a los animales inmediatamente después de morir, y que,<br />

acondicionadas con hielo, las remitieran al laboratorio por la vía más rápida. Así lo<br />

hicieron, y en el primer bazo que examinó no encontró microbio alguno, y sí<br />

únicamente una gran cantidad de glóbulos rojos —misteriosamente destruidos.<br />

Aún era joven, sarcástico y se impacientaba con los investigadores incapaces de<br />

meditar detenidamente: un sujeto llamado Billings pretendía haber identificado un<br />

bacilo de sobra conocido, con la causa de la fiebre de Tejas, bacilo que se encontraba<br />

en todas las partes de una vaca muerta y en todos los rincones de las granjas, incluso<br />

en los montones de estiércol.<br />

Se dio cuenta de que no conducía a nada permanecer en el laboratorio, aunque<br />

dispusiese de todos los conejillos de Indias imaginables y de una colección de<br />

jeringuillas para dedicarse simplemente a examinar bazos e hígados de vacas más o<br />

menos corrompidos. Como era un verdadero experimentador, tenía que estudiar la<br />

enfermedad en vivo, ¡r a los sitios donde las vacas se agitaban con las últimas<br />

convulsiones; en una palabra, tenía que seguir a la Naturaleza.<br />

Empezaba a hacer sus preparativos para el verano de 1889, cuando un día le<br />

habló Kilborne de la ridícula teoría de las garrapatas elaborada por los ganaderos.<br />

Instantáneamente estuvo alerta, y pensó: «¿Los ganaderos, los que se quedan sin<br />

vacas, los que están más en contacto con la fiebre de Tejas piensan eso?» Aunque<br />

Theobald Smith había nacido en la ciudad, le agradaba el olor del heno cortado y<br />

contemplar los pardos surcos de los campos recién arados: en las sentencias<br />

entrecortadas de los labradores acerca de las cosechas o del tiempo veía cierta<br />

sabiduría; conocía la maravillosa escritura abreviada de las matemáticas, cosa que<br />

81

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!