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05. Robots e Imperio

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

Robots e Imperio es una novela de ciencia ficción escrita por Isaac Asimov y publicada en 1985. Es la continuación de Los robots del amanecer, dentro de su serie de novelas sobre robots. Esta novela es, cronológicamente, la que da inicio a las siguientes sagas de Asimov, como el Tríptico del Imperio y el Ciclo de Trántor, y en la que el robot Daneel Olivaw se erige como un personaje de gran importancia en la historia de la humanidad.

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de lejos..., sentí la pérdida de una persona específica.<br />

—Gladia.<br />

—Sí.<br />

—Esto parecería natural, amigo Giskard. Se enfrentaba con la posibilidad de tener que<br />

entregarla a la nave aurorana.<br />

—La impresión era demasiado intensa. Demasiado dolorosa.<br />

—¿Dolorosa?<br />

—Es la única palabra que se me ocurre en relación con lo que capté. Había una<br />

dolorosa tensión asociada a la sensación de pérdida. No era como si Gladia se fuera a<br />

otra parte y por ello no la tendría cerca. Esto, después de todo, podía remediarse en el<br />

futuro. Era como si fuera a dejar de existir..., que falleciera..., y la perdiera para siempre.<br />

—Sintió que los auroranos la matarían. Estoy seguro de que no iba a ocurrir, de que no<br />

era posible.<br />

—En efecto, no era posible. Y no es eso. Sentí una sensación de responsabilidad<br />

personal asociada al profundo temor de pérdida. Tanteé en otras mentes a bordo de la<br />

nave y, juntándolo todo, llegué a la sospecha de que el capitán llevaba deliberadamente<br />

su nave a chocar contra la nave aurorana.<br />

—También esto me parece imposible, amigo Giskard —murmuró Daneel.<br />

—Tuve que aceptarlo. Mi primer impulso fue alterar la mente del capitán, arrancarle la<br />

presión emocional de forma que variara el rumbo, pero no pude. Estaba tan firmemente<br />

decidido, tan saturada su mente de determinación, y, pese al suspenso, a la tensión y al<br />

temor de pérdida, tan rebosante de confianza en el éxito...<br />

—¿Cómo podía sentir a la vez temor de pérdida por la muerte y sensación de<br />

confianza en el éxito?<br />

—Amigo Daneel, ya he dejado de maravillarme ante la capacidad de la mente humana<br />

de mantener dos emociones opuestas simultáneamente. Me limito a aceptarlo. En este<br />

caso, intentar alterar la mente del capitán hasta el extremo de hacerle apartar la nave de<br />

su ruta, lo hubiera matado. No podía hacerlo.<br />

—Pero al no hacerlo, amigo Giskard, montones de seres humanos en esta nave,<br />

incluyendo a Gladia, y a varios cientos más en la nave autorana, morirían.<br />

—Podían no morir si el capitán estaba en lo cierto en su sensación de confianza en el<br />

éxito. No podía provocar una muerte cierta para evitar otras probables. Ahí está la<br />

dificultad, amigo Daneel, de tu ley Cero. La primera ley trata con individuos y seguridades<br />

específicas. Tu ley Cero trata con grupos vagos y probabilidades.<br />

—Los seres humanos a bordo de las naves no son grupos vagos. Son diversos<br />

individuos específicos tomados en conjunto.<br />

—Pero cuando debo tomar una decisión es al individuo específico al que tengo que<br />

manipular directamente, y cuyo sino debe contar para mí. No puedo evitarlo.<br />

—¿Qué hiciste, pues, amigo Giskard, o no pudiste hacer nada?<br />

—Desesperado, amigo Daneel, intenté conectar con el comandante de la nave<br />

aurorana, que tras un pequeño "salto" se encontraba muy cerca de nosotros, pero no<br />

pude. La distancia era excesiva. No obstante, el intento no fue del todo inútil. Detecté<br />

algo, el equivalente a un ligero zumbido. Reflexioné un momento antes de darme cuenta<br />

que recibía la sensación de las mentes de todos los humanos a bordo de la nave<br />

aurorana. Separé el ligero zumbido de las sensaciones más prominentes que salían de<br />

nuestra propia nave, una tarea difícil.<br />

—Casi imposible, diría yo, amigo Giskard.<br />

—Como bien dices, casi imposible, pero lo conseguí con un gran esfuerzo. Sin<br />

embargo, por más que lo intenté no pude separar las mentes individuales. Cuando Gladia<br />

se enfrentó con aquel gran número de seres humanos en Baleymundo, percibí una<br />

confusión anárquica y una mezcla de mentes, pero por unos instantes logré separar unas<br />

de otras. En esta ocasión no ha sido posible.

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