05. Robots e Imperio
Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.
Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.
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manera. Puede pararme; en cualquier momento, pero destruirá los mundos espaciales.<br />
Claro que durarán mientras yo viva y no seré yo la que pase a la historia, a la historia, por<br />
cierto, de los colonizadores, como el mayor fracasado. ¿Qué, hablo?<br />
Amadiro se encogió en su butaca.<br />
—Habla pues. y cuando hayas terminado... márchate.<br />
—Eso voy a hacer, Kelden, a menos que me ruegue..., muy atentamente..., que me<br />
quede para ayudarle. ¿Empiezo?<br />
Amadiro no respondió y Vasilia empezó:<br />
—Le dije que durante mi estancia en Solaria me di cuenta de unos peculiares planos<br />
positrónicos que habían diseñado, unos circuitos que me llamaron la atención vivamente,<br />
porque parecían representar intentos de producción de robots telepáticos. Ahora bien,<br />
¿cómo pude imaginar esto?<br />
Amadiro observó amargamente:<br />
—Ignoro qué empujes patológicos hacen funcionar tus pensamientos.<br />
Vasilia apartó el comentario con una mueca:<br />
—Gracias, Kelden... He pasado varios meses pensando en esto, puesto que soy lo<br />
suficientemente lista para creer que el asunto no afectaba la patología sino algún<br />
recuerdo subliminal. Mi mente regresó a la infancia, cuando Fastolfe, al que entonces<br />
consideraba mi padre, en uno de sus momentos generosos..., de vez en cuando<br />
experimentaba esos estados de ánimo..., me dio mi propio robot.<br />
—¿Otra. vez Giskard? —masculló con impaciencia Amadiro.<br />
—Sí, Giskard. Siempre Giskard. Era aún adolescente y ya tenía el instinto del robotista,<br />
o mejor dicho, había nacido con dicho instinto. De momento no poseía excesivos<br />
conocimientos matemáticos, pero entendía de diseños, de esquemas. Al paso de las<br />
décadas fue mejorando mi conocimiento de las matemáticas, pero no creo que avanzara<br />
mucho en mi apreciación de esquemas. Mi padre solía decirme: "pequeña Vas, —también<br />
se servía de diminutivos cariñosos para ver cómo me afectaban—, tienes el genio de los<br />
esquemas". Y creo que así era...<br />
—Por favor, te concedo este genio, pero no sigas. Entretanto, sé que no he cenado<br />
aún, ¿lo sabías?<br />
—Bueno, encargue la cena e invíteme a compartirla.<br />
Amadiro, digustado, levantó el brazo haciendo una rápida señal. Al instante se hizo<br />
evidente el silencioso movimiento de los robots dedicados a su trabajo.<br />
—Me entretenía inventando circuitos para Giskard —prosiguió Vasilia—. Me acercaba<br />
a Fastolfe..., a mi padre como le consideraba entonces..., y le enseñaba lo que había<br />
hecho. Él sacudía la cabeza, se reía y me decía: "Si añades cosas al cerebro del pobre<br />
Giskard, ya no podrá hablar y sentirá mucho dolor." Recuerdo haberle preguntado si<br />
Giskard podía realmente sentir dolor y mi padre contestó: "No sé lo que puede sentir, pero<br />
actuaría igual que nosotros si experimentáramos mucho dolor, así que es mejor imaginar,<br />
o decir, que sentiría dolor." O bien le enseñaba uno de mis esquemas y sonreía<br />
indulgente, diciéndome: "Bueno, daño no puede hacerle, pequeña Vas, resultará<br />
interesante probarlo." Y probaba.<br />
A veces le quitaba el circuito y a veces se lo dejaba. No era simplemente enredar en<br />
Giskard por sadismo, como supongo que me hubiera sentido tentada de hacerlo si yo no<br />
hubiera sido yo. El caso es que estaba muy encariñada con Giskard y no quería hacerle<br />
daño. Cuando me parecía que una de mis mejoras, yo siempre las consideraba mejoras,<br />
hacía que Giskard hablara con más soltura o reaccionara más de prisa o de forma más<br />
interesante, y no parecía dañarle, se lo dejaba... Y entonces, un día...<br />
Un robot situado junto a Amadiro no se hubiera atrevido a interrumpir a un invitado a<br />
menos que se tratara de una verdadera emergencia, pero Amadiro no tuvo ninguna<br />
dificultad en interpretar el significado de la espera. Preguntó:<br />
—¿Está lista la cena?